El transporte público en Venezuela funciona a la mínima capacidad y obliga a los ciudadanos a usar “perreras”

Redaccion El Tequeno

Según informaciones del comité de usuarios del transporte público y de la federación de transportistas de Venezuela, la crisis económica que sacude al país ha dejado prácticamente a pie a los habitantes de esta nación petrolera.

El 80% del transporte nacional está paralizado. De 650 mil unidades que están registradas en el instituto de tránsito terrestre solo funcionan 125 mil. “Esta merma en el parque de autos se inició hace cinco años, desde que se pronunció la caída en la producción del sector automotor, ante la ausencia de divisas para la importación de materia prima que surtan a las industrias locales”.

Así lo informó a Infobae Luis Alberto Salazar, director del comité de usuarios del transporte público de Venezuela. “El gobierno de Maduro prometió subsidiar los costos de cauchos (neumáticos), baterías, repuestos, acumuladores y lubricantes para favorecer a los transportistas. Esta promesa jamás se cumplió y en estos momentos estamos en la crisis más severa en los últimos 50 años”, añade.

Las rutas intraurbanas, suburbanas, troncales y extra urbanas cuentan con pocas unidades, por lo que viajar entre ciudades y estados venezolanos es toda una proeza. Salazar, con más de 30 años de lucha por los derechos de los usuarios, señala que “no hay posibilidad de reposición de vehículos pues las siete plantas que producían buses en este país están paralizadas. La única que medio trabaja es una del gobierno en donde se ensamblan autobuses chinos y no cubre medianamente las exigencias del mercado”.

Ante este panorama no es de extrañar que en los estados más golpeados por la crisis -Zulia, Táchira, Mérida, Anzoátegui, Sucre y Monagas- la gente se mueva como puede y apele a las llamadas “perreras” o “dog trucks” para ir a la escuela, trabajo o a hacer cualquier gestión.

Se trata de transportes improvisados en camiones de carga y camionetas en donde se habilitan espacios para los usuarios. En algunas ocasiones, la gente va parada o sujetada a cuerdas que se arman de forma rudimentaria. Salazar considera que este medio de movilización comenzó ocasionalmente en situaciones de emergencia como la vivida en 2017 en donde la transportación pública se redujo a su mínima expresión, en medio de protestas nacionales contra el gobierno de Maduro.

Venezolanos usan diferentes medios de transporte durante el apagón eléctrico en Caracas (Venezuela). . EFE/RAYNER PEÑA

“Ahora es lo normal – prosigue- que en muchas ciudades autoridades del Estado socialista promuevan a las perreras pues se habilita este tipo de movilidad desde gobernaciones y Alcaldías. Lo lógico es que desde el poder central se busque el transporte público adecuado. Incluso hay unidades militares tipo convoy cargando gente. Las perreras ya están en Caracas y seguramente seguirán llegando a otras rutas de la capital debido al deterioro del Metro, un servicio público que es gratuito y no recibe suficiente dinero para garantizar su operación”.

Advierte que para recuperar el transporte en las ciudades y la conexión con rutas a través de todo el país, “que en estos momentos es inexistente se requiere la inversión de unos 2.500.000.000 (dos mil quinientos millones de dólares) para iniciar el rescate el sector transporte de Venezuela, con la incorporación de 20.000 unidades, además de garantizar el soporte técnico. Cada unidad cuesta unos 80.000 dólares en el mercado internacional. En las primeras etapas de un plan de este tipo habrá que importar vehículos”.

En las perreras

Infobae acompañó a varios usuarios de las perreras. Unos con temor a ser identificados y otros con disgusto cuentan sus experiencias en el método de transporte que equipara a Venezuela con Cuba. Genaro tiene 24 años y vive en El Junquito, zona pobre de Caracas. Señala que trabaja al este de la capital, en un restaurant. Hace mantenimiento y su trabajo le exige estar de pie todo el día.

“Me monto en una perrera desde el cerro (loma) hasta el Metro, son unos seis kilómetros que ando parado y colgando, no hay de otra, más nunca vi un jeep que me subiera al barrio. Pago 1.500 bolívares (0,075 centavos de dólar) al chofer de la alcaldía por cada viaje. No deberíamos pagar nada porque la perrera es una incomodidad, además de que es muy peligrosa. Estoy muy molesto porque casi nunca me siento a descansar y ni hablar si el Metro se queda sin luz, tengo que caminar cuadras y cuadras para llegar a mi trabajo”.

Martha Guerrero es enfermera y vive en Santa Teresa del Tuy, en el vecino estado Miranda. Trabaja en Caracas en dos clínicas privadas, cuatro días a la semana. Dice a Infobae que “no hay suficientes buses y si llegan a mi sector me cobran hasta el triple de lo que se supone que debo pagar. No tengo la opción de viajar en el ferrocarril porque es un servicio insuficiente. No hay muchos vagones, es inseguro y lento”.

Señala que usa las perreras pocas veces en Caracas “y muchas en mi comunidad, me subo a un camión 350 encomendada a Dios porque en cada frenazo del chofer temo caerme, hago mis compras, visito a mi mamá y llevo a mi hijo a la escuela. Es increíble que a solo 65 kilómetros de la capital estemos pasando tanto trabajo. No quiero ni pensar cómo está la gente de la frontera con Colombia, en donde la vida es una tortura”.

Otra residente en la periferia de Caracas es Teresa Brito. Vive en la ciudad de La Guaira (a 30 kilómetros de la capital) y es usuaria de las perreras “porque no hay de otra, acá el gobernador es un militar y nos manda camiones del ejército, no pago nada. Los soldaditos son muy amables, nos ayudan a subir al convoy, es lo único bueno. Lo demás es terrible, vamos parados como sardinas en lata bajo un calor bárbaro, como de 30 o 32 grados. Casi nunca voy a Caracas porque no hay autobuses. Si alguien me lleva al médico o a comprar algo, asumo que debo pasar trabajo para regresar si no ubico el viaje de vuelta. Son largas colas, atropellos y el pago de mucho dinero para llegar a mi casa”.

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