Magdalena Marín: «Soy la feliz madre de más de 670 niños»

Redaccion El Tequeno

Magdalena Marín captó la atención del país entero cuando a través de un video pidió ayuda para atender a varios de sus hijos contagiados con covid-19 en la Casa Hogar Ana, hoy le muestras PULSO lo que es vivir en su hogar 24 horas.  

Para Magdalena el despertador tiene un sonido distinto cada madrugada. Mientras para la mayoría de las madres la “alarma” viene del llanto o el ruido de su bebé, para esta mujer de 56 años, proviene de dos enormes habitaciones en las que duermen 25 de sus hijos. 

Marín permitió a la revista PULSO grabar como funciona la Fundación Casa de Ana

En cerca de tres décadas, ha criado a más de 670 niños en su casa hogar Fundación Ana, que inició operaciones en los años 80 en la población mirandina de Charallave y hoy día se encuentra ubicada en San Antonio de los Altos. 

“Comienzo mi día a día a diferentes horas”, aclara entre risas. Puede despertar a las 3:00am 4:00 o 5:00 de la mañana, dependiendo si los más chiquitos se hicieron pipi, necesitan ir al baño, tienen frío o despertaron asustados con una pesadilla.  

En la actualidad atiende mas de 25 niños.

Sea cual sea la hora de abrir los ojos, Magdalena y sus hijas mayores – a quienes recibió hace 26 años – deben tener listo el desayuno a las 6:00 am. “Tenemos un horario bien estricto porque son demasiados, diferentes edades y condiciones por lo que ya a las 7 am deben estar desayunando”. 

Por unas escaleras de madera, desde el tercer piso de la enorme casa, bajan ordenados los 25 niños y niñas tras asearse en un enorme baño construido especialmente para albergar a un batallón.  

 “Cuando estaban en la escuela a las 6 estaban listos para poder montarlos en el transporte y llevarlos”, agrega Magdalena, a quien la pandemia trastoca por completo la rutina que por años había implementado.   

Ahora pasan todo el día en casa y le ha tocado, al igual que millones de madres en todo el mundo, convertirse en maestra y profesora de diferentes materias y grados, pues vela por la educación de niños que van desde los 3 años hasta la adolescencia.  

A media mañana le toca montar el almuerzo, mientras lava ropa, limpia la casa y ordena las habitaciones. Antes de la cuarentena, cuando los pequeños estaban en clases, le tocaba ir a tribunales, levantar informes y atender nuevos casos, cosa que sigue haciendo, pero ahora de forma virtual.  

Niños desde los dos años son atendido por la fundación.

“Al tenerlos todo el día en casa el trabajo de duplica”, explica mientras camina por el patio de la fundación, donde los niños juegan y reciben el sol de la mañana. Hace pocas semanas le tocó vivir uno de los peores momentos de su vida.  

“Sentí que se me abría el piso, que me tragaba, buscaba aterrada de donde aferrarme”, cuenta del día que se enteró que el temido virus del covid-19 había ingresado a su casa contagiando a cinco de sus pequeños.  

Sospecha que el “invasor” llegó con una niña a la que permitió ingresar a la casa en medio de una crisis de su familia, “una de mis niñas -síndrome down – la recibió con un abrazo y así se contagió”, recuerda. 

La niña se le desmayó pocos días después, los médicos no atinaban con lo que tenía, decían que era un problema gastrointestinal y hasta colitis, “si se le hubiese hecho la prueba rápida desde un inicio hubiésemos sabido que era covid”.  

Magdalena cuenta como es vivir con cientos de niños en los últimos años

Al hacerse pública la situación, las autoridades llegan a la casa hogar con la intención de llevarse a los niños, Magdalena se hace viral al compartir un video en redes en el que advierte que no permitirá que los saquen.  

Es cuando Casa de Ana se convierte en un auténtico hospital. “Me tocó aprender a inyectar, tomar la saturación, medir oxígeno, fueron días duros en los que no dormía, me daba terror que sufrieran una crisis, mucho de ellos le bajó la saturación a 94”. Hoy día están todos sanos. 

Vecinos únicos  

Agradece con el alma vivir en un municipio donde nunca se ha sentido sola. Recuerda que con la crisis del covid recibió la llamada del alcalde, concejales y cientos de familias que a través de redes ofrecieron ayuda para cubrir los gastos médicos y los tratamientos.  

Pero el apoyo lo recibe siempre. “Mantenerlos bien alimentados ayudó a que pudieran superar la enfermedad sin mayores secuelas”, narra mientras muestra en la cocina las verduras y hortalizas que por donación suele recibir.  

Al llegar el mediodía se turnan para preparar el almuerzo, “siempre hemos funcionado como una gran casa, todos tenemos un día de cocina, claro siempre bajo mi planificación, un día pollo, otra carne, cuando hay, otros granos. 

Casa de Ana está ubicada en el Municipio Salias

La faena es intensa, entre cada comida sirven meriendas e incluso antes de apagar las luces para dormir, hay quienes piden un teterito extra. “Ellos tienen como un motorcito que les alerta que va a faltar la comida mañana, al llegar casi siempre presentan cuadros de desnutrición, llegan con la mentalidad de comer a toda hora, entonces hay que estar pendientes”.  

“El hambre para un adulto es una necesidad, pero para un niño es un dolor”, agrega. De hecho, cuando se les pregunta qué quieren ser cuando sean grandes, la mayoría habla de ser chef, cocineros y reposteros. 

Por lo pronto Magdalena, quien tiene casi 700 hijos regados por el mundo y quienes agradecen el amor que incondicionalmente les ofreció cuando fueron abandonados o abusados, sigue en la lucha por procurar la mejor alimentación y educación a esa nueva generación que no duda en llamarla, en medio de la noche, cuando el miedo de la oscuridad les arrebata el sueño. “Es la mejor mamá que Dios me pudo dar”, destaca uno de sus 25 niños.  

Daniel Murolo

Fotos: Luis Sajaro

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