Con la promesa de dejar atrás «el drama de la vivienda heredado del capitalismo», el entonces presidente Hugo Chávez lanzó la Gran Misión Vivienda Venezuela el 30 de abril de 2011. Dijo que su meta era construir dos millones de hogares en los siguientes siete años.
En marzo de 2018, Nicolás Maduro afirmó haber cumplido la promesa de su predecesor y se comprometió a elevar el número a cinco millones de casas para el 2025. Gran Misión Vivienda cumple 12 años entre grietas, inundaciones, construcciones inseguras y habitantes sin titularidad.
Casi los mismos años que tiene la Gran Misión Vivienda tienen engavetadas e ignoradas por las instituciones del Estado las primeras quejas de vecinos que alertaban sobre diversas fallas estructurales, que comenzaban a aparecer entonces en las recién estrenadas edificaciones.
Filtraciones, ausencia de tuberías de agua y gas directo, fallas en el cableado eléctrico, construcciones en zonas de riesgo y fallas geológicas destacan como los principales problemas en las construcciones de Misión Vivienda, según el informe «La GMVV: entre el riesgo y la corrupción» de Transparencia Venezuela del año 2017.
Aunque la mayoría de los residentes de urbanismos de Misión Vivienda, consultados por TalCual en diversas zonas céntricas de Caracas, aseguran que «todo está y funciona bien», puertas adentro muestran la carga que conlleva habitar estas edificaciones: temas de convivencia, inoperatividad de servicios, falta de mantenimiento de espacios comunes y más.
Una de las que fue adjudicada con uno de los 184 apartamentos que integran el urbanismo José Rafael Núñez Tenorio, ubicado en la avenida Roosevelt, cerca de la plaza Los Símbolos (parroquia San Pedro, Caracas), relata —bajo el resguardo de su identidad— que su vivienda se inunda desde que le fueron entregadas las llaves, hace unos diez años. En 2011, el gobierno anunció que los nuevos residentes allí eran todos damnificados por lluvias en distintas zonas de Caracas.
«Aquí nosotros tenemos unas filtraciones que son muy feas y peligrosas. Cuando llueve, el agua se empoza en la azotea y se empieza a filtrar para acá abajo. Se hizo un hueco de las filtraciones y mi esposo lo tapó», relata la mujer de 33 años y madre de cinco hijos.
Detalla que al inicio era solo una gota en el techo de la cocina, pero rápidamente eso se convirtió «en chorros» constantes que la familia intentó recoger con tobos, pero que terminaban rebosados. La casa se inunda con cada aguacero. En el cuarto principal la situación empeora: sobre la cama caen tantas gotas que en época de lluvias hay más ollas sobre la cama que almohadas.
Este apartamento es de espacio reducido: se divide en dos cuartos, una cocina-lavadero y una sala-comedor. Las paredes internas y techos son de drywall —una placa de yeso usada en la construcción para el revestimiento de paredes y techos— que al mojarse absorbe grandes cantidades de agua, que luego son difíciles de drenar.
El techo y los parches para tapar de forma improvisada las múltiples goteras reflejan el daño que las filtraciones han ocasionado por años.
Los vecinos han logrado solventar algunos problemas trabajando en conjunto y aportando aunque sea «un dólar». En enero rompieron parte de la platabanda del edificio para acabar con algunas filtraciones «que hacen una piscina cuando llueve». Los visitó el jefe del Gobierno del Distrito Capital, Nahum Fernández; dicen que tomó fotos del lugar, pero hasta la fecha no les ha aportado soluciones.