“En esta jornada que será memorable, ni aun podemos optar entre vencer o morir: ¡necesario es vencer! ¡Viva la República”. Proclama de José Félix Ribas a sus tropas el 12 de febrero de 1814.
Hay situaciones en la vida política marcadas por acontecimientos de tal trascendencia que no permiten optar entre vencer o morir, y es necesario vencer. La juventud tiene siempre en sus manos la esperanza de la patria. La Venezuela de 2021 llama a su juventud a vencer la fuerza que reprime la idea, la libertad y el progreso. En 1814 la rebelión era el único camino viable por donde se debía andar; hoy como ayer no está permitido vacilar, por la irrenunciable razón de que el futuro de la patria no se negocia con quien la empobrece, la humilla y arruina.
Hace 207 años marcharon los estudiantes de Caracas a una batalla de vital importancia; cortarle el paso a José Tomás Boves era una proeza, aquel asturiano no perdía batalla alguna, pero su suerte cambió al enfrentarse a nuestros muchachos. Aquel día la tierra se estremeció, la caballería enemiga hizo sonar el suelo como hoy lo hacen las tanquetas, pero nadie abandonó su puesto, los patriotas esperaron la carga realista con la bayoneta calada y el miedo a la espalda. ¡Qué valor el de aquellos estudiantes convertidos en soldados! José Félix Ribas, valiente y dispuesto, le transmite seguridad a su tropa: “Defendéis del furor de los tiranos la vida de vuestros hijos, el honor de vuestras esposas, el suelo de la patria; mostradles nuestra omnipotencia”, les decía el gallardo paladín. El liderazgo de aquel republicano se impone; es un jefe completo que no duda de su táctica ni de su estrategia, y aunque tiene diferencias con Simón Bolívar no se desvía en la lucha, porque Venezuela está primero y los desacuerdos después. Esto debería repetirse en nuestra historia mil veces, porque sin unidad no hay victoria posible.
La juventud tiene más responsabilidades de las que quizás se imagina, la indiferencia no es posible en estos tiempos de represión, hambre, tortura, desdicha y atraso; el individualismo se traduce en egoísmo y más en tiempos de Nicolás Maduro, cuando todos estamos en el mismo saco. El Día de la Juventud es un golpe a la conciencia que exige y apuesta por el rescate de las universidades; por empleo, seguridad, estabilidad social y económica; por vivienda, recreación, cultura, deporte y esparcimiento. Es inconcebible que la juventud se pierda en países vecinos asegurando algo para su vejez. La opción no puede ser irnos, debe ser luchar hasta las últimas consecuencias. Si nos vamos del país, morimos; si nos quedamos luchando, venceremos. Así que tú decides: ¿morimos o vencemos?
En aquella batalla de La Victoria se resisten las cargas del segundo de Boves, Morales, quien intenta quebrar las líneas con gran tenacidad. Las lanzas se tiñen de rojo y las espadas se quiebran al chocar; los muchachos tienen miedo, pero nadie piensa en huir, pues la fiebre del heroísmo los atrapa. Es la juventud como vanguardia del pueblo, que ayer y siempre anda dispuesta. “Mi general”, le dice a Ribas un estudiante herido, “sepa que el batallón no ha retrocedido un solo paso”. Pensar en esta gesta debe causarnos un jubiloso deseo de imitar a nuestros próceres. Hoy contra la dictadura hay que tomar las armas de Ribas, las banderas de Francisco de Miranda y la perseverancia de Bolívar. ¿Cuánta sangre y cuántas lágrimas se han derramado en la patria y todavía hay tiranos?
No podemos dejarnos vencer. Ahora le toca al pueblo, al estudiante, al obrero, al empleado, al campesino, al cultor y al deportista joven que quieren un futuro mejor. Se agiganta este ejército moral cargado de entusiasmo contra la tiranía de Maduro y sus secuaces. ¿Hay riesgo? ¡Claro que lo hay! ¿Hay miedo? ¡Claro que lo hay! Pero también hay voluntad, hay esperanza y disposición de lucha. La política venezolana, tan compleja como siempre, requiere de cientos de miles de liderazgos coherentes en la acción, que conduzcan la rebelión en una estrategia concreta que se defina con la salida del régimen de Maduro por la vía donde encuentre mejor cauce. No podemos frenar ninguna forma de lucha en estas horas finales de la dictadura. Para Ribas en 1814 la situación era desesperante. Sus hombres caían con la misma rapidez con la que se llenan las cárceles de presos políticos en la actualidad. La superioridad del enemigo es abismal. “Aguantemos dos cargas más”, dice convencido e inspirado. En la contraparte, el ferviente demonio de Asturias entra en cólera al ver la resistencia patriota. Es que cuando un pueblo se dispone a luchar nadie lo vence. Al fin llegan los refuerzos: es Campo Elías que viene de La Puerta y aunque llega con solo 220 soldados, es un aliento en la batalla. Por primera vez en todo el combate cargan los patriotas contra las fuerzas de Boves, depositando toda la furia de años de opresión, tortura, cárcel y saqueo. La juventud llena de sueños pelea palmo a palmo por su libertad. De pronto, la piel de los valientes se eriza, los vítores de alegría resuenan en el campo, un par de soldados patriotas se abrazan. ¿Qué sucede? Es el ejército de Boves que huye en retirada. ¡Hemos ganado!
Hoy las condiciones están dadas para forjar una rebelión popular que nos permita deponer de sus funciones a un régimen tiránico y perverso que creó enormes barreras nacionales, fomentando la más alta desigualdad social existente y que con sus esbirros saquea y quiebra al país más rico de la región. Estas langostas inmisericordes se baten en retirada acabando con todo a su paso, siendo por demás la juventud venezolana el sector más golpeado.
Esta rebelión no solo es para deponer la tiranía sino para reconstruir la nación desde los cimientos y por encima de los escombros. Vamos hacia una reconstrucción formidable. Ayer nuestros héroes lucharon por la independencia y hoy nuestro país está supeditado y controlado por el imperialismo ruso y chino que decide sobre nuestras riquezas, administra nuestra historia y se burla de nuestra soberanía. ¿Acaso es justo esto? El atraso y la mediocridad no pueden reinar ni un día más. La juventud clama unidad por un futuro mejor. Es tiempo de superar viejos paradigmas y construir escenarios que reactiven la forma de hacer política, donde prive la solidaridad y no los egos, donde se debata la estrategia y no los viáticos. Pujar porque se abran las compuertas para el desarrollo científico y se impulsen la economía, la industria, la agricultura y la explotación petrolera.
Un país como el nuestro no perecerá mientras existan hombres como los de La Victoria, que no teman a las consecuencias cuando está en juego el destino de la patria. El 12 de febrero de 1814 es una fecha histórica que nuestro orgullo patrio jamás olvidará. Pensar que esos jóvenes casi niños dirigidos por generales muy jóvenes que se echaron a cuestas un país entero es digno de admirar. Hoy debemos hacer lo mismo: nuestra generación tiene que pervivir en la historia como la que liberó a Venezuela de su última dictadura. Nuestra generación tiene un futuro que conquistar y lo conquistaremos en la calle, con la voluntad de un pueblo que no resiste esperar un minuto más en esta agonía. Definitivamente, no podemos optar entre vencer o morir: necesario es vencer. Si luchamos ganamos. Si luchamos la historia nunca nos olvidará.
Fabricio Briceño
Político y profesor