Maduro insiste en que las elecciones del 6 de diciembre son inamovibles y amenaza con utilizar soldados para buscar a los electores en sus casas. Quiere triturar a Juan Guaidó y a los diputados a la actual Asamblea Nacional, quitarse de encima el fantasma de diciembre de 2015, cuando sufrió la humillante derrota que desató su furia, llevándolo a cometer toda clase de atropellos contra el Parlamento recién electo. Trata de colocarle una capa de barniz a su desprestigiado gobierno, que además de todos los dedos que lo apuntan, acaba de recibir un golpe noble de la comisión independiente de las Naciones Unidas que investigó la situación de los derechos humanos en Venezuela. La doctora Michelle Bachelet suscribe ese informe lapidario, que deja a Maduro y a algunos de sus más altos y cercanos colaboradores comprometidos hasta las narices en violaciones flagrantes. La cita de diciembre es vista por el régimen como una tregua en medio de tanto asedio.
La oposición no debería abrirle la ruta de escape. Hay que convertir el 6D en una fecha en la cual Maduro cometa una nueva infracción. Otro atentado contra el derecho de los venezolanos a elegir el Poder Legislativo en condiciones mínimas suficientes. Entre esas condiciones se encuentra la posibilidad de que los electores conozcan a los candidatos por los cuales podrían votar, la oferta de cada uno de ellos y el programa que proponen. Sin esos datos básicos no es posible concurrir a las urnas de votación. La relación entre conocimiento y elección resulta esencial para unos comicios transparentes. Si el elector desconoce a los candidatos de su circuito e ignora los proyectos que plantea, ¿cómo puede hablarse de voto consciente?
Las condiciones mínimas suficientes tienen que alcanzarlas los sectores democráticos. De no conseguirlas, la oposición no debe concurrir a las elecciones. Debe plantarse frente a una decisión que pasa por encima de la realidad objetiva y que solo persigue allanarle el camino a Maduro para que, en representación de una pequeñísima fracción del país, 20%, se adueñe “legalmente” de la única institución del Estado que no controla. Los datos son los siguientes: su gobierno aparece como el principal responsable de la debacle nacional, una significativa mayoría considera que los problemas solo se resolverán cuando Maduro haya salido de Miraflores y el rechazo global al mandatario es de 80%. Con una legitimidad tan precaria, pretende ponerle el guante al órgano más importante de representación popular.
Quienes defienden la tesis de acudir a las votaciones del 6D, aunque no se modifique ni siquiera la fecha de realización, argumentan que no pueden dejarse “espacios vacíos” –en este caso, “instituciones vacías”– y que la comunidad internacional se vería en un serio dilema que la llevaría a retirarles el apoyo a Juan Guaidó y a quienes integran en la actualidad la Asamblea Nacional. Ese razonamiento me parece muy endeble. Esos factores internacionales no habitan en Narnia. Saben muy bien lo que hizo Nicolás Maduro con el Parlamento a partir de diciembre de 2015, pocas semanas después de la apoteósica victoria democrática. También conocen con detalles las circunstancias tan desfavorables que rodean los venideros comicios. Son conscientes, al igual que la inmensa mayoría de los electores, de que Maduro insiste en la fecha de diciembre porque, con un costo mínimo, puede obtener una victoria grandiosa, incluso aunque la oposición decida por un milagro concurrir unida a ese proceso.
Los comicios de diciembre están concebidos para entregarle el Parlamento al régimen. Asistir a ellos no será para “cubrir” ningún “espacio vacío”, sino con el fin de darles un brochazo de legitimidad a unas elecciones a las cuales Maduro no es capaz de otorgarles ninguna dignidad.
Recodemos el trato recibido por los diputados opositores desde 2016: han sido despreciados, perseguidos, acosados y encarcelados o exiliados. No se les ha pagado su sueldo, ni los viáticos, ni se les ha permitido viajar en vuelos comerciales a los estados que representan. Por órdenes presidenciales, ningún funcionario ha comparecido en la sede del Palacio Federal cuando se le ha convocado para rendir cuentas sobre su gestión. El “desacato” fue una figura inventada por Maikel Moreno y su pandilla para amputarles brazos y piernas a los representantes populares. Todos esos vejámenes ocurrieron siendo clara mayoría gracias al voto popular. Imagínense ustedes cómo será el comportamiento del oficialismo cuando la fracción opositora reúna a 30% o menos del total de los diputados. El “espacio” que esa fracción cubrirá será insignificante, a pesar de representar realmente a más de dos tercios de la población nacional que se pronuncia en contra de Maduro.
Si se quiere hacer el papel de comparsa, está bien invocar la peregrina tesis de “cubrir los espacios vacíos”. Si lo que se busca es lograr unas elecciones con condiciones mínimas suficientes, lo que debe hacer el liderazgo es unirse en torno a esa exigencia. Se cuenta con el respaldo de la Unión Europea y de los países amigos de la democracia.
@trinomarquezc