Hace una década, una anciana en un pueblito perdido de España intentaba restaurar un fresco que, hasta ese momento, era intrascendente, uno más entre tantos otros en pasillos y paredes de las iglesias del mundo. Pero esto estaba a punto de cambiar y, a su vez, tendría un rebote no solo en las redes sociales, sino en el mismo mundo del arte, donde algunas preguntas como “¿apreciamos al arte por lo que nos genera o por su fama?”, “¿qué es el arte?” o “¿son las redes sociales un campo de legimitación cultural?” tienen ya, a la distancia, posibles respuestas.
Esta es la historia del Ecce Homo de Borja, popularizado como Ecce Mono, un evento que produjo en efecto mariposa a partir de una ¿fallida? restauración que se convertiría en un tema global y generaría un sin de memes, como una serie de preguntas que aún se mantienen vigentes, casi tanto como la fama de la obra.
Volvamos en el tiempo. Década del ‘30, España, época que marcaría gran parte de su historia en el siglo XX con el ascenso de Francisco Franco tras la Guerra Civil. Años de mucha pobreza, dolor y cristianismo. Las autoridades eclesiásticas de un pueblito zaragozano le piden a Elías García Martínez, un pintor español más bien discreto, profesor y retratista clásico y como muchos, copiador de clásicos, que realice un mural en el Santuario de Misericordia de Borja. El buen hombre, estando allí de vacaciones, aceptó encantado: un honor, un mural, como los grandes del Renacimiento, una obra para la posteridad. Y no estaba tan equivocado, pero no de la manera que él podría llegar a creer.
García Martínez hizo, claro, su versión del Ecce Homo, orgulloso como estaba de esta pieza de óleo sobre yeso, de 66 × 40 cm, y que, para ser honestos, no era tampoco una pieza 100% original, sino más bien bastante similar a la que había realizado el italiano Guido Reni unos siglos atrás. Pero aquí, el arte sacro, no busca ser una novedad, siquiera perdurable en lo material, sino resaltar la figura, la devoción, la fe. El objetivo estaba cumplido.
En el arte, el ecce homo es una representación de Jesús que remite a “este es el hombre”, palabras pronunciadas por Poncio Pilato, gobernador romano de Judea, frente a la muchedumbre cuando presenta al nazareno flagelado, atado y coronado de espinas, antes de su crucifixión. La lista de artistas que reprodujeron este momento, siendo la pintura y la escultura por siglos artefactos de propaganda religiosa, es extensísima: El Bosco, Tiziano, Caravaggio, Rubens y la lista sigue hasta el siglo XXI.
“Este es el resultado de dos horas de devoción a la Virgen de la Misericordia”, escribió García Martínez debajo del icono, que con el tiempo se deterioró por la sencilla razón de que no fue realizado con los materiales para el muralismo. Así que las autoridades, preocupadas por aquel deterioro, decidieron convocar a una vecina, restauradora amateur, también persona de fe, Cecilia Giménez.
Giménez, 81 años entonces, parroquiana, ayudaba en tareas de mantenimiento, y había mostrado algo de mano cuando retocó un lienzo de la Virgen del Carmen, en el Convento de Santa Clara, también en Borja. Así que, generosa, “con mucho amor”, como dijo entonces, se ofreció a limpiar el mural ad honorem y al poco tiempo todo se fue de control. Cecilia se tomó unos días de descanso, con la intención de terminar a su regreso, pero ya era tarde. Nacía el Ecce Mono.
Y decimos que es un efecto mariposa porque quizá, solo quizá, si hubiera podido terminar su trabajo, nada habría pasado. Pero solo se necesita un puñado de nieve para comenzar una avalancha y esta comenzó en el sitio del Centro de Estudios Borjanos, que publicó la información el 7 de agosto de 2012. Luego, la noticia salió a nivel regional, en el Heraldo de Aragón, a posterior saltó a lo nacional, en El País, y finalmente captó la atención de los principales medios del mundo, la BBC, Le Monde, Daily Telegraph y un largo etcétera, pero su verdadera popularidad se encontró en Twitter, donde la historia fue replicada al infinito. Sin Twitter y sus memes, quizá, solo quizá, el evento hubiera sido uno más entre miles.
La red del pajarito condensó el grueso de las respuestas, que unían tanto a humoristas conocidos como a miles de ignotos sin cuenta verificada que hicieron su aporte. Incluso, a las horas, un falso trailer que presentaba el caso con imágenes del Código Da Vinci llevó el evento a otras redes y así extendió su circulación. Todo el mundo hablaba del Ecce Mono, epíteto que ganó terreno cuando un corresponsal de la BBC dijo que el original se transformó en el “esbozo de un mono muy peludo vestido con una túnica de una talla inadecuada”.
El caso fue uno de los grandes fenómenos sociales de su tiempo. Un error que alcanzó masividad gracias a las tecnologías de la comunicación, no por su valor estético, ni por su propuesta simbólica o siquiera comercial, y que estaba tan cargado de situaciones disparatadas que bien podría haber salido de una asociación creativa entre los Monthy Python y Alex de la Iglesia. De hecho, el director de El día de la Bestia y la serie 30 monedas, escribió entonces en Twitter que la obra era un “icono de nuestra forma de ver el mundo”.
Ecce Homo Reloaded. The Movie: Trailer de una película ficticia basada en la historia de la mala restauración del mural «Ecce Homo» en una iglesia de España en 2012
Si bien la pobre Cecilia pasó momentos difíciles con el acoso mediático tras el famoso incidente y la culpa de haber arruinado el mural, ya que llegó a adelgazar 17 kilos, sus vecinos ya entonces realizaron un festival para mostrarle su apoyo. Visto en el tiempo, es el clásico caso del que “no hay mal que por bien no venga”. Por lo menos para Borja.
Desde entonces, la iglesia recibió 45 mil turistas el primer año, y alrededor de 10 mil por el mismo periodo en 2021, lo que a 3 euros la entrada, genera unos 40 mil euros, si se le suma que, como en las grandes catedrales del planeta, hay una máquina donde se puede comprar memorabilia en forma de moneda que recuerdan la visita. Cecilia renunció al total del porcentaje que le correspondía por las visitas al rejuvenecido santuario, pero mantiene el 50% de las ventas de los objetos de la tienda oficial por derechos de imágenes.
Sí, porque en 2016 se inauguró en el pueblo el Centro de Interpretación del Ecce Homo, en el que se realizan eventos relacionados y en el que se presenta la tienda oficial de souvenirs que van de remeras, zapatillas, tazas, prendedores, llaveros y bolsos, a tortas. Todo es posible en el universo pop. El dinero se utiliza para mantener el lugar, pagar el sueldo de los dos guías que realizan el “recorrido” por la afamada obra y también para los gastos de la residencia de ancianos donde Cecilia, ya con 91, disfruta de sus días junto a otros abuelos de la comunidad.
Cuando el evento se convirtió en global inspiró una ópera estadounidense, Behold the Man; hubo parodias en los populares shows Saturday Night Live y en el de Conan O’Brian, incluso la imagen aparece en un capítulo de la comedia Hacks y en el videojuego Hitman.
Su presencia al día de hoy es tan potente que es uno de los disfraces más vendidos para Halloween de la última década en EE.UU. y,en 2021, se viralizó un video de un desfile de “pinturas vivientes” en Japón, donde estaban representadas un autorretrato de van Gogh; La joven de la perla de Vermeer; Mujer con sombrero y cuello de piel (Marie-Thérèse Walter), de Picasso; La Mona Lisa; El grito de Munch y… sí, el Ecce Homo de Cecilia Giménez.
Un desfile de pinturas vivientes en Japón: «Autorretrato» de van Gogh; «La joven de la perla» de Vermeer; «Mujer con sombrero y cuello de piel (Marie-Thérèse Walter)», de Picasso; «La Mona Lisa», «El grito» de Munch y el «Ecce Homo» de Cecilia Martínez
Para 2017, la revista especializada Art Info colocó al Ecce Homo en el número 52 de las obras de arte más icónicas creadas en el mundo entre 2007 y 2012 e incluso el Museo de Arte Moderno de Nueva York, MoMA, se interesó por comprarlo, de acuerdo a Scott Cleverdon, que investigó sobre la obra para producir Fresco Fiasco, un documental para la televisión británica Sky que pueve verse online.
Todo muy bonito, pero ¿es arte?
Más allá de la fama instantánea y perdurable, el caso de Cecilia Giménez despertó todo tipo de reflexiones sobre lo que consideramos arte y cómo nos relacionamos con las expresiones en estos tiempos de inmediatez.
El Ecce Mono no fue una creación directa de un artista para ser conocida, sino que fue reconocida por lo anecdótico. En ese sentido, cumple con una de las premisas lanzadas por Marcel Duchamp hace más de un siglo con respecto al ready-made: “Son los espectadores los que hacen la obra de arte” y allí las redes sociales tienen un papel preponderante.
En caso del Ecce hubiera sido, efectivamente, comprado por el MoMA o alguna otra institución el debate sobre si es arte o no estaría acabado, ya que hubiera sido legitimado, al igual que sucede con muchísimas piezas del arte contemporáneo. El ready-made, a partir de aquel famoso caso de La fuente de Duchamp, ya dio por acabada la polémica.
Feda Baeza, curadora e historiadora del arte y hoy directora del Palais de Glace y por ende al frente de la organización del Salón Nacional, aporta, en ese sentido, una mirada que rompe con “los fundamentos estéticos” que “produjo y dictaminó el siglo XIX europeo como la idea de arte”.
En 2014, Baeza obtuvo el premio del Programa Jóvenes Curadores de arteba, la feria más importante del país, y en vez de presentar una muestra física, propuso un “foro que permitiera discutir sobre el arte y que convocase a público bastante diverso y amplio” para “desviar un poco el propósito general de la Feria de vender objetos y posicionar trayectorias en el mercado”.
Para logarlo, se exhibió la obra teatral El fin del arte, de Rafael Spregelburd, en la que se “trabajaba justamente con el episodio de Giménez y el meme que había sido tan popular, lo que habría como una posibilidad de interpelación amplia”, dijo a Infobae Cultura.
Para Baeza existe una “mistificación sobre el Arte” cuando se debería pensar en “un terreno de las artes, amplias, con fundamentos éticos y estéticos diferentes”: “Pensar que existe un Arte, y que los objetos alcanzan ese estatus es una idea profundamente elitista que sigue pensando que una esfera erudita puede dar los patrones de funcionamiento de lo que las artes son. En realidad, lo que hay son circunstancias que hacen artísticas a las cosas porque hay fundamentos diferentes. Unos fundamentos hablan de que son objetos que ‘despiertan conexiones vinculadas a la experiencia estética que las activan’, pero también hay otras ideas que tienen que ver con ‘los circuitos del hacer y de la producción’. Por ejemplo, las Randeras, grupo de trabajo textil de Tucumán, recupera una técnica antigua en otra clave. En esos grupos, hay una técnica que es una comunidad, un ejercicio del tiempo y del espacio, una ética, que es un modo de la sensibilidad y eso son artes también. Tienen otros fundamentos estéticos que no son los que produjo y dictaminó el siglo XIX europeo como la idea de arte. Eso es un punto a poner en cuestión”.
Por otro lado, consultado por Infobae Cultura sobre si el evento produjo una pieza artística de valor propio, el historiador del arte, profesor y divulgador cultural español Miguel Ángel Cajigal Vera sostiene que “en realidad es un destrozo artístico”.
“La autora no tenía intención artística ni creativa. Es evidente que se ha convertido en un objeto pop y, en una extensión grande del término ‘arte’ sí sería una obra artística, pero de muy pobre calidad. No me atrevo a encajar ese destrozo en una corriente artística. Lo dejaría en mera ‘ocurrencia’ o chapuza”, explica.
En ese sentido, para el autor de Otra historia del arte. No pasa nada si no te gustan las Meninas (Ediciones B, 2021), su “fama se relaciona más con el terrible momento que vive el turismo: mucha gente queriendo ir a sitios pero sin saber qué hacer en esos sitios”. “Se viaja para ir a un sitio ‘conocido’, pero no importa que ese lugar sea conocido por algo positivo o negativo, ni siquiera que tengas el menor interés en visitarlo. Este fenómeno no tiene nada que ver con el arte”, dice.
Para Baeza, el episodio de Cecilia Giménez es un meme, “tal vez uno de los primeros que circuló en las redes, y no es anecdótica su circulación, por que de hecho como evento tiene que ver con esa transformación en los esquemas de circulación y comunicación y de la idea de lo que el arte es en esos parámetros. Fue también una reivindicación de lo popular que se hizo presente: esta señora en un pueblo, repinta un fresco de un artista que estaba ahí hace un montón que en la historia del arte no había reparado demasiado, que no tenía mucho sentido dentro de los parámetros del canon y que se hizo conocido por esa intervención”.
“Esta mujer que supuestamente no teniendo, digamos, las herramientas de los lenguajes artísticos genera un evento de resonancia al menos hemisférica, iberoamericana. Ahí apareció algo, ese otro modo de hacer que se puso en consonancia con un modo de la circulación de las imágenes que en ese momento era todavía novedoso, que es la idea del meme, que hoy es omnipresente en nuestras redes y en nuestra cultura. De eso, de algún modo, habla el episodio, más allá de las intenciones de Cecilia Giménez. Eso pone un punto en otra situación, las obras de arte son producciones sociales, que no nacen solo de las intenciones de sus autores, sino que de algún modo también las hace la historia y la historia del arte”, sostiene la autora de Proximidad y distancia. Arte y vida cotidiana en al escena argentina de los 2000 (Editorial Biblos, 2017).
Con un activo rol en las redes sociales como El Barroquista y parte del staff del exitoso show de divulgación histórica, El Condensador de Fluzo, emitido en La 2 de Televisión Española, Cajigal Vera comenta que el caso de Borja se sustenta en el “componente absurdo en todo lo que pasó (una señora mayor, que además resultaba muy entrañable) que hizo que el suceso se difundiese muy rápidamente”.
“Como añadido a lo anterior, el Ecce Homo es un ejemplo de lo que NO se debe hacer jamás. Una persona no profesional tocando una obra de arte es como dejar a cualquier persona quitar muelas o hacer operaciones”, sentencia.
En La cuestión del arte en el Siglo XXI (Paidós, 2019), Elena Oliveras, profesora en Filosofía por la Universidad Nacional del Nordeste y doctora en Estética por la Universidad de París, escribe: “Más allá de la circunstancial mercantilización o recepción masiva, la ‘obra’ de Giménez será auténticamente ‘arte’ si, con el paso del tiempo, supera el plano de la contingencia escandalosa y pasa a ser lugar para repensar las categorías del arte y generar significados capaces de abrir un nuevo camino de interpretación simbólica”.