Pretendía ser un homenaje a su amiga. Él, uno de los cantantes más famosos del rock, no sabía si iba a poder con la emoción y el dolor del momento. Reflotó una vieja canción, dedicada a otro mito moderno muerto prematuramente, y convocó a su viejo compañero para que escribiera una letra acorde al momento. Sólo la tocó esa vez en público. Nunca más lo hizo. Demasiado dolor. Después la grabó y cedió los derechos para beneficencia. A la semana el single estaba en las calles.
Hace 25 años, el 13 de septiembre de 1997, se desató el fenómeno. Las radios pasaban el tema todo el día, las disquerías se quedaban sin ejemplares a las pocas horas de recibirlos. Candle in the Wind, la canción que Elton John le dedicó a Lady Di en 1997 se convirtió en la más vendida de la historia. Sin embargo, su recaudación que estaba destinada a obras de caridad y a fondos para investigación científica terminó dilapidada.
Elton conoce a Diana
Se conocieron en una fiesta real. Diana todavía no se había casado con el actual rey Carlos. Era el cumpleaños 21 del príncipe Andrés. Mientras Elton bailaba con la díscola princesa Ana y la Reina, apareció Diana. De inmediato conectaron. Hicieron bromas, criticaron a varios de los invitados por lo bajo, compartieron chismes. Parecían las dos únicas personas reales del lugar. A partir de esa velada de 1981 fueron amigos y compartieron varios momentos. Se apoyaron públicamente en los malos momentos y cada uno colaboró en las obras solidarias y de concientización que lideraba el otro.
Más de una década después de ese primer encuentro, Jeffrey Katzenberg el jefe del estudio, pasó a visitar a Elton por Inglaterra mientras éste terminaba de componer la música de El Rey León. El músico dio una cena en su honor y le preguntó al invitado a qué personaje británico deseaba conocer. Katzenberg dio un solo nombre: Lady Di. Elton organizó la velada. Convocó a otras celebridades para que la noche estuviera movida: George Michael, Sylvester Stallone, Richard Gere y varios más.
Diana, en la intimidad
Lady Di, como siempre, habló con todo el mundo y paseó su encanto por la mansión. En un momento se sentó frente al fuego de una gran chimenea junto a Richard Gere. Hablaron un largo rato. Cada tanto sus manos se rozaban. Había risas y miradas divertidas. A unos pocos metros de distancia, Stallone contemplaba la escena. Sly había hablado con Diana unos minutos antes y luego de un breve galanteo se había ilusionado con la conquista de la recientemente separada integrante de la nobleza. Elton llamó a la mesa. Cuando se sentaron el anfitrión descubrió que había dos sillas vacías, la de los dos actores. Con un leve movimiento de cabeza envió a David, su pareja, a buscarlos. David los encontró en un pasillo. Discutían, peleaban por la atención de Diana. Sly llegó hasta tomar de las solapas a Richard Gere que sonreía con el sarcasmo de los vencedores. Stallone lo soltó y se fue enojado. Elton lo acompañó hasta la puerta mientras el actor de Rocky juraba que si él hubiese querido esa noche se iba con Diana. La princesa ignoró todo el episodio, hizo como si nada hubiera sucedido y siguió su noche de seducción con Richard Gere.
Un tiempo después, Elton y Diana se pelearon. Ella se comprometió a escribir un prólogo para un libro de fotos y celebridades (algunas con poses algo provocadoras) que tenía como fin recaudar fondos para una organización de investigación contra el Sida. A último momento, Diana retiró su texto. Tal vez fue por presión de la Casa Real. Elton llamó por teléfono para convencerla pero no hubo entendimiento. Discutieron, cruzaron reproches y hasta algún grito. No hablaron durante un par de años hasta la mañana del asesinato de Gianni Versace. Diana fue la que llamó a Elton y juntos lloraron a su amigo. Concurrieron al servicio fúnebre del diseñador y prometieron no volver a enojarse. Tenían varios proyectos benéficos proyectados. Pero esa fue la última vez que se vieron. Un mes después Diana Spencer moría después de que el auto que la llevaba junto a su novio Dodi Al-Fayed se estrellara contra la columna de un túnel parisino mientras pretendían escapar de los fotógrafos.
Goodbye Yellow Brick Road fue el séptimo disco de Elton John. Salió en 1973, cuatro años después del álbum debut. El ritmo de su carrera era trepidante y vertiginoso. Un rush algo delirante que lograba éxitos en las radios y agotaba shows. Elton estaba terminando de forjar su personalidad escénica. Ofrecía algo que nadie más podía hacer. Los disfraces, los anteojos gigantes con luces en su marco (tuvo que dejar de usarlos porque eran tan pesados por la estructura que sostenía los cristales y las baterías para que las luces se encendieran y apagaran que la nariz le quedaba apretada y su voz sonaba diferente), ropa estrafalaria, grandes plataformas. En sus shows la entrada era rutilante. Cinco pianos de cola. Las tapas se levantaban progresivamente. Una letra en cada una que terminaban formando su nombre. Y fuegos artificiales y suelta de cientos de palomas. Después sí, las canciones inexpugnables, las que ya soportaron el paso de medio siglo.
Elton John quería algo diferente para ese álbum. Fue con sus músicos a grabarlo a Jamaica. Tiempo después confesó que sólo eligió ese país porque estaba de moda ir a estudios en destinos exóticos, fuera de las ciudades tradicionales europeas y de Estados Unidos. La experiencia en Jamaica fue mala y regresaron a Inglaterra. Las canciones eran muchas y terminó siendo un disco doble. Algo triste y melancólico. Las dos primeras canciones hablaban de muerte y funerales. Eso no le importó al público que lo convirtió en número uno en muy pocas semanas. Fue el disco más vendido del año en Estados Unidos. La segunda canción del Lado A del primer disco era Candle in The Wind, un homenaje explícito a Marilyn Monroe. Una especie de elegía y de lamento por su muerte temprana. Adiós Norma Jean dicen sus versos iniciales aludiendo al nombre real de Marilyn. La letra escrita fue por Bernie Taupin, el socio creativo de Elton: Hollywood creó una estrellas/ y el dolor fue el precio que pagaste/ aún después de tu muerte/ la prensa siguió con su acoso, dice una de las estrofas.
La idea central es la que expresa el título, la de lo efímero y la fragilidad, la vela en el viento. Y afirma que aunque su llama se haya apagado, la leyenda seguirá viviendo. (La idea tiene un antecedente que Elton y Bernie desconocían: en 1938 murió el boxeador Justo Suárez, el Torito de Mataderos -tal vez el primer gran ídolo popular del deporte argentino- de tuberculosis. Era muy joven. Félix Frascara en la revista El Gráfico tituló su necrológica con el verso de un tango, una cita para conjugar lo brillante con lo fugaz: La luz de un fósforo fue).
Bernie Taupin contó en una entrevista con la revista Rolling Stone que él no era fan de Marilyn Monroe. Que la figura de la actriz englobaba a todas esas celebridades muertas de manera prematura bajo la presión de la fama y los excesos. La frase del título la sacó de un obituario dedicado a Janis Joplin que había leído un par de años antes.
Elton canta en el funeral de Diana
Tras la muerte de Diana, según cuenta Elton en Me, su libro de memorias, Richard Branson, el dueño de Virgin, lo llamó a su casa para que cantara en el funeral de Diana. Le propuso hacer una nueva versión de Candle in The Wind pero centrada en Lady Di. El empresario le contó que en el libro de condolencias puesto a disposición en el Palacio de Saint James para homenajear a la princesa, el público dejaba varios versos de la canción y que las radios la estaban pasando con frecuencia durante esos días.
Unas cartas y memorandos encontrados hace unos pocos años, muestran que el de la idea de convocar a Elton fue del Deán de la abadía de Westminster. En esas misivas dirigidas al Palacio de Buckingham, el religioso sugería que cantara un artista popular para homenajear a Diana y, al mismo tiempo, para confortar a la población. Desechaba la idea de algo grandilocuente como alguna canción de un musical de Andrew Lloyd Webber e intercedía por Elton. En la primera de esas comunicaciones sugería que el tema podía ser Your Song. En la continuación del intercambio de cartas el arzobispo propuso Candle in The Wind.
Elton John aceptó la invitación para despedir a su amiga. Bernie Taupin mandó una nueva letra al día siguiente. Uno de los rumores dice que estos nuevos versos surgieron de un malentendido. Por teléfono y con todo el dolor y la emoción a flor de piel, Elton no se habría expresado con claridad. Dicen que la idea original era pedirle a Bernie una glosa, un texto poético que introdujera la canción y que hablara de Diana. Pero que el letrista interpretó, de manera equivocada, que tenía que escribir en tiempo récord nuevos versos para la música y así lo hizo. A la mañana siguiente por fax mandó la nueva letra.
Pero todavía faltaban dos pasos más. Indispensables, rigurosos y repletos de riesgo; la participación del cantante podía quedar en nada. La letra debía ser autorizada por el Deán y luego por la Reina Elizabeth. Los dos mostraron su agrado y la canción de Elton John sería interpretada.
El show de Elton en el funeral
El funeral se convirtió en el evento no deportivo con mayor audiencia de la historia. Fue visto por 2.000 millones de personas. Ante esa audiencia se presentó Elton John con el homenaje a su amiga. Vestido de negro, el pelo castaño rojizo con el flequillo rectangular cayendo centímetros antes de las cejas y la expresión seria, consternada. Una interpretación sobria, medida, acompañándose sólo con el piano.
Al cantante lo habitaban varios temores. No quería que la emoción, el dolor ni el recuerdo de Diana ganaran la partida y lo quebraran en el momento de interpretar la canción. Pero la idea que no lo dejó dormir la noche anterior fue que en el momento cumbre, el reflejo del viejo intérprete lo traicionara y cantara la letra de la versión de Candle in the WInd original, la dedicada a Marilyn. Era factible que le sucediera: la había interpretado cientos de veces y esos versos le salían sin pensarlos.
Para evitar algún traspié pidió por única vez en su carrera un teleprompter que fuera mostrando la letra nueva al tiempo que él la iba cantando.
Adiós rosa de Inglaterra / ojalá crezcas siempre en nuestros corazones / fuiste la gracia que se colocó / donde las vidas estaban destrozadas, empieza diciendo la nueva versión.
Es una elegía, un responso sentimental y cargado, que dio de lleno en el dolor colectivo de ese momento. Tal vez las mismas palabras en el mismo orden sin ser acompañadas por la música y por la voz de Elton sonarían demasiado remilgadas y solemnes. Pero la canción, como género, es capaz de provocar milagros.
Luego de terminar de cantar, mientras el funeral continuaba, Elton fue al estudio de grabación donde lo esperaba George Martin, el mítico productor de los Beatles. Hizo dos tomas y agotado por la tensión del día se fue a su casa. Al llegar David, su pareja, todavía estaba viendo por televisión el paso del cortejo.
A la voz y el piano de Elton, George Martin le agregó un cuarteto de cuerdas, oboe y flauta. A la semana Candle in The Wind/ Rose of England estaba en la calle. Lo que sucedió fue imposible de prever. Un fenómeno inexplicable e irrepetible. El primer día se agotó la ambiciosa tirada de más de 600.000 unidades. El público hacía largas filas en las disquerías. El single llegó a la cima de los charts y permaneció allí 14 semanas. Se vendieron más de 33 millones de copias. Se convirtió en el sencillo más vendido de la historia junto a White Christmas de Bing Crosby.
Nunca una canción tan poco interpretada por su autor consiguió tanto. Elton ensayó solo apenas recibió la nueva letra de Bernie Taupin. Luego la cantó en vivo en la Abadía de Westminster. Y más tarde el mismo día, dos veces para George Martin. Cinco días después antes de que el single saliera a la calle le enviaron la versión final para que él la aprobara. Fue la última vez que escuchó entera su canción. Luego, convertida en un fenómeno global, Elton evitó cantarla en público y hasta escucharla. Ha salido de negocios que la tenían en su sistema de sonido, apagado la radio, cambiado la televisión y hasta corrido al baño de un restaurante para no escucharla más.
Durante años dejó de cantar en vivo la versión original, la dedicada a Marilyn. Se saturó de su propia canción y no quería quedar asociado a la explotación de la figura de su amiga. Ya eran muchos los que buscaban monetizar los jirones de su muerte.
Pero la canción todavía le tenía reservada una sorpresa más, una desagradable. La publicación se había pensado como una manera de recaudar fondos para una fundación benéfica. El boom de ventas que produjo fue completamente inesperado.. Los millones de dólares llovieron sobre la fundación. Pero en vez de destinarlos en obras, difusión e investigaciones, los directivos se enredaron en cuestiones de derechos, persiguieron a personas que comercializaban merchandising de Diana y reclamaron regalías por esas explotaciones comerciales. Los litigios se extendieron, paralizaron por un buen tiempo las tareas de la organización y consumieron buena parte del dinero en el pago de indemnizaciones varias y los altísimos honorarios de los abogados.