Se avecina una nueva ola de persecución a los civiles que alzamos la voz y que apostamos a la salida del régimen por la vía que encuentre mejor camino; nuestros diputados que están en la mira perversa del fascismo de Maduro son perseguidos cual delincuentes, el régimen en su avanzada desmesura el quórum en la Asamblea Nacional y acaba lenta y dolorosamente como en las torturas al único ente legítimo que sobrevive en Venezuela. Hablan de unas elecciones adelantadas a la (AN) que están desprendidas de la constitución y que no vamos aceptar ni apoyar a quienes se presten a ese juego; los arribistas del Psuv pretenden callar las voces disidentes, pero se equivocan, jamás callaran el hambre, la miseria, la decidía y la represión. Con estas prácticas siempre tendrán oposición.
Juan Guaido asumió un compromiso que no es solo de el, es de 30 y tantos millones de compatriotas que exigimos un cambio urgente para impulsar con trabajo las riendas de la República hacia la prosperidad, pero, en ese camino hacia el cese de la usurpación se cuela un afán melancólico de muchas víctimas del desespero y del desánimo. «Que vengan los Gringos y nos salven» «Si no trabajo no como» «no salgo más a marchar» «Odio la política» -suspiro- estas palabras deben borrarse del vocablo. Porque no es tiempo de timorato o conductas pasivas y acomodadas; todos nos estamos hundiendo por una nefasta dictadura y contra ella deben ir las críticas y avalados en la constitución debemos darle frente al régimen en la calle, los militares divididos y confundidos no encuentran camino cierto, pues sus familiares como parte del pueblo padecen, ni el bono de lealtad puede comprar ya la realidad.
Tenemos que ganar porque esto no lo aguanta nadie. Y no es transfiriendo nuestras responsabilidades en aliados extranjeros o en salidas mágicas es construyendo nosotros mismos el porvenir aprovechando coyunturas sin negar las formas de lucha, no abandonemos la calle porque abandonandola abandonamos también a nuestros presos, nuestros mártires y sobre todo nos abandonamos a nosotros mismos, tenemos un futuro que conquistar y no debemos temerle a la dictadura porque el bien más preciado del hombre es la libertad. Algunos se creen derrotados cuando en realidad estamos más cerca que nunca y a esos derrotistas les digo entonces que vamos de derrota en derrota hasta que la propia victoria los sorprenda.
Hoy, cuando la tiranía se vislumbra en las instituciones de la dictadura y la avanzada mercenaria de la persecución se agudiza solo debe prevalecer una consigna: «Unidad, valor y compromiso» No es tiempo de recular, es tiempo de avanzar, de conquistar nuestros sueños y ver solo el cielo como límite, debemos asumir ejemplos de nuestros próceres y cabalgar de nuevo hacia la libertad, sin mediar en ideologías y rescatar la patria del caos.
Fabricio Briceño