El reúso de aguas residuales tratadas en sectores vulnerables rurales del seco norte de Chile emerge como un nuevo recurso para los habitantes de este alargado país sudamericano.
La región de Coquimbo, que hace frontera al norte con el desierto de Atacama, uno de los más secos del mundo, sufre una dura sequía que se prolonga ya por 15 años.
Según datos de la Dirección Metereológica, en una estación regional situada en la cordillera de Los Andes, se midieron hasta el 10 de septiembre 30,3 milímetros (mm) de lluvia por metro cuadrado este año, cuando en todo 2022 cayeron 213 mm.
En otra estación, en la zona costera, durante el mismo periodo de 2023 las precipitaciones fueron 10,5 mm frente al nivel habitual de 83,2 mm.
Ante ese nivel persistente de sequía, localidades rurales y vulnerables de Coquimbo, mayoritariamente dedicadas a la pequeña agricultura, aparecen como un nuevo ejemplo de soluciones que se pueden replicar en el país para paliar la escasez hídrica.
“Las localidades rurales hoy ya están reusando aguas residuales o grises. Esto sí o sí va a pasar, con nosotros o sin nosotros, con ley o sin ley. Es tanta la necesidad de agua que las comunidades ven con buenos ojos las aguas residuales tratadas”: Gerardo Díaz.
El propósito es no desperdiciar el agua que corre por los desagües sino acumularla en estanques, tratarla y luego usarla nutriendo desde campos de alfalfa, a plantas nativas y árboles en parques y calles de las localidades involucradas. Es una respuesta a la sequía y a la expansión del desierto.
“Logramos implementar cinco proyectos de tratamiento de aguas servidas y reutilizar 9,5 litros por segundo que es, si lo llevamos a un valor comparado, el consumo de 2700 personas durante un año o el agua utilizada para regar 60 hectáreas de olivos”, contó Gerardo Díaz, gerente de sustentabilidad de la no gubernamental Fundación Chile.
Esos cinco proyectos impulsados por la Fundación dentro de su iniciativa Escenarios Hídricos 2030, son financiados por el gobierno regional de Coquimbo, que aportó el equivalente a 312 000 dólares. De ese total, 73 % se dedican a habilitar los sistemas de reúso, para lo que se han seleccionado plantas que necesitan mejoras pero no reconstrucción.
El objetivo común de esos proyectos, que tienen unos 6500 beneficiarios e conjunto, es la reutilización de las aguas servidas para desarrollos productivos, el reemplazo de agua potable o la recarga de acuíferos.
Díaz calificó a IPS como significativa la cantidad de reúso obtenida porque antes esta agua se descargaba en una quebrada, un canal o algún río donde tal vez era capturada aguas abajo.
Una exitosa experiencia piloto
En Coquimbo, con una población regional de unas 780 000 personas, existen 71 plantas de tratamiento de agua, la mayoría de lodos activados y casi todas vinculadas al programa de Agua Potable Rural (APR)), dependiente de la estatal Dirección de Obras Hidráulicas.
Los sistemas de lodo activados son procesos de tratamiento biológico de aguas residuales con microorganismos, que son muy sensibles en su operación y mantenimiento y los sectores rurales no tienen capacidad para cuidarlos.
“La mayoría de estas plantas de tratamiento no están funcionando o lo hacen de modo ineficiente”, admitió Díaz.
Pero una de esas plantas, una vez reacondicionada, ha servido de modelo para las demás desde 2018. Su desarrollo permitió a Dionisio Antiquera, técnico agrícola de 52 años, sacar adelante su campo sembrado con alfalfa.
“Hace años que tenemos déficit hídrico. Esta agua reciclada nos aporta mucho para producir en las ocho hectáreas del campo”, dijo en medio de su alfalfal en Cerrillos de Tamaya, uno de los municipios coquimbanos que recorrió IPS durante varios días para observar los cinco proyectos de reúso.
Detalló que solo usando agua reutilizada logró producir normalmente seis cosechas anuales de alfalfa con un rendimiento por hectárea de 100 fardos, como llaman localmente los empaques del forraje de unos 25 kilógramos por unidad.
“Son entre 4500 a 4800 fardos en la temporada productiva anual”, expresó con orgullo.
Estos fardos los vende fácilmente en la misma región pues son más baratos que los de otros productores.
Las aguas que usa provienen de una planta de APR que tiene 1065 usuarios de los cuales 650 le aportan agua, uno de ellos Antiquera.
En un costado de su alfalfal, está la planta que acumula los lodos que se deshidratan en piscinas y canchas de secado y en otro las aguas se cloran y llegan en estado natural a otro estanque.
“Esta agua anda bien para la alfalfa. Son aguas duras que tienen alrededor de 1400 partes por millón de sal. Después pasan por un proceso de osmosis inversa que saca la sal y el agua sale apta para consumo humano”, explicó el productor.
En Chile las aguas residuales tratadas no son consideradas aguas frescas o usables de manera directa por las personas y su reúso es solo indirecto.
Antiquera vendió al Estado media hectárea para instalar la planta y a cambio usa el agua obtenida y aporta 20 % al APR local.
Recientemente extendió su alfalfal a otras siete hectáreas, gracias al éxito con el agua tratada.
Flores y árboles, otros ejemplos virtuosos
En Villa Puclaro, en el municipio coquimbano de Vicuña, Raúl Ángel Flores, de 55 años, tiene un vivero de plantas ornamentales.
“Me ha ido espectacular. Mi vivero ha crecido con pura agua de reúso…. Tengo más de 40 000 plantas ornamentales, frutales, nativas, cactus. Entrego a revendedores de Vicuña y Coquimbo”, una ciudad portuaria de la región, contó a IPS.
El vivero tiene 850 metros cuadrados, un estanque de acumulación y bombas para impulsar el agua. Ahora tomó en alquiler un terreno de 2500 metros para ampliarlo.
Explicó a IPS gestiona el vivero unto con su mujer, Carolina Cáceres, y pese a que tienen dos hijas y un adulto mayor a su cuidado, «la venta de las plantas alcanza para todo». «También contraté un ayudante”, añadió.
En el verano (austral) usa entre 4000 y 5000 litros diarios de agua para el riego.
“Me sobra agua. Aquí se podría reutilizar en cualquier cosa”, opinó.
Incorporarse al proyecto permitió a Flores un aprovechamiento eficiente con un modelo de negocio que en este caso incorpora una tarifa por el agua a la administración de la planta, que equivale a 0,62 dólares por metro cúbico usado.
Fin a malos olores y surgimiento de jardines
En la comunidad de Huatulame, en el municipio de Monte Patria, la Fundación Chile construyó un humedal artificial superficial con el cual se puso fin a los malos olores provocados por efluentes provenientes de una deficiente planta de tratamiento por lombrifiltro (depuración con lombrices composteras).
“Este humedal nos trajo tranquilidad pues se eliminaron los olores. Desde hace un año las personas pueden pasear por la orilla del antiguo cauce del río” dijo a IPS la presidenta del APR Deysy Cortés, de 72 años.
La municipalidad de Monte Patria financió con el equivalente a 100 000 dólares el arreglo de la planta.
“Se cambiarán los aspersores, el sistema de filtrado y se pondrá aserrín y lombrices. Estará funcionando en un par de meses”, explicó el ingeniero agrónomo Jorge Núñez, consultor de la Fundación Chile.
Como en otras plantas renovadas, se garantiza una infiltración segura de aguas residuales mientras simultáneamente el proyecto fomenta la protección de pozos cercanos para dar agua a los pobladores.
Cortés advierte graves dificultades si no llueve el resto del 2023, pese al alivio de la planta para las tareas productivas.
“Veo un futuro muy difícil si no llueve. Volveremos al 2019 cuando en todas las casas había botellas con agua y un jarrito para bañarse una vez a la semana”, lamentó.
En una crisis reciente su APR pagó 2500 dólares por el transporte y el agua de cuatro camiones aljibes de 20 000 litros cada uno.
En Plan de Hornos, localidad del municipio de Illapel, se habilitó riego tecnificado utilizando aguas de reúso. Se reemplazó el agua potable para crear un espacio verde para goce de la comunidad.
El proyecto incluyó llaves en las casas para que los pobladores rieguen árboles y flores.
Arnoldo Olivares, de 59 años, es el encargado de la Planta que cuenta con 160 socios.
“Trabajo los dos sistemas. Echo al estanque agua potable. Esta después de pasar por las casas va al alcantarillado y acá hay un procedimiento para rescatar y tratar esa agua”, contó a IPS.
“Antes se perdían estas aguas y hoy las reutilizamos para regar los arbolitos. Antes trabajábamos manualmente, ahora está automatizado. Es un cambio tremendo, estamos felices”, aseveró.
Antiquera está contento con su éxito en Cerrillos de Tamaya, pero advierte que en su zona lo normal son 150 a 160 mm de lluvia caída al año y en 2023 se acumulan solo 25.
“La crisis hídrica obliga a tener alternativas y ser eficiente 100 %. No se puede perder una gota de agua. Anuncian un verano (austral) con altísimas temperaturas y eso significa que las plantas requerirán más agua para protegerse y producir”, dijo.
Para Díaz, el gerente sustentabilidad de la Fundación Chile, los proyectos de Coquimbo son totalmente replicables en otras áreas chilenas con estrés hídrico si se aplica un modelo colaborativo.
Advierte que “en Chile no existe una ley de reúso de aguas residuales tratadas. Solo existe la ley de aguas grises emanada hace años, pero que no tiene reglamento para implementarla”.
Pero explica que debido a la sequía, “las localidades rurales hoy ya están reusando aguas residuales o grises. Esto sí o sí va a pasar, con nosotros o sin nosotros, con ley o sin ley. Es tanta la necesidad de agua que las comunidades ven con buenos ojos las aguas residuales tratadas”.
La gobernadora de Coquimbo, Krist Naranjo, consideró que “se necesita una visión más amplia para valorar los recursos hídricos que son esenciales para la vida, especialmente en el contexto del cambio climático mundial”.
“Estamos trabajando en distintas iniciativas con distintos ejecutores, pero lo esencial es valorar la reutilización del reciclaje de aguas grises”, sostuvo a IPS desde La Serena, la capital regional.
ED: EG