La literatura económica establece que el ahorro es una variable esencial para promover el crecimiento y el bienestar de los países, dado que esta variable es un canal prioritario para financiar inversiones, promover el empleo y, definitivamente, generar el círculo virtuoso de la expansión económica.
Si un país cuenta con bajos niveles de ahorro probablemente no tenga suficiente músculo para ampliar las capacidades productivas, resolver las diferentes demandas ciudadanas y/o superar los períodos de crisis con menores dolores.
Ahora bien, la última cifra disponible del Banco Mundial relacionado al ahorro de nuestro país nos dice que aterrizó en 9% del PIB en 2014. ¿Y esto es poco, mucho o nada? Para saberlo, tenemos que hacer el odioso ejercicio de la comparación. Por ejemplo, los países miembros de la OCDE (países más avanzados o de ingresos altos) registran, en promedio, un 23% del PIB (2021), mientras que si consideramos todos los países de ingreso mediano alto tendríamos que ellos cuentan con una cifra que supera 30% del PIB (2019).
Considerando lo anterior, no es casualidad que esos países presenten un dinamismo superior en muchos aspectos en comparación con el nuestro. Es decir, gozan de mayor estabilidad macroeconómica e institucional, bajos niveles de desempleo, menor número de personas en situación de pobreza, mayor inclusión financiera, entre otras situaciones positivas.
Evidentemente, la cifra de ahorro actualizada debe ser menor (recordemos que solo tenemos la de 2014) tomando en cuenta que hoy los hogares, empresas y gobierno (principales fuentes de ahorro) tienen baja propensión o espacio para separar una fracción de sus ingresos y destinarlos a solventar necesidades futuras o financiar la adquisición de nuevos activos.
En otras palabras, actualmente Venezuela no tiene posibilidad de agrandar su “torta económica” con recursos propios, sino que solo le está quedando una alternativa o tal vez dos: deuda o donaciones.
Cuando se inicie el proceso de reconstrucción nacional que requiere el país, claramente será fundamental que diseñemos estrategias de promoción del ahorro. Para ello, tenemos que mirar las mejores prácticas de las economías avanzadas, revisar recomendaciones y analizar cada uno de los productos financieros más exitosos como el Plan 401 (k) en Estados Unidos o el Automatic Enrollment System en Reino Unido, por nombrar algunos.
Ciertamente, hay mucha evidencia para implementar propuestas que incentiven el ahorro básico destinado a financiar las actividades productivas y el fortalecimiento de las políticas sociales. Basta levantar la mirada.
Por último, y como dato adicional de este relato, vale destacar que Venezuela alcanzó tasas de ahorro cercanas a 40% del PIB precisamente en los años de precios elevados del petróleo (1974, 2006, 2007 y 2008). ¿Qué pasó? De eso se ha escrito mucho, dicen que pasó un “huracán bolivariano”, llevándose todo lo bueno y profundizando todo lo malo, y que eso, a buen entendedor, lo explica todo.
Oscar Morales Rodríguez
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