Una niña tocando un pequeño tambor y entonando una canción configuran la escena inicial de la película “Sound of Freedom” (Sonido de libertad) que está dando tanto de que hablar en los Estados Unidos, país donde se está proyectando.
El largometraje pone el foco sobre la trata visibilizando la explotación de niños, niñas y adolescentes y, al estar inspirada en hechos reales, hace que mucha gente se estremezca.
Un 28% de las víctimas de trata identificadas en todo el mundo son niños, alerta UNICEF y el ICAT (Grupo Interinstitucional de Coordinación contra la Trata). Cifra que se eleva a 64% considerando a mujeres y niñas en América Central y El Caribe.
Los organismos especializados no dudan que el número de víctimas es mayor porque no se denuncia por miedo a los traficantes, por temor a que les hagan daño a los familiares o simplemente porque se desconoce cómo denunciar.
¿Qué se entiende por trata? “La trata de personas significa el reclutamiento, transporte, transferencia, albergue o recepción de personas, mediante la amenaza o el uso de la fuerza u otras formas de coerción, secuestro, fraude, engaño, abuso de poder o de una posición de vulnerabilidad o de dar o recibir pagos o beneficios para lograr el consentimiento de una persona que tiene control sobre otra persona, con fines de explotación. La explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la prostitución de otros u otras formas de explotación sexual, trabajo o servicios forzados, esclavitud o prácticas similares a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos humanos”, tomando la definición del Protocolo aprobado por las Naciones Unidas.
Delito en ascenso
La Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) reportaba, a comienzos de 2021, que se había triplicado el número niños y niñas de víctimas de trata a nivel mundial en los últimos 15 años. Una perversa actividad que genera 150 mil millones de dólares al año.
La crisis generada por el Covid-19 aumentó el número de personas vulnerables, sin trabajo, sin escolarizar y desprotegidas socialmente y las expuso a grupos organizados que las ven como “mercancías” para obtener ganancias.
¿Y Venezuela? La película muestra la ruta que siguen los traficantes desde Norteamérica hasta llegar a Colombia, nuestro país vecino.
“Funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) de la Delegación de Los Teques, estado Miranda, rescataron a cuatro jóvenes (14 a 19 años) de una red de trata de personas que pretendían trasladarlas hasta Perú y Ecuador”, reporta el mismo organismo policial, a finales de julio de 2023.
La masiva migración generada por la emergencia humanitaria compleja desde Venezuela ha hecho que niños, niñas y adolescentes se desplacen de forma no segura, utilizando trochas y pasos no autorizados. Escogen las rutas más peligrosas pues se desplazan solos, con acompañantes que no son sus familiares o representantes, sin la documentación completa o actualizada lo que multiplica los factores de riesgo que permiten su traslado de forma ilegal y los hacen vulnerables a los depredadores.
Monseñor Mario Moronta, obispo de San Cristóbal, difundió un escrito donde respalda la denuncia que realiza la película al considerar que pone “el dedo en la llaga” en un grave fenómeno que ha ido en aumento.
“Hace varios años denuncié de manera pública, cómo en la frontera colombo-venezolana se daba esta triste realidad: tráfico de niños y adolescentes para ser conducidos a la prostitución, a la esclavitud, a la pornografía y a la venta de órganos. Lamentablemente no se hizo caso, más de uno dijo que era una invención más de alguien que tenía un poco de imaginación. Ha corrido mucha agua debajo de los puentes y la situación, lejos de corregirse, como que se ha perfeccionado. Hace algunos meses se descubrió cómo a niños y adolescentes migrantes se les secuestraba para quitarles los órganos que eran vendidos al mejor postor”, señala Moronta.
Para actuar frente al delito de la trata se requiere voluntad política. Sin ello es imposible contar con los recursos para investigar, identificar las zonas de riesgo, intervenir para desmantelar las organizaciones criminales involucradas, contar con programas de acogida, apoyo y acompañamiento a las víctimas, garantizar la identificación y documentación de los niños, niñas y adolescentes, programas de localización y reunificación familiar y trabajar en la cooperación transfronteriza de las autoridades de los países involucrados.
Cuidado con las redes sociales
Las redes sociales pueden convertirse en un universo para captar víctimas. La imperiosa necesidad y la falta de oportunidades se combinan para que adolescentes caigan ante ofrecimientos de castings, pasantías, becas que les cambiarán la vida.
Lanzarse a la aventura de ir a otro país porque a una de tus compañeras le está yendo muy bien, según comenta una intermediaria que se ofrece a ayudar con los trámites, debe activar a toda la familia en la defensa y protección de los suyos. Tenemos que hablar con nuestros muchachos de este tema y saber que miles de víctimas en todo el mundo anhelan escuchar un sonido de libertad.