La preocupación por la salud de sus ex compañeros de trabajo, enfermeros del Hospital Victorino Santaella, fue lo que llevó Luis Gerardo Hernández a darle un giro a su empresa familiar en plena cuarentena.
De bolsos ecológicos pasó a producir en cadena tapabocas; en un inicio los donó y ahora vende -un pequeño porcentaje- para poder reponer la materia primar y así no parar la producción.
Luis es la cabeza de una familia tequeña que vive en el sector La Cruz de la capital mirandina. Enfermero de profesión, laboró en el principal nosocomio altomirandino hasta una semana antes que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara al Covid-19 pandemia mundial.
«Preocupado por sus compañeros de trabajo, nos planteó a la familia la idea de elaborar tapabocas y donarlos», recuerda su esposa Patricia López. Es así como sacan un primer lote que entregan a los enfermeros del turno nocturno del HVS.
Tanto Luis como su madre, quien igualmente trabajó varios años en la parte administrativa del Santaella y hoy día confecciona trajes de baño, conocen como nadie las carencias que enfrenta el centro de salud.
«Los primeros los hicimos con retazos que quedaban de los pedidos, fueron 50 aproximadamente, se le entregaron a los del grupo de la noche y automáticamente comenzaron a pedir de otros turnos, por lo que tuvimos que hacer más», narra la joven.
La fábrica familiar @philostextiles, enfocada en bolsos y trajes de baño, no podía simplemente parar por la cuarentena y apagar las maquinas de coser hasta que se reanudaran las actividades.
«Si ellos se enferman – enfermeros y médicos – nosotros como sociedad quedaremos indefensos» , reseña Patricia, al referirse a la razón por la que han volcado todas sus energías en hacer mascarillas.
La calidad y variedad fue un polo para que otras personas y empresas los contactaran con la intención de pagar por el producto tan demandado; «fue una alternativa para conseguir recursos y así poder seguir donando».
Al ser Luis y Patricia padres de dos niñas pequeñas, comenzaron a hacer tapabocas mini «lo que fue un boom porque no se consiguen en el mercado tallas pequeñas».
En la actualidad, admite que la escasez de gasolina ha frenado el trabajo, pues no tienen como distribuir los tapabocas que tienen listos para donar, por ejemplo, al cuerpo de bomberos de Miranda.
«No hemos podido entregarlos por no tener como ir a San Pedro de los Altos porque nos quedamos sin gasolina», agrega.
Narra que cada vez que sale a la calle, llena su cartera de mascarillas las cuales va regalando, «le entrego a los guardias en la calle, si veo un abuelo con un trapo en la cara le doy uno, nuestro fin es ayudar».
Otra limitante que enfrentan es que comienzan a quedarse sin POP, que es la tela que utilizan para la elaboración; «le subieron el precio al doble y en Los Teques ya no se consigue».
Por lo que están dividiendo el poco material que les queda para poder donar en los próximos 10 días a las zonas más críticas, «creemos que esto va para largo y debemos ser responsables», sentencia.
Por lo pronto sus máquinas de coser no paran. Elaboran a diario de 100 a 150, de las cuales guardan para donación la mitad.
«Las últimos que estamos haciendo les estampamos el #QuédateEnCasa, para que la gente entienda que esa es la única manera de vencer el virus».
Patricia pide entender que solo «unirnos como hermanos, es lo único que nos va salvar».
Daniel Murolo
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