Hernando Sánchez Rey vivía en un bonito chalé de la Finca Country Club, un residencial de lujo con campo de golf y piscina en el municipio madrileño de Pozuelo de Alarcón. Pagaba por el alquiler de la vivienda unos 4.000 euros mensuales, tenía tres asistentas y cambiaba cada 15 días de coche por motivos de seguridad. Intentaba llevar una vida discreta, pero no se privaba de nada: compras caras, gimnasio, buenos restaurantes… y sin necesidad de tener que trabajar.
Su suerte cambió hace unas semanas cuando fue detenido por la Brigada Central de Estupefacientes de la Policía Nacional al salir de casa. Mientras era arrestado, su principal fuente de ingresos era desmantelada a 580 kilómetros de distancia, en la pequeña localidad pontevedresa de Cotobade. Allí, en un chalé oculto de miradas indiscretas, Hernando había dado órdenes de construir el mayor laboratorio descubierto hasta la fecha en Europa para procesar cocaína.
Hernando conoce de primera mano el ‘negocio’ de la droga. Es hermano de Gonzalo Sánchez Rey, alias ‘el coletas’, el hombre de confianza de Daniel ‘el Loco Barrera’, el gran capo de la cocaína colombiana. El clan había descubierto un método novedoso para inundar toda Europa con su mercancía. En lugar de arriesgarse a transportar la cocaína desde Suramérica, ¿por qué no procesarla en España?
Para ello, Hernando hizo levantar en la localidad pontevedresa de Cotobade un laboratorio que funcionaba las 24 horas del día y que se dedicaba a transformar la pasta de coca en cocaína lista para su consumo. La pasta de coca o ‘basuco’ es la principal materia prima de los narcos. Se extrae de la hoja de coca picada. Y tras un proceso de filtrado, oxidación, alcalinización, tratamiento con disolventes y precursores, y secado, se transforma en clorhidrato de cocaína, lo que finalmente sale al mercado.
“Creemos que han instalado el laboratorio en España porque es más rentable. Traer un cargamento tiene sus riesgos, porque la Policía te lo puede interceptar. El kilo de coca vale actualmente entre 25.000 y 30.000 euros. Pero la pasta de coca es muy barata. Si te la pillan la pérdida es menor. Además, es más difícil de rastrear. Sobre todo, con el método que habían ideado para traerla a nuestro país”, explican desde el equipo policial que ha participado en la operación.
Los narcos ocultaron más de 1.500 kilos de pasta de coca en una máquina que sirve para triturar piedras. Compuesta por dos cilindros que pesan cinco toneladas, la pasta estaba metida dentro de los cilindros ocupando todo el espacio. “Así no se puede detectar en un escáner ni rastrear con perros”, explican las mismas fuentes. La mercancía había salido de Buenaventura (Colombia) y había llegado al puerto portugués de Leixóes. De ahí a Galicia. La pasta de coca se escondía primero en una nave industrial de Pontevedra y luego era trasladada al chalé-laboratorio de Cotobade, que el grupo criminal había comprado.
Para procesar la cocaína, el cártel había traído seis ‘cocineros’ desde Colombia. Especialistas en este trabajo. Vivían y trabajan en el chalé. Sin salir. Sin teléfono móvil. Entre estrictas medidas de seguridad. Casi en condiciones de “semiesclavitud”. El laboratorio estaba montado a lo grande. Ya había procesado 251 kilos de cocaína (más de 15 millones de euros en el mercado).
Tenían material para trabajar durante meses. Guardaban 1.000 garrafas de 25 litros cada una de precursores líquidos “para seguir procesando cocaína durante un año”. Además, esperaban el envío de otros tres cargamentos de pasta de coca que sumaban 4.500 kilos que también iban a transportar de la misma manera (oculta en maquinaria) para poder poner en el mercado miles y miles de kilos de cocaína.
Conexión mexicana
La Policía Nacional está investigando la conexión del cártel colombiano con otros cárteles de México. Porque entre los 18 detenidos hay dos ciudadanos de ese país que tenían un papel fundamental en todo el proceso. Uno de ellos era ‘el ingeniero’, la persona encarga de sacar la pasta de coca de los cilindros. Y el otro era el ‘notario’, que daba fe de las cantidades que se procesaban.
Las sospechas es que la mercancía, obviamente, procedía de Colombia, pero la logística, el transporte y la financiación procedían de socios mexicanos. La droga ya procesada e incautada (251 kilos) tenía la marca de ‘Superman’. Este logo ha sido utilizado desde mediados de los 90 por la organización encabezada por Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, líder del cártel de Sinaloa. Estas conexiones se están investigando.
Entre los detenidos también hay varios ciudadanos españoles, viejos conocidos de la Policía Nacional, asentados en las islas Canarias y que habían ayudado a los narcos suramericanos en toda la logística que conllevó la instalación del laboratorio en Galicia. Los ‘canarios’ siempre se citaban en un restaurante madrileño para recibir instrucciones, nunca de manera directa, de Hernando Sánchez Rey. La brillante operación policial ha durado casi un año hasta la caída del jefe del grupo, que dirigía la ‘oficina’ del cártel en España.