Para muchos quizá se trate tan solo de un pedazo de tela trenzada o de uno más de los elementos que acompaña el uniforme escolar. Pero el cordón de brigadier general que lleva Axlyn Rodríguez en el brazo derecho es, en realidad, el símbolo de una nueva etapa para ella y más de 4000 niñas, niños y adolescentes venezolanos que han tenido que abandonar su país de origen y que ahora buscan adaptarse a su nuevo hogar: Tumbes.
La región fronteriza, ubicada en el extremo norte del Perú, ha sido testigo, desde el año 2018, del tránsito de más de un millón de migrantes venezolanos. De ese enorme caudal, unos 20 mil decidieron asentarse en Tumbes, según cifras estimadas por UNICEF. Una de esas 20 mil historias es la de Yarinés Martínez, madre de Axlyn Rodríguez, quien dejó, en 2019, su natal Los Teques, buscando un mejor futuro para sus tres hijos, a costa, incluso, de separarse de ellos durante dos años.
Una vez instalada en Tumbes y tras reponerse de las consecuencias de la pandemia, Yarinés pudo lograr que sus dos hijas menores llegaran al Perú para reencontrarse con ella: Axlyn (16) y Daniela (11). En pocos días, sin embargo, la euforia familiar dio paso a una angustiante incertidumbre en torno a la adaptación de las recién llegadas. A las dificultades para lograr la inscripción al sistema educativo se sumaron los desafíos de la virtualidad -en el contexto de la pandemia del COVID-19, lo que no favoreció el relacionamiento entre las jóvenes y sus compañeros peruanos.
Mientras Daniela lograba poco a poco adoptar el ritmo de sus clases, Axlyn sufría la incomunicación y el aislamiento. A duras penas, pudo acabar el año escolar 2021. “Mi experiencia en las clases virtuales fue horrible. La verdad no me entendía con los profesores. No interactué con nadie, ni me hice amiga de nadie”, recuerda.
La vuelta a las clases presenciales, no fue lo que ella esperaba. Todo era nuevo y a la vez desconocido e intimidante: el uniforme, los profesores, los compañeros.
A pesar de sus intentos por integrarse, Axlyn y Daniela se sentían ignoradas. La distancia que sentían con sus compañeros, atravesada por la desconfianza hacia la población migrante y una xenofobia muchas veces soterrada, hicieron que ir a la escuela se convirtiera en una angustia diaria.
Al tanto de todo, Yarinés decidió actuar de inmediato. Docente de formación, pero dedicada a otras labores en Tumbes desde su llegada, solicitó la intervención de autoridades y profesores del colegio. “Yo les decía: ‘Hijas, pa’ lante. Vamos a buscar ayuda. No decaigan. Hemos rodado tanto, hemos sufrido tanto, para dejarnos caer ahorita’», cuenta. Gracias a su contacto con la red de instituciones que apoyan a la población migrante, Yarinés pudo garantizar a sus hijas terapia psicológica gratuita, brindada por la ONG Encuentros. Esto, sumado a la presencia de UNICEF en la escuela, a través de un enfoque de educación inclusiva, generarían resultados positivos.
Poco a poco, Axlyn empezó a tener mayor participación en el aula. Los profesores la incluían en más actividades y, desde la dirección, decidieron nombrarla brigadier general del colegio por su desempeño.
Con el cordón de brigadier general en el brazo derecho, los cambios en Axlyn empezaron a ser cada vez más visibles. La distancia con sus compañeros se acortó y, de pronto, nuevos lazos de amistad fueron surgiendo. Omar Arca pudo presenciar todo eso desde una de los pupitres del salón del quinto año de secundaria. “Axlyn se fue ganando el cariño de todos. Es una chica extraordinaria”, dice de la que ahora es su mejor amiga.
El caso de Axlyn es una prueba viva del impacto positivo que tiene para la integración de los niños, niñas y adolescentes contar con instituciones educativas sensibles y comprometidas. Para garantizar las mismas oportunidades para todos, UNICEF trabaja en articulación con el Ministerio de Educación y sus respectivas dependencias en cada región, buscando generar las condiciones para lograr un sistema educativo inclusivo.
Mediante la instalación de espacios de nivelación escolar destinados tanto a estudiantes migrantes como peruanos, UNICEF aspira no solo a lograr avances académicos, sino a generar instancias de socialización e intercambio donde niños y niñas puedan conocerse y se produzca empatía. “La educación me ayudó muchísimo a insertarme más. Llegué aquí como una nube, no sabía dónde ir, qué hacer, cómo actuar, pero el conocer el país fue esencial para crecer”, dice Axlyn.
En ese sentido, el programa de reforzamiento académico, denominado Diverticlases, viene siendo clave para los estudiantes venezolanos. La iniciativa se aplica en diez escuelas de Tumbes, pero se extenderá a toda la región en el año escolar 2023.
Los miedos han quedado atrás. Actualmente, la participación de Axlyn en los espacios creados en las escuelas por UNICEF sirve para llevar el mensaje de integración a más peruanos y venezolanos.
Nos explica Axlyn, quien ahora es una de las mejores alumnas de su clase y se prepara con mucha dedicación para postular a la carrera de medicina en la Universidad Nacional de Tumbes. “Mi escuela es ahora como un segundo hogar”, dice emocionada.
Vía Unicef