Enclavado en el sur de la Ciudad de México, se ubica el barrio San Angel, un lugar acogedor de calles empedradas que se ha convertido en punto de encuentro de turistas extranjeros. La arquitectura de sus casas, han servido de locación para la filmación de novelas y películas de época.
La mayoría de las casas coloniales de amplios ventanales de colores tierra que reposan sobre sus angostos callejones fueron convertidas en restaurantes con amplias terrazas y mesas al aire libre para degustar desde platos típicos oaxaqueños hasta especialidades francesas e italianas. Mientras esperan los platillos los comensales disfrutan de la música en vivo, interpretados por artistas de la región.
Algunas casas fungen de galerías de arte para dar a conocer las obras de los artistas plásticos y orfebres, escultores y textileros de Puebla, Ciudad de México, Guanajuato, Guadalajara y Oaxaca. Cada pieza que exhiben estos centros reflejan los colores, el sentimiento y las expresiones de los pueblos aztecas. Las precisiones de los trazos de las pinturas, la delicadeza de las tallas de madera y de las esculturas de metal impresionan a propios y extraños.
El arte está presente hasta en las señalizaciones de los callejones, escritos en letras góticas en azul, enmarcados en hierro forjado. El pequeño pueblo cuenta con una capilla construida con trozos roca volcánica y a sus alrededores reposa un jardín, ideal para descansar y respirar las ventizcas de aire fresco que se cuelan en horas de la tarde.
El lugar está plagado de tiendas de curiosidades donde consigues desde colecciones de botellas de refrescos hasta portavasos de la década de los años 50, elaborados con resina y pigmentos naturales. Al frente de los negocios, se ubica la Plaza de San Jacinto. Allí los pintores se apuestan con sus caballetes a darle rienda suelta a sus pinceles para crear paisajes, formas abstractas y retratos de personajes icónicos del país azteca. Pasear por las orillas de la plaza es como si estuvieras en un museo. Mientras vas caminando, te vas topando con las obras. Pero a diferencia de las galerías, tienes la oportunidad de hablar con sus creadores. Con ellos puedes disertar de arte, de sus vidas, de cómo llegaron a ese mágico lugar y de la musa que los inspiró.
En una de las esquinas de la plaza, sentado en un banquillo dándole forma a la silueta de una mujer, se encontraba Raúl Villegas. Cuenta que es arquitecto y que los fines de semana se escapa a San Ángel para deslastrarse por varias horas del estresante ritmo de vida de la Ciudad de México. Él pinta desde los 10 años, es autodidacta. Aunque no pasó por una escuela de arte, los retratos y los cuerpos que plasma en su lienzos, calcan a la perfección las expresiones y posturas de sus modelos.
«Venir aquí me permite desconectarme de la rutina, me da la tranquilidad que necesito para inspirarme. Mi ritmo de trabajo es agotador, es estresante. Y esto es mi oasis. Muchos se me acercan para preguntarme en cuánto vendo los lienzos, o me dicen: Oye hazme un retrato, pero les aclaro que no están en venta. Lo hago como catarsis», comenta.
Un bazar que recoge historia y tradición
Recorrer el barrio de San Ángel y no detenerse a escudriñar en el Bazar Sábado, es como si visitaras Ciudad de México sin tomarte una fotografía frente al Ángel de la Independencia. El lugar situado, justo al frente de la palza San Jacinto, reune el trabajo de cientos de ceramistas, pintores, escultores, textileros, talladores y artesanos. Este centro es emblema de la cultura popular mexicana.
Natalia Matamoros
Periodista venezolana en México
Editora de la página www.espalante.com