Biden abre el camino a Kamala Harris con un duro ataque a Trump en la apertura de la Convención Demócrata

Redaccion El Tequeno

«Amo mi puesto. Pero amo más a mi país». En esos términos, Joe Biden se despidió anoche (madrugada de hoy en España) del partido político al que ha dedicado cinco décadas y media de su vida y que le ha obligado a renunciar a su candidatura a la reelección como presidente ante el temor de que su edad facilitara una victoria de Donald Trump. Una victoria que Biden, en su discurso en el primer día de la Convención Demócrata, volvió a presentar como un peligro directo y extremo para la democracia estadounidense.

Por EL MUNDO

Podría haber sido un momento amargo. Al fin y al cabo, los líderes demócratas presentes habían sido quienes echaron a Biden de la carrera después de su desastroso debate contra Trump el 27 de junio. Bien visible, con un vestido amarillo y un cartel «Te amamos, Joe» estaba precisamente la ex presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, que es quien más hizo para que el presidente arrojara la toalla aunque también intentó sin éxito que éste, al irse, designara como su sucesora en la campaña a Kamala Harris. Biden y Pelosi han dejado de hablarse, pero en la noche de Chicago, ante las más de 20.000 personas que llenaban el palacio de los deportes United Center, en el que juega el equipo de baloncesto ‘Chicago Bulls’ nadie estaba para recriminaciones.

Los cánticos de «te queremos Joe» y «gracias Joe» interrumpieron constantemente el discurso de una hora del presidente, del que no se espera que tenga nuevas apariciones públicas de este calado hasta después de las elecciones, cuando se despida de la Casa Blanca y de la política para dejar paso a Kamala Harris, que había hecho una aparición por sorpresa antes de Biden, para calentar los ánimos. Quien presentó al presidente fue, sin embargo, su hija Ashley, en lo que luego él comentó como «el momento cumbre de la noche». Para los asistentes, sin embargo, ese título corresponde a la ovación final de varios minutos a Biden, que abandonó el escenario visiblemente emocionado.

Biden logró encandilar a una audiencia entregada de antemano con un feroz ataque electoralista a Donald Trump. Repitió uno por uno los argumentos que ha empleado, usualmente con éxito, contra el ex presidente y ahora candidato republicano a la Casa Blanca. Desgranó los éxitos de su Gobierno y compartió el crédito con Harris, cuyo nombramiento como vicepresidenta en 2020, dijo, «es la mejor decisión que he tomado en mi carrera». Justificó, sin entrar en detalles, su renuncia a la candidatura que como un acto de generosidad cuando dijo que «amo este puesto, pero amo más a mi país». Ése era el eje de su argumento: Trump es una amenaza para EEUU. Según el presidente, los ciudadanos deben votar cuando empiecen a poder hacerlo – en algunos estados, en tres semanas – «para defender la democracia». Como dijo Biden – echándose flores a sí mismo al tiempo que lanzaba una puya a Trump – «como presidente vuestro, mi determinación ha sido que Estados Unidos vaya hacia adelante, no hacia atrás».

En una Convención que va a escapar de la política exterior como del agua hirviendo, Biden es uno de los pocos oradores capaces de entrar en ese terreno. Recordó que «Putin pensaba que iba a tomar Kiev en tres días, y tres años después Ucrania sigue siendo libre» y se atribuyó el inexistente triunfo de que el PIB de China no haya superado al de Estados Unidos. También admitió, en una contradicción de su propia política marcada por las necesidades electorales, que los críticos del apoyo incondicional estadounidense a Israel en la guerra de Gaza «tienen un punto de razón». Justo cuando hablaba, unos activistas trataron de desplegar una pancarta que decía «Stop a las armas a Istrael», pero fueron rápidamente expulsados por los servicios de seguridad de una Convención que está haciendo gala de un caos y una desorganización absolutamente sin igual.

Pero Biden, en su intervención, también dio muestras de por qué los donantes y los líderes demócratas le obligaron a hacerse a un lado. Aunque su actuación fue buena, su dicción, que nunca ha sido la mejor, le hizo a veces ininteligible. Su voz experimentó altos y bajos que no se corresponden a los de un discurso bien leído. Y su tartamudez, que superó en su infancia, se dejó ver en ocasiones.

Antes que Biden había hablado la ex secretaria de Estado y ex senadora Hillary Clinton, a la que Donald Trump arrebató la victoria pese a haber sacado tres millones menos de votos en 2016. Algunos comentaristas calificaron su intervención como «el disutso del resentimiento», no solo por su derrota frente a Trump sino, también, a Obama en 2008. Cuando perdió las primarias demócratas por la mínima aquel año, Clinton se despidió con un discurso en Washington en el que habló del ‘techo de cristal’ que, dijo, impide a las mujeres alcanzar determinadas posiciones en la sociedad. «No lo hemos roto, pero le hemos causado miles de grietas», dijo entonces. Ahora ha vuelto con el mismo símil. Vestida de blanco, en un guiño nostálgico a las sufragistas de hace un siglo, Clinton dijo que «Sé que aún no hemos roto el techo de cristal, pero algún día alguien lo hará y espero que sea lo antes posible».

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