Diciembre ha venido cargado de noticias. Los acuerdos de Barbados están produciendo decisiones muy llamativas casi a diario en estos días cercanos a la navidad. En un ambiente venezolano cargado de una cotidianidad compleja por la marcha de la economía, ver avances importantes, en el marco de la negociación, despierta el interés de una parte de la ciudadanía.
Hay que destacar que, particularmente en Venezuela, las expectativas de solución a partir del espíritu de Barbados eran relativamente bajas. Los antecedentes en las conversaciones entre la oposición y el gobierno de Maduro, con el acompañamiento de terceros países, fueron directo al fracaso. No avanzaron más allá de anuncios retóricos preñados de buenas intenciones. No obstante, ahora las circunstancias y el formato de negociación son muy distintos.
Ahora, la gran protagonista de la negociación acerca del conflicto político en Venezuela es la “bilateralidad”. Si, esa que llevan adelante las administraciones de Joe Biden y Nicolás Maduro usando una línea directa de comunicación. Algo que, por cierto, nunca pudo ser posible por los extremos políticos desatados cuya influencia hacía desprestigiar a los líderes que intentasen cualquier acercamiento para resolver situaciones particulares más allá de las globales.
Pero ¿cómo se ha llegado a la “bilateralidad” con tanta pirotecnia alrededor? Pues, las circunstancias han sido las grandes protagonistas. La geopolítica global, impactada por el conflicto ruso-ucraniano más el involucramiento directo de toda Europa y los Estados Unidos, amén de las nuevas posiciones diplomáticas chinas en el escenario internacional, han introducido elementos muy importantes en relación al comercio de energía. Y es allí donde entran Venezuela y los Estados Unidos.
Adicionalmente, el fenómeno migratorio occidental, con el enorme peso que tiene nuestro país en él, hizo que se juntaran el “hambre con las ganas de comer”.
A partir de estas circunstancias y a la experiencia particular que vivió el presidente Biden, en el proceso complejo de negociación que desarrolló con Cuba durante la administración Obama siendo él vicepresidente, se abrió esta “línea directa” alejada de fantasmas e intereses extremos cuyos primeros resultados estamos viendo en estos días de navidad.
Obviamente, nadie puede decir que esto será fácil. Nicolás Maduro está firmemente empeñado en lograr su reelección presidencial. Los números hasta ahora, no le favorecen. Su principal adversaria política María Corina Machado le aventaja por más de treinta puntos porcentuales en intención de voto.
Uno de los aspectos cruciales en el proceso de negociación es la garantía de unos comicios competitivos y reconocidos por los factores internos de Venezuela más toda la comunidad internacional. Este “pequeño detalle” será muy monitoreado para poder continuar abriéndose la posibilidad de levantar completamente las sanciones y reabrir el crédito financiero global para Venezuela, amén de impulsar inversiones privadas masivas en el país en el corto y mediano plazo.
Ante las enormes complejidades del caso Venezuela, el hecho que Biden y Maduro se comuniquen directamente puede ayudar muchísimo en lo que viene. Un estatus de esa naturaleza en la diplomacia internacional es muy raro. Una línea directa trasciende el cúmulo de extremos e intereses que siempre han saboteado cualquier posibilidad de avanzar concretamente en la solución del conflicto venezolano. También hay que resaltar la posición de Catar y Brasil que, muy discretamente, se han involucrado dando el apoyo necesario para seguir avanzando.
Seguramente los días navideños que restan y el primer trimestre del próximo año nos sorprendan mucho más allá de lo que imaginábamos hasta hace muy poco. El país y la región están ávidos de buenas noticias. Esperemos que no se vuelva a enturbiar el camino.
Piero Trepiccione
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