«Ser verde» parece ser el lema favorito de Jacquline Kisato cuando explica con pasión el logro de una toalla sanitaria ecológica, un producto con el que espera ayudar a empoderar a las mujeres y a las adolescentes, a la vez que pone un dinero inesperado en los bolsillos de los agricultores.
Kisato es profesora de Diseño de Moda y Mercadeo en la Universidad Keniata (UK, en inglés) y actualmente trabaja en un proyecto para desarrollar compresas asequibles y ecológicas, además de encontrar una solución para materiales de envasado sostenibles.
La empresa de Kisato comenzó para ayudar a las comunidades a encontrar una fuente de empleo mediante la comercialización de productos derivados de los tallos de la banana, considerados inútiles por los agricultores y que normalmente se dejaban pudrir en las plantaciones.
Después de que el gobierno keniano prohibiera el uso de bolsas de plástico en 2018, surgió la necesidad de encontrar alternativas inmediatas.
Las bolsas de plástico eran una necesidad para los comerciantes y los vendedores de comida rápida, un artículo que facilitaba a los clientes llevar sus productos a casa. Sin embargo, a pesar de su ventaja, su impacto negativo en el medio ambiente ya no podía pasarse por alto.
“Empecé a plantearme este proyecto desde un punto de vista empresarial sobre cómo podría comercializar las fibras de tallo de plátano. El gobierno acababa de prohibir las bolsas de plástico de un solo uso, y los vendedores del mercado necesitaban alternativas para atender a sus clientes”, dijo Kisato en una entrevista con IPS.
“Las toallas higiénicas mal desechadas también formaban parte del problema de la contaminación, ya que estaban compuestas de plástico”, añadió.
Sin embargo, según Kisato, su necesidad de empoderar a las mujeres y a las jóvenes mediante compresas asequibles fue algo que siempre tuvo en mente tras darse cuenta de las dificultades por las que pasaban las niñas cuando iban a la escuela.
“Un día, mientras caminaba por los pasillos, una estudiante del campus me paró y me preguntó si podía ayudarla con un paquete de compresas. Este incidente me conmocionó, ya que durante mucho tiempo había dado por sentado que la pobreza menstrual solo afectaba a las estudiantes de secundaria», afirmó.
Kisato y su equipo de investigación entrevistaron a 400 adolescentes de educación secundaria de Gatundi, Kibera y Kawangware, populosos asentamientos cercanos a Nairobi, la capital de Kenia, y descubrieron que más de 50 % de las chicas de estas zonas de bajos ingresos apenas podían permitirse comprar compresas ni siquiera para cuando estaban fuera de casa.
Una situación que la llevó a pensar que había que hacer algo al respecto.
Fue durante su investigación sobre las alternativas a las bolsas de plástico cuando se dio cuenta de que podía resolver dos problemas a la vez.
Kisato, por tanto, solicitó el Fondo Nacional de Investigación (NRF, en inglés) en 2018 con el objetivo de desarrollar bolsas de plástico y compresas ecológicas. Su deseo se hizo realidad cuando en 2020 el NRF concedió a la Universidad Keniata el equivalente a 62 000 dólares, y la especialista asumió el liderazgo como investigadora principal del proyecto.
Su equipo está formado por académicos de distintos departamentos e instituciones, así como por estudiantes de doctorados y maestrías, y cada uno de ellos desempeña un papel fundamental en el desarrollo del proyecto.
“Dirijo un equipo de ingenieros del Instituto de Investigación y Desarrollo Industrial de Kenia (Kirdi, en inglés), cuya tarea consiste en aplicar ingeniería inversa a máquinas capaces de extraer la fibra de los tallos de la banana y utilizarla para crear envases y compresas ecológicos, explicó”, explicó Kisato.
«También cuento con investigadores de la Universidad de Moi cuyo trabajo consiste en convertir la fibra extraída en materiales blandos para su uso», añadió.
El objetivo de Kisato era producir toallas sanitarias de calidad que pudieran competir con lo que ya había en el mercado sin dejar de ser ecológicas, hecho que la llevó a buscar la experiencia de Edwin Madivoli, profesor de química de la Universidad de Agricultura y Tecnología Jomo Kenyatta (JKUAT).
Según Kisato, las toallas que hay en el mercado tienen un componente llamado hidrogel, que les permite retener líquidos durante más tiempo, y además están forradas con láminas de plástico para evitar cualquier fuga. “Nuestra intención es replicar lo mismo pero utilizando materiales bioplásticos, que pueden degradarse frente al plástico normal que se está utilizando», explicó.
En su investigación, Kisato también descubrió que, de media, las africanas llevaban las compresas durante más tiempo que las mujeres y niñas de los países desarrollados, por lo que corrían el riesgo de contraer infecciones bacterianas. Esto se debía al limitado acceso y asequibilidad en África para estos productos de higiene femenina.
“El periodo recomendado de uso de una compresa es de unas tres horas, lo que significa que debe cambiarse al menos tres veces al día para evitar el riesgo de infecciones. Sin embargo, este no es el caso de muchas niñas en África debido a la pobreza”, explicó la médica.
Por eso, dijo, “pensamos que añadir propiedades antimicrobianas a nuestro producto lo haría tan bueno o incluso mejor que lo que había en el mercado”.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
El equipo de investigación también descubrió que había muchos mitos en torno al flujo menstrual entre las chicas jóvenes, un hecho que provocaba mucha estigmatización y que, además, dificultaba que entendieran cómo usar correctamente las compresas.
Algunas de las ideas más destacadas que las chicas se contaban unas a otras en relación con el flujo menstrual eran:
- Es una maldición de Dios.
- Las mujeres que tienen la menstruación son consideradas sucias e impuras.
- Se les pone la cara pálida por la pérdida de sangre.
“Se trata de creencias que hay que eliminar animando a los padres y al gobierno a hablar abiertamente de la menstruación con las niñas”, aseguró la especialista.
Para la segunda fase del proyecto, los conocimientos químicos de Madivoli resultaron muy útiles, y el Fondo de Becas de Investigación e Innovación estuvo encantado de añadir otros 60 000 dólares para que Kisato y su equipo continuaran lo que habían empezado.
“Mi función es garantizar que nuestras compresas sean de la misma calidad que las que hay en el mercado y, al mismo tiempo, respetuosas con el medio ambiente, que es el objetivo principal de todo este proyecto”, afirmó Madivoli a IPS.
Detalló que su tarea es “desarrollar hidrogeles, producir bioplásticos y encontrar la forma de incorporar propiedades antimicrobianas a nuestros productos para proteger a las usuarias de posibles infecciones”.
La JKUAT recibió una financiación equivalente a unos 5500 dólares de la Agencia Nacional de Innovación de Kenia para ayudar a Madivoli en esta investigación.
«Los tallos de las bananas se secan en las granjas y producen grandes cantidades de metano, un gas de efecto invernadero nocivo que contribuye a los problemas del cambio climático que intentamos atajar”, detalló Madivoli. «Tener un uso alternativo para esos tallos limita, por tanto, el efecto invernadero en la atmósfera», dijo.
Madivoli señaló que la mayoría de los cultivadores de bananas y plátanos (bananos para cocinar)no suelen saber qué hacer con los tallos una vez que han terminado su cosecha, y este proyecto les ofrece una forma de obtener unos ingresos extra, ya que esperan comprarles los tallos al equivalente a 20 centavos de dólar cada uno.
«Este proyecto no solo será respetuoso con el ambiente, sino que también creará puestos de trabajo para las personas que vayan a cortar los tallos a las granjas, al tiempo que se encuentra un uso para la biomasa que los agricultores creían inútil», concluyó.
Una vez en marcha, esperan abastecerse de tallos de bananas de condados y áreas del oeste de Kenia.
Stephany Musombi es una de las estudiantes del equipo de Kisato, especializada en textiles cuya tarea en el proyecto consiste en idear materiales de envasado de calidad.
“Además de la fibra de banana, estoy experimentando con otras biomasas, como la piña y las algas marinas”, dijo Musombi a IPS. “Si encuentro la forma de que esto funcione, el proyecto abrirá un mercado para la biomasa de algas y piña”, explicó.
El proyecto de Kisato no podría haber elegido un mejor momento, ya que existe un impulso internacional conjunto para encontrar soluciones ecológicas que ayuden a mitigar el cambio climático. El 4 de septiembre de 2023, Kenia también acogió la primera Cumbre sobre el Clima de África, que atrajo a los gobernantes de todo el continente.
El presidente de Kenia, William Ruto, se desplazó en un pequeño automóvil eléctrico hasta el Centro Internacional de Convenciones de Kenia, donde retó a los líderes e innovadores africanos a encontrar soluciones sostenibles para sus actividades diarias que puedan ayudarles a reducir la huella de carbono en el continente y en el mundo.
“África puede cubrir todas sus necesidades energéticas con recursos renovables. El continente tiene potencial suficiente para ser totalmente autosuficiente utilizando energía eólica, solar, geotérmica, biomasa sostenible e hidroeléctrica. África puede ser un centro industrial ecológico que ayude a otras regiones a alcanzar sus estrategias de cero emisiones netas para 2050”, dijo Ruto en la apertura de la cumbre.
Kisato espera que su producto de higiene femenina llegue al mercado a finales de este año, que planea que sea asequible para todas las mujeres. Su intención es asociarse con empresas de nueva creación o ya establecidas que se dediquen a los artículos de aseo.
“El paquete sanitario más barato del mercado cuesta 140 chelines (0,92 dólares). Esperamos que el nuestro llegue a costar 100 chelines (0,66 dólares)» e ir bajando posteriormente, concluyó Kisato.
El vicerrector de la Universidad Keniata, Paul Wainaina, elogió el proyecto, afirmando que permitirá al país satisfacer sus necesidades industriales al tiempo que conserva el ambiente.
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