La oposición no ha encontrado una fórmula duradera de dirección quedando expuesta a las maniobras y manipulaciones de una usurpación que no le perdona el hecho de que exista, como si le fue perdonada la vida misma a esa ultraizquierda que varias décadas atrás intentara derribar al gobierno legítimo por las armas. En todo el siglo XX, los partidos que han reclamado el ejercicio de la democracia hasta el cansancio son los menos democráticos del mundo, pues dependen del capricho y del interés de sus propietarios por lo que no puede hablarse de líderes que actúan tras bastidores. No hace mucho, esos propietarios, incapaces de rendirles cuentas a nadie, eternizados en la jefatura partidista a pesar de los reiterados fracasos, después de pedir el cuello de los mandamases del Estado, se sentaron a negociar con estos antes de un 21 de noviembre de resultados que no les quedó más remedio que pactar, bajo el chantaje. Todavía nadie, absolutamente nadie de la prensa, ha logrado entrevistarlos libre y públicamente, por lo que sus ayudantes, carga-maletines y figurones de tercera, apenas balbucean algo mientras incurren en la desgraciada contradicción de acordarse con el enemigo que dicen combatir a ratos, puesto que en otros ratos diligencian el levantamiento de las sanciones internacionales.
De la Coordinadora Democrática que confederaba cuanto partido hubiese, no importa si de maletín, a la Mesa de la Unidad Democrática, de pocos, pasajeros y luminosos capítulos que la ennoblecieron para la historia, el predominio ha sido de los caudillos de pacotilla, cosa rara, por siempre adinerados. La política, lo político y los políticos, más aún después de Chávez, dejaron de ser lo que una larga tradición universal había sido y determinado, desde el Occidente que alumbró el reconocimiento de la dignidad humana y de las libertades que la explican, para convertirse en una experiencia de la irracionalidad y de la contradicción perpetua de un Estado criminal, al que poco importa la tragedia humanitaria y la imparable hiperinflación en una republiqueta de bodegones con productos importados que no reúnen los estándares sanitarios mínimos. Entonces, esa oposición, a la medida de las conveniencias del régimen, por supuesto, no le da dolor alguno de cabeza sus muy visible que sea su incoherencia, y va generando un relevo del muchacho que se dice socialdemócrata, liberal, demócrata-cristiano, marxista y hasta nada, que conecta con alguna mafia y hace de su activismo político un paseo constante en ese carro con chofer que le da estatus de líder, debidamente escoltado.
Demasiado los errores cometidos hasta ensuciar a una institución de histórica significación como lo ha sido el parlamento, aunque ya nadie cree que exista según lo señalan las encuestas que, constantemente, se realizan. Cumplido el mandato constitucional de 2016 a 2021, en enero de este mismo año hubo que prolongarlo por aquello de que un diputado libremente electo sólo es reemplazable por otro diputado libremente elegido. Y esto no ha sucedido por lo que hay consenso entre los constitucionalistas para extender el periodo. Sin embargo, en lugar de intentar un consenso, el llamado G4 de una triste y reconocida actuación que ha defraudado a la población, se ceba contra Juan Guaidó, quien tampoco ha resultado el líder que se esperaba. Y no se les ha ocurrido otra cosa que constituirse en una especie de junta de gobierno, dándole plenos poderes a la Asamblea Nacional para perfeccionar el secuestro de Guaidó, como ha ocurrido desde 2019. Todo esto ha ocurrido a espaldas de la Constitución que juran defender, dando con una ridícula versión de un gobierno parlamentario que sólo tiene interés en los bienes y activos de Venezuela en el exterior, bajo el pretexto de que hay que financiar la campaña presidencial en 2024.
Una asamblea que desconoce su cuerpo, porque en realidad no se sabe ni quiénes quedaron: unos han renunciaron y no se ha hecho público, otros en un exilio que ni siquiera participan en las sesiones, utilizando principales y suplentes de la misma curul, que por cierto no es válido, aunque utilizan la figura de delegada, con los jefes de cada una de las comisiones sin la participación de diputados. En resumidas cuentas, un parapeto que sirve para mantenerle el estatus político a un grupo seleccionado, lo que refleja la oposición que ha quedado.
Este 2022 debemos consolidarnos como una mayoría opositora que incluya a todos aquellos que adversamos al régimen. No podemos continuar detrás de un parapeto manejado por unos pocos para mantener su propia estabilidad. Este 2022 es un año de resistencia, insistencia y persistencia, para así poder encontrar el camino que nos permita el surgimiento de esa democracia que tanto añoramos, así como el regreso de los siete millones de migrantes para que sean parte de la recuperación de nuestra amada Venezuela. Les deseo a todos los venezolanos un Feliz Año 2022.
@freddyamarcano