Para el pueblo zuliano, el Lago de Maracaibo tiene un profundo significado en los ámbitos idiosincrático, cultural, histórico y económico. Sus más de 13.800 metros cuadrados de extensión le ubican entre los tres lagos más grandes de América Latina, mientras que en Venezuela encabeza la lista.
Por Versión Final
Es el orgullo de toda una región, a la que además de engalanar con su imponente belleza natural, ha proveído de riqueza petrolera al Zulia y todo el país, y ha sustentado la economía local pesquera y turística.
Por si fuera poco, este estuario alberga decenas de especies que hoy se encuentran en riesgo por la contaminación que lo asfixia, que no solamente se trata de costas abarrotadas de desechos sólidos, sino que también comprende preocupantes derrames petroleros y, más recientemente, la presencia de una cianobacteria que se ha esparcido en sus aguas de manera veloz desde finales de junio.
Una emergencia ambiental
Un pútrido olor emana de las aguas del lago, donde está expandiéndose una capa verde que hoy ocupa el 70% de su superficie. Se trata del llamado “verdín”, en el que está presente la cianobacteria microcystis, que, según han advertido especialistas en la materia, produce microcistina, una toxina considerada de riesgo para la salud de diversas especies y de la población en general.
Habitantes del sector El Milagro, en Maracaibo, cuyos hogares se encuentran a orillas del lago, han manifestado que desde la aparición del verdín su vida ha cambiado: comenzaron a experimentar náuseas, dolores de cabeza, episodios de diarrea, dificultades para conciliar el sueño debido al hedor y, además, ha afectado a las personas que padecen de asma.
Pescadores y sus familias también han demostrado preocupación dado que la contaminación ha perjudicado su actividad comercial, y en algunos casos, la única vía de consumo de proteína de origen animal. De igual modo, restaurantes y establecimientos comerciales han visto reducida la afluencia de comensales y potenciales clientes.
Además, desde la Fundación Azul Ambientalistas se ha advertido sobre los derrames petroleros y sus consecuencias al obstaculizar la entrada de luz solar necesaria para la fotosíntesis del fitoplancton y otros microorganismos acuáticos. Aunado a ello, los hidrocarburos degradan las fuentes de alimentos de peces, cangrejos, delfines, manatíes y aves, y en el peor de los casos provocan la muerte de diversas especies lacustres, al adherirse a sus cuerpos y dificultar su respiración.
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