La historia política de Colombia ha estado marcada por un fuerte presidencialismo. Desde la independencia, en 1819, hasta nuestros días se le ha confiado el destino de la sociedad a una sola persona, en una apuesta que implica, desde luego, enormes desafíos. Con la idea de corregir esto, la Constitución de 1991 hizo un diseño institucional para fortalecer las elecciones al Congreso y así lograr un Legislativo más representativo y plural que, de paso, sirviera de contrapeso al Ejecutivo.
Ha corrido mucha agua bajo el puente desde entonces. Y el Congreso ha tenido que enfrentar en varias ocasiones el escrutinio de la opinión pública sobre qué tanto ha cumplido o no con esa función.
Este domingo 13 de marzo, ese tema vuelve al primer plano de la agenda nacional al igual que la ilusión que ofrecen las urnas de elegir a un Legislativo que ayude a dar soluciones efectivas y ágiles a los problemas y necesidades de la gente y del país.
Sin embargo, las consultas interpartidistas han acaparado el protagonismo y han concentrado la mayor parte de la atención de la opinión pública en este doble proceso electoral.
En este contexto, la elección del grupo de personas que representará a todos los colombianos en el Senado, 108 curules, y en la Cámara (188), incluyendo las comunidades afro e indígenas y las inéditas sillas para las víctimas del conflicto, ha perdido un poco de atención. No se puede negar. Pero por lo mismo, hoy es necesario cambiar radicalmente eso y darles toda la importancia que tienen.
El poder de un voto
En estas horas cruciales, los 38,8 millones de ciudadanos habilitados para votar recibirán los dos tarjetones en cada una de las 112.009 mesas instaladas en 12.512 puntos a lo largo y ancho de la geografía nacional. A estas se suman las que fueron abiertas desde hace una semana en 67 países para esa diáspora de connacionales presente en los cinco continentes.
En ese acto tan sencillo de ir hasta la urna y marcar con una X al candidato de su preferencia se juega la estabilidad y el futuro de la Nación, independientemente de quién gane las elecciones presidenciales. De esa dimensión son las votaciones de hoy. Un Congreso sólido, robusto será garantía de una institución que defienda las libertades democráticas. Pero además, las personas que lo integren son claves, pues deberán tomar decisiones trascendentales que nos afectarán a todos los colombianos durante años.
“Las elecciones de este domingo serán claves para el desarrollo del país en por lo menos una década”, dice Andrés Segura, consultor en asuntos públicos y docente de Ciencias Políticas. “Los elegidos para el Congreso tendrán que discutir reformas inaplazables como la tributaria, que deberá ser estructural (en momentos de inestabilidad económica), la pensional y de la justicia”, enumera.
Para él, hoy se sabrá cuánto avanza el crecimiento de la participación de las fuerzas políticas no tradicionales en el Legislativo, y cómo esto va a incidir en la construcción de gobernabilidad del próximo Presidente de la República.
En efecto, el Congreso para el periodo 2022-2026 es la salvaguarda de la democracia constitucional colombiana. El ejercicio del control político a cargo del Congreso será fundamental a partir del 7 de agosto. Solo así se reivindicará el valor en este punto de la carta magna y se podrá pensar en hacer realidad propósitos colectivos, construidos en escenarios de consensos con el Ejecutivo y ejerciendo su función de contrapeso institucional.
“Las elecciones de este domingo son importantes no solo porque el Congreso en sí es una institución fundamental que vota las leyes y tiene prerrogativas esenciales como aprobar el presupuesto y las reformas tributarias, sino que, además, su composición va a ser crucial para determinar los márgenes de maniobra del futuro gobierno”, dice Yann Basset, director del Grupo de Estudios de la Democracia (Demos UR) de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.