Colombia y Cuba sellan su reconciliación con la llegada de la mesa de diálogos con el ELN

Redaccion El Tequeno

Los diálogos de paz entre el Gobierno de Colombia y el ELN regresan a Cuba, el mismo lugar donde se negoció el acuerdo que permitió silenciar los fusiles de las FARC. La isla, que ha jugado un papel desde hace décadas en los procesos de negociación que han echado a andar sucesivos presidentes colombianos con las guerrillas, albergará ahora una mesa que reúne a los delegados de Gustavo Petro y el Ejército de Liberación Nacional.

Por SANTIAGO TORRADO | EL PAÍS

Después de haber pasado por Caracas y Ciudad de México, el tercer ciclo también entierra en el pasado la hostilidad diplomática que caracterizó el periodo de Iván Duque, y que le costó a La Habana acabar otra vez incluida en la lista de patrocinadores del terrorismo de Estados Unidos.

El Gobierno de Petro ha puesto a la diplomacia colombiana al servicio de su búsqueda de la “paz total”, con la que se propone implementar con mayor decisión el acuerdo con las FARC, dialogar con el ELN y adelantar una política de sometimiento para grupos criminales como el Clan del Golfo. Los esfuerzos de negociación con el ELN, que nació hace más de medio siglo justamente bajo el influjo de la revolución cubana, también pasan por Caracas y La Habana. Aunque el restablecimiento de las siempre difíciles relaciones con la Venezuela chavista se ha llevado casi todos los focos, el deshielo con Cuba también está en marcha.

Los actuales negociadores siempre se han propuesto retomar el proceso que echó a andar el Gobierno de Juan Manuel Santos (2010-2018) con el ELN, la última guerrilla activa de Colombia. Ya en ese entonces se contemplaba la figura de una sede rotativa entre varios países latinoamericanos.

“Su compromiso permanente y neutral con la reconciliación de los colombianos demuestra, contra cualquier señalamiento que pretenda ponerlo en duda, que Cuba es un faro de esperanza y de paz para el resto del continente”, apunta el comunicado en el que la mesa de diálogos anunció esta semana desde México la sede del próximo ciclo, en una fecha por definir. “Su pueblo y su Gobierno han pagado un alto costo por este compromiso: Cuba fue incluido injustamente en la lista de países patrocinadores del terrorismo, precisamente, por cumplir con lo pactado al iniciar el proceso de paz que hoy nos convoca. Colombia reconoce y valora este sacrificio”, añaden las partes.

Sellar la reconciliación diplomática es la intención de ambas delegaciones, apunta el senador Iván Cepeda, uno de los negociadores, como ya lo había sido en el proceso con las extintas FARC. El congresista recuerda en diálogo con EL PAÍS que uno de los primeros actos de este Gobierno fue la orden del presidente Petro para que el 11 de agosto el canciller Álvaro Leyva, el comisionado de Paz Danilo Rueda y el propio Cepeda viajaran a La Habana a reconocer el papel de Cuba para mantener la negociación con el ELN y a la propia delegación de la guerrilla, que llevaba cuatro años varada en la isla. El tercer ciclo de diálogos en La Habana “tiene precisamente ese propósito de exaltar todos los esfuerzos que ha hecho Cuba por este proceso, pero además en general por la paz en Colombia a lo largo de 40 años”.

Cepeda, un arquitecto de los esfuerzos de paz, subraya que “subsiste el altísimo costo que tuvo que pagar Cuba”, debido a que “el Gobierno de Duque le exigió quebrantar su compromiso como país garante y en un acto absolutamente inusitado de ruptura con la legalidad y el derecho internacional desconocer un protocolo que es esencial en toda negociación”. Las repercusiones se mantienen, a pesar de que el Gobierno de Petro ha pedido al de Joe Biden en Estados Unidos que saque a Cuba de esa lista negra. Por el contrario, valora Cepeda, Cuba es un socio fiable de Colombia en la búsqueda de la paz total.

En una de sus últimas movidas, la Administración de Donald Trump designó a Cuba en 2021 como un “Estado patrocinador del terrorismo”. La Casa Blanca justificó esa decisión en un reiterativo reclamo de Duque, que siempre resintió que La Habana se negara a extraditar a la cúpula negociadora del ELN después de que la guerrilla perpetró un atentado con carro bomba contra una escuela de cadetes en Bogotá, con un saldo de 23 muertos, cuando apenas llevaba un semestre en el poder. Ese ataque acabó con un proceso que languidecía desde que el heredero de Álvaro Uribe llegó a la Presidencia. La isla, como uno de los países garantes junto a Noruega, solo cumplía con los protocolos de ruptura, firmados por el propio Gobierno de Colombia. Santos, que ganó el Nobel de Paz justamente por el acuerdo con las FARC, también había solicitado a Biden revocar esa designación.

Duque, un íntimo aliado de Trump en América Latina, rompió una tradición de la política exterior. Desde el Gobierno de César Gaviria, entre 1990 y 1994, Colombia había tenido muy buenas relaciones con Cuba, destaca Mauricio Jaramillo Jassir, profesor de relaciones internacionales de la Universidad del Rosario. Incluso en el de Andrés Pastrana (1998-2022), un político conservador, y también en los dos periodos de Álvaro Uribe (2002-2010), cuando La Habana desempeñó un papel vital en la superación de crisis con Venezuela e intentó mediar en la liberación de secuestrados. “Lo de Duque fue en realidad un paréntesis, hemos vuelto a la normalidad de la que nos había sacado el Gobierno anterior. En la política de Estado de Colombia, Cuba ha sido prioritaria por los temas de paz, por la ascendencia que tiene precisamente sobre el ELN, y ahora un poco por ese vínculo que tiene con Venezuela”.

La internacionalista Sandra Borda, investigadora de la Universidad de Los Andes, señala que “Cuba ya no tiene la importancia geoestratégica en la región que tuvo en el pasado”. Sin embargo, ha sido fundamental en todos los procesos de acercamiento con los grupos guerrilleros, “más para restablecer niveles de confianza que porque realmente tenga una influencia grande sobre ellos”. La política hacia La Habana de la era Duque fue un error debido a que mandaba la señal de que Colombia viola sus compromisos y transgrede la confianza que se le otorga al Estado cuando se adelantan procesos de paz, valora la también autora de ¿Por qué somos tan parroquiales? Una breve historia internacional de Colombia. Aunque la isla sigue de momento incluida en la lista negra de la Casa Blanca, al menos el desagravio colombiano se ha consumado.

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