Duele decirlo, pero en la clase política venezolana no hay amor propio, no hay ética, ni moral, por consiguiente, no hay sentido de pertenencia. ¿Todos? No sé, pero una gran mayoría está demostrando la razón por la que el país ha padecido por 25 largos años de sufrimiento.
Sé que estas palabras no serán cómodas para muchas personas, pero mi compromiso con el país amerita escribirlas, el silencio siempre será complicidad.
Puedo entender a quiénes viven en este momento presiones y chantajes, seguramente, para hacer parte del circo y lavar la cara al mal; pero quiénes desde la dirigencia opositora y sus bases lo hacen voluntariamente, por intereses económicos, partidistas o porque creen que esta es una oportunidad, son dignos de lástima y repudio.
Qué triste es tener precio, qué triste es mirarte en el espejo y a los tuyos y saber que colaboras activamente por la permanencia de la crisis a tu alrededor. ¡Vaya muestra de ignorancia!
Como diría mi mamá: “¡No tienen perdón de Dios!”.
Fernando Pinilla / @fmpinilla