Carismáticos, dadivosos e incluso mesiánicos, los líderes políticos han jugado un rol fundamental en la historia venezolana, donde el magnetismo personalista de los políticos ha generado olas de cambio y ha movido a las masas. Pero hoy la sociedad, politizada y con ganas de expresarse, está huérfana de dirigentes que convenzan.
Quienes tratan de movilizar a los venezolanos, desde uno y otro lado de una política profundamente polarizada, no consiguen comunicarse con ellos, lanzar su mensaje y movilizar una corriente de ilusión.
Es como si los políticos hubieran decidido encerrarse en una cabina transparente e insonorizada, bien sea en la forma de un canal de televisión o de redes sociales, donde la ciudadanía les mira pero no les ve, a duras penas les escucha y no recibe su mensaje.
A ambos lados, parece que no les importa. Unos y otros, chavistas y opositores, han celebrado como un gran éxito atraer a menos de un tercio de la ciudadanía cada uno, en unas polémicas elecciones legislativas o en una consulta llena de incógnitas, mientras las calles permanecían silentes.
Por si fuera poco, parece que ambos se han hecho trampas al solitario al recontar sus apoyos. Los chavistas en las elecciones, los opositores en una consulta en rechazo a los comicios.
Políticos personalistas
El politólogo Daniel Varnagy explicó a EFE que “Venezuela es un país donde hay una muy larga tradición caudillista, donde hemos tenido la propensión a personas que tienen una manifestación sobre la política muy fuerte, muy contundente y hemos visto como el personalismo y el personalismo militarista han dominado la escena política del país”.
El 2020 le otorga la razón, pues en el chavismo, Nicolás Maduro permanece como líder incontestado -en público- por una razón: Hugo Chávez le ungió como su sucesor en una proclamación pública.
Al otro lado, Juan Guaidó es el presidente encargado. Se proclamó en una plaza pública y puso todos los focos sobre sí mismo, incluso haciendo olvidar, de forma temporal, las múltiples cabezas que querían emerger para hacerle sombra: él quiere ser el representante del antichavismo.
Pero hoy, es tan improbable que los líderes políticos muevan sus posiciones en sus esquinas del cuadrilátero como a la gente en las calles.
Por eso, Varnagy pone palabras a una petición que se repite con frecuencia entre los ciudadanos: “A partir de 2021, va a venir otra vez un conjunto de liderazgos personalistas de distintos ámbitos, de distintos lados, pero que van a transformar al país”.
Sacar a Maduro del poder
En la oposición, cuyos líderes han fracasado con rotundidad en su plan de derrocar al chavismo, parece que comenzará un movimiento que implique una defenestración de los líderes o, al modo freudiano, maten al padre, es decir, aparten a los veteranos para que entren personas más jóvenes.
“El 2021 va a ser un año extremadamente importante en ese sentido, porque al estar la Asamblea Nacional en manos del sistema hegemónico y los partidos completamente judicializados, la situación se vuelve paradójicamente más sencilla: cuando todo está destruido, lo único que se puede hacer es construir“, indicó Varnagy, profesor de la Universidad Simón Bolívar.
Por eso, señaló que, con el chavismo dominando la Asamblea Nacional, la principal tribuna opositora desde 2016, el 2021 “va a ser un año de defenestraciones”.
A partir de enero, “los liderazgos políticos de muchos de los partidos” opositores que han protagonizado en los últimos años van a ser expulsados por “las bases de los partidos”, las grandes olvidadas en la política venezolana.
“Se van a generar quiebres, fracturas, generando nuevos partidos políticos”, explicó Varnagy que opina que los líderes “van a ser sustituidos por un nuevo liderazgo político-partidista que represente más fielmente a las bases ideológicas de esos partidos.
Jóvenes y líderes de base
Será el gran momento para jóvenes y líderes de base, aquellos que “quizá no han llegado a la vista de los medios” pero que llevan años trabajando en silencio y han construido redes para amortiguar la crisis entre sus vecinos, explica el politólogo.
Además, estos líderes juegan con una ventaja: están en contacto con la dura realidad cotidiana de los venezolanos a la que los grandes dirigentes actuales parecen ajenos.
“La base de la sociedad está cambiando y los grupos más necesitados están generando sus liderazgos, que son muy particulares y que van a subir muy rápidamente”, aseguró Varnagy.
Pero la situación de falta de líderes no es exclusiva de la oposición. En 2015, el chavismo obtuvo en las elecciones legislativas 5.625.248 votos. El pasado 6 de diciembre, y con un gran esfuerzo para movilizar a los suyos, obtuvo 4.317.819.
Por el camino se han quedado 1.253.429 sufragios, casi 22,3 %.
Nuevos liderazgos del chavismo
La gran diferencia entre la oposición y el chavismo, es que estos no hacen grandes movimientos en público, pero parece que tras bambalinas se van moviendo los postigos que abren paso a los jóvenes para que ocupen, con el correr del tiempo, la primera línea.
Nicolás Maduro tiene 58 años de edad; Diosdado Cabello, 57. El resto de los grandes nombres rondan también esas edades: Jorge Rodríguez (55), Delcy Rodríguez (51), Cilia Flores (64) y Aristóbulo Istúriz (73).
Parece el momento de que una generación más joven tome el testigo pues, como explica Varnagy, en el chavismo tienen “una capacidad de entender a la perfección cuál es la situación real de ellos y de cómo disfrazarla discursivamente”.
Sin embargo, detrás del artificio se mueven los próximos dirigentes “para irse renovando de manera sumamente discreta”, es decir, “están preparando a líderes que han estado desarrollándose pero no quizás de la manera que esperásemos”.
Estos nuevos líderes, según Varnagy, no tendrán el vínculo con los sectores populares como los originarios, sino que habrán tejido desde hace años distintos lazos con los poderes económicos.
En esa nueva hornada que ha comenzado a mostrarse en público tras años preparándose a fuego lento, destacan dos nombres: Nicolás Maduro Guerra, el hijo del presidente Nicolás Maduro Moros, y Héctor Rodríguez, hoy gobernador del estado Miranda, que alberga parte de Caracas.
El primero tiene 30 años de edad y acaba de ser elegido diputado, el segundo tiene 38 y, además de labores de gobierno, ha sido negociador con la oposición.
Son dos rostros, entre varios, de oposición y chavismo, que aspiran a llegar a la primera fila, renovar el liderazgo para volver a agitar las calles, recuperar a la gente y cambiar o mantener los equilibrios de poder.