Cada 14 de enero Barquisimeto, la ciudad crepuscular, es abarrotada de miles de personas que la visitan año a año a propósito del día de la Divina Pastora, una de las peregrinaciones marianas más grande de Venezuela y latinoamérica.
Pero también los feligreces, vecinos y pobladores aprovechan ese día para participar en la carrera en honor a la patrona, una actividad deportiva que es simbólica en la región y que se ha vuelto tradición desde 1980.
Y así es como cada 14 de enero, en la madrugada, el iconico Obelisco de la capital del estado Lara se llena de fervor, júbilo, orgullo, felicidad y estusiasmo, ese que irradian cada uno de los corredores provenientes de toda Venezuela y hasta de otros países.
¿La razón de tanta euforia? Recorrer a eso de las 05:00 a.m. los 9.6 kilómetros que separan el Obelisco del pueblo de Santa Rosa, lugar donde se encuentra la imagen, con hidratación y seguridad incluida.
La marea humana sale del Obelisco, cruza la calle 42 para luego tomar la carrera 19, avenida Lara hasta Santa Rosa
De verdad que la travesía es toda una aventura porque el río de personas de todas las edades, corriendo hasta llegar a su destino, es impresionante.
«No importan los tiempos, pues, lo que importa es llegar a Santa Rosa y sentir esa energía espiritual que se siente al llegar a Santa Rosa», me narra Alfredo Bustamante, un corredor caraqueño que ha participado en varias ediciones de la carrera de la Divina Pastora.
Comenta que gracias a un amigo conoció Barquisimeto y se conectó automáticamente con esa «energía especial» que brota en cada rincón del municipio Iribarren.
«Desde que fui por primera vez a la procesión de La Pastora me gustó el homenaje que le hacen a la virgen. Que nota correr en su nombre por las calles de Barquisimeto con un montón de gente. Es como una bendición», dice Bustamante.
Además del deporte, quienes participamos en esta actividad lo hacemos para acompañar a la Divina Pastora o pagar alguna promesa.
Los corredores no solo somos los protagonistas de esta carrera. La mismos vecinos salen de sus casas para darle ánimos e hidratación a los atletas que se disponen a cruzar los casi 10 kilómetros del trayecto.
Eduardo Lugo