Corrupción en PDVSA y Cuba sin gasolina: ¿se fractura la alianza Caracas-La Habana?

Redaccion El Tequeno

Transcurrió menos de un mes entre que Tarek W. Saab, fiscal general venezolano, anunciara la detención de 25 personas en una trama corrupta dentro de Petróleos de Venezuela (PDVSA), y que en La Habana apareciera Díaz-Canel culpando —en clara alusión a sus «hermanos venezolanos»— del déficit de combustible en la Isla a «países que tienen contrato con el país, que están atravesando situaciones energéticas complejas y no han podido cumplir con los compromisos contraídos».

¿Habrá tantos problemas en el paraíso revolucionario que andan aireando trapos sucios y culpándose públicamente?

En el año 2000, Hugo Chávez accedió a intercambiar 53.000 barriles diarios de petróleo (bpd) por el patentado know how castrista para transformar rápidamente, y bajo el aplauso de masas embobecidas, un país medianamente democrático en una dictadura totalitaria. Además —en parte para potabilizar tan funesto intercambio—, se le agregó al trato una buena dosis de mano de obra cubana, para disfrazar de gesto humanitario lo que iba a ser un saqueo despiadado de las riquezas de aquel país.

Sin petróleo venezolano el castrismo habría muerto hace años, aplastado por su propia incompetencia, o habría asumido transformaciones económicas muy profundas que, a estas alturas, probablemente ya se estarían reflejando en derechos políticos que condujeran a la extinción gradual del régimen.

La dependencia castrista del país sudamericano se demuestra en la relación lineal existente entre los vaivenes de los envíos de petróleo a la Isla y los altibajos de la perenne crisis económica cubana. De hecho, que desde 2017 no se hayan recuperado los picos de casi 90.000 bpd que hasta ese entonces se mantuvieron es, junto a la incapacidad del régimen para cambiar, la causa fundamental de la actual involución económica hacia niveles de miseria semejantes a los del Periodo Especial.

Y aunque las últimas cifras de arribo de oro negro venezolano a Cuba datan de febrero pasado, e indican cierta recuperación con respecto a enero, aún están por debajo de los 53.000 bpd pactados hace 23 años, una cantidad ya desactualizada a las necesidades presentes de la Isla.

Esas necesidades se dispararon después de la Revolución Energética de Fidel Castro, que adicionó a la matriz cubana un componente de diésel extremadamente caro y millones de efectos electrodomésticos nuevos, quizás porque pensaba que él era, tanto como Chávez, dueño del líquido viscoso que bulle bajo el lago Maracaibo.

No sorprende entonces que coincida la crisis de combustibles en Cuba con el destape de la corrupción en PDVSA, lo llamativo es cómo Díaz-Canel esta vez airea públicamente el problema y directamente culpa a Maduro —por supuesto, sin nombrarlo— por incumplir lo pactado.

Y aunque hasta final de marzo no se hizo público que la mafia bolivariana iba a sacrificar algunas piezas, comenzando por Tareck El Aissami, ministro de Petróleo y hasta entonces figura clave del régimen chavista, las visitas recientes de Ramiro Valdés y Raúl Castro a Caracas —este último con la excusa de ir a regar la tierra donde «sembraron» a Chávez—, más la gira de Díaz-Canel por países petroleros «amigos» —Argelia, Rusia— buscando nuevos proveedores, habla a las claras de preocupaciones en la cúpula del castrismo y, probablemente, de un resquebrajamiento de la relación con su neocolonia.

El año pasado, la agencia noticiosa Reuters destapó que PDVSA había traficado hasta 360 millones de barriles, dos tercios de lo que ha exportado desde 2019, recurriendo a falsificación de documentos, falseamiento de nombres de barcos, transferencias de cargas peligrosas en alta mar, cuentas fantasmas y otras artimañas, para burlar las sanciones internacionales impuestas al régimen de Maduro, una suciedad institucional que el líder bolivariano está barriendo bajo la alfombra.

Es entendible que el castrismo se ponga histérico con la pretensión de Maduro de «blanquear» las acciones de PDVSA —imaginar que la corrupción allí enquistada era desconocida por la cúpula chavista es absurdo—, pues Cuba es la mayor beneficiaria de esos tejemanejes con el petróleo venezolano. Y es que el chavismo necesita mostrar mejor cara internacional para poder destinar más producción petrolera venezolana hacia clientes que le paguen con dinero real y no con «alianza estratégica», y saben que deben hacerlo rápido.

El chavismo es consciente de que cada día que se mantenga alejado de sus mercados naturales, Estados Unidos y Europa, es un día a favor de las exportaciones de Guyana, un país que apenas está comenzando a explotar unas recién descubiertas enormes reservas de hidrocarburos —Exxon, BP, Shell, Chevron ya están allí—, que se espera en menos de una década puedan proveer todo el petróleo que necesita Estados Unidos, dejándole a la antiimperialista Venezuela solo el mercado asiático.

Pero China, Malasia e India se están abasteciendo cada vez más del abaratado petróleo ruso, con el cual Venezuela no podrá competir a mediano plazo, y además, los saudíes, a quienes los americanos ya les hacen poco caso, están tratando de posicionar su producto también en Asia.

Entonces, la ventana de oportunidad para reinsertar a Venezuela entre los suministradores importantes de hidrocarburos a Estados Unidos y Europa se está cerrando a favor de Guyana, cuyo gobierno está dando pasos rápidos, firmes e inteligentes para convertir en riqueza utilizable el zumo de dinosaurios que le ha tocado en suerte.

Las acusaciones públicas de Díaz-Canel, las visitas a Venezuela de líderes históricos de la Revolución que apenas salen del país, la actual crisis de combustibles en Cuba, que ha llegado de manera profunda e intempestiva, apuntan a tensiones entre La Habana y Caracas, algo que para el castrismo sería, de convertirse en fractura, el último clavo en su ataúd.

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