El futuro de Venezuela está siendo robado. La crisis del país está propiciando generaciones de niños y adolescentes trastocados por los embates de la economía, que además de no permitirles tener una alimentación balanceada, los está obligando a crecer sin estabilidad emocional, con cuadros depresivos, problemas de conducta y hasta miedos a planificar su porvenir.
El fenómeno de la migración también los está afectando. El hecho que un niño pase más de tres años al cuidado de sus abuelos sin ver a sus progenitores, los hace ser adolescentes más inseguros o posibles adultos que van a tener problemas para mantener una relación estable.
De acuerdo a estadísticas que maneja la asociación civil Proyecto Juvenil Misionero (Projumi), de cada 100 adolescentes que egresan de un liceo público en Lara, 88 no tienen definido un proyecto de vida. “Sólo 12 de esa cifra manifiesta estar claro en lo que quiere ser y estudiar en el futuro, eso tiene mucho que ver con las motivaciones y con las posibilidades económicas que tenga ese muchacho”, afirmó Gerardo Pastrán, director de la institución.
Los infantes que se crían sin sus progenitores están propensos a caer en vicios sociales. “Estos jóvenes que están creciendo con unos abuelos consentidores, que no ponen límites, o con un tío o cualquier otro pariente, suelen ser más propensos a caer en vicios como el alcoholismo, la drogadicción generada por la soledad, incluso, un porcentaje considerable desarrolla problemas de conducta, llegan a tener una juventud adelantada y ven como vía de sobrevivencia los caminos de la prostitución, siendo las principales víctimas de delitos como la trata de blancas”, mencionó.
Aunado a lo que refleja Projumi, la organización de derechos humanos, Madres y Padres por los Niños de Venezuela (Mapani), presentó un estudio a inicios de agosto que da cuenta de esta realidad, asegurando que el 28,6% de los niños y adolescentes en Lara, está sufriendo de duelo, principalmente porque uno de sus padres o ambos, se han marchado del país.
Evelín Rendón, psicóloga de esta ONG, sostiene que mientras más dependientes de los padres sean los menores, más heridos llegan a sentirse cuando se da esa separación, al punto de creerse abandonados. “Los niños de cuatro a 11 años, no entienden de crisis, ni del aumento del precio del dólar, pero sí sufren las consecuencias de no poder comer bien o vivir con muchas limitaciones. Cuando los padres deciden irse del país sin involucrar a sus hijos, los jóvenes experimentan varias etapas que si no se superan en un lapso de dos meses, pueden ser depresivos”, alertó.
Lo primero que experimentan estos menores de edad es el duelo, esa tristeza por perder a un ser querido. La especialista explica que en un principio, los niños se niegan a aceptar la realidad, tienen miedo de estar sin sus padres, y hasta llegan a pensar que son una carga para sus padres.
Este estudio también revela que el 8,6% de los jóvenes que analizaron, presentan ideación suicida, es decir, piensan en querer morir, por carencias, y asumir roles que no son propios de su edad. “Hemos estudiado casos de niñas menores de 14 años, que tienen una inestabilidad emocional, porque deben hacerse cargo de sus hermanitos. Tienen madres solteras que están ausentes todo el día porque trabajan, que han tenido hasta siete hijos y obligan a la mayor a cocinar, vestir y cuidar a los más pequeños, sin haber una figura adulta que vele por ellos”, argumentó.
Una característica común en estos menores es que se autolesionan. El riesgo a suicidarse también afecta a la población infantil más vulnerable, aquella que vive en pobreza extrema, en condiciones de hacinamiento en un rancho, o bajo los abusos de padres o familiares sumidos en el consumo de alcohol o drogas.
La especialista recomienda que estos niños afectados reciban ayuda psicológica y un apoyo dentro del núcleo familiar donde están creciendo, y exhortan a los padres decididos a migrar, a velar por su estabilidad emocional, hacerles entender con qué fin van a salir del país y la razón de porqué los están dejando.
Por lapatilla.com
Así lo reseña laprensalara.com.ve / Ana Uzcátegui