Para una enfermera de Texas, la primera señal de que algo andaba mal sucedió mientras se cepillaba los dientes: no pudo percibir el sabor de su pasta de dientes. Para un abogado de Georgia, fue terminar completamente exhausto tras su salida a correr que por lo general es sencilla. Cuando un profesor de Wisconsin se enfermó en junio, pensó que le había caído mal una comida.
Por infobae.com
Pero al final, todas estas personas descubrieron que sus diversos síntomas eran señales de COVID-19. Algunos de los síntomas comunes —tos seca, dolor de cabeza— pueden manifestarse de manera tan leve que al principio pueden confundirse con una alergia, o un resfriado. En otros casos, los síntomas son tan inusuales —extraños dolores de pierna, sarpullido, mareo— que los pacientes e incluso sus médicos no creen que el COVID-19 pueda ser el causante.
Con más de 18 millones de casos de coronavirus a nivel mundial, algo es seguro: los síntomas son variados y extraños, pueden ser leves o debilitantes, y la enfermedad puede progresar, de pies a cabeza, de maneras impredecibles.
A pesar de cientos de estudios publicados sobre los síntomas del COVID-19, saber cuán común es alguno de los síntomas depende del grupo de pacientes estudiado. Los pacientes en hospitales, por lo general, tienen síntomas más graves. Los pacientes de mayor edad son más propensos a tener problemas cognitivos. Los pacientes más jóvenes tienden a manifestar una enfermedad leve y extraños sarpullidos.
“El problema es que depende de quién eres y cuán sano estés”, afirmó Mark A. Perazella, especialista en riñones y profesor de medicina en la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale. “Es tan heterogéneo que es difícil saberlo. Si tienes buena salud, lo más probable es que te dé fiebre, dolor muscular, síntomas nasales, tos seca y malestar general. Pero también van a aparecer los bichos raros que son difíciles de diagnosticar porque llegan con algunos síntomas y más nada, por lo que no sospechas que puedan tener COVID-19”.
La enfermera de Texas que no pudo percibir el sabor de su pasta de dientes dijo que, al día siguiente, tenía fiebre, dolores corporales “horribles” y tos. Sus síntomas duraron cinco días (ella y muchos otros entrevistados pidieron que sus nombres no fueran revelados para proteger su privacidad médica o proteger a sus familias del estigma del COVID-19).
Anosmia, la pérdida del olfato que también suele venir acompañada de la pérdida del sentido del gusto, es vista como un síntoma definitorio. En un estudio de 961 trabajadores de la salud a los que se les realizó la prueba del COVID-19, la anosmia fue el síntoma más predictivo, pero no infalible. Solo la mitad de las personas que reportaron haber perdido el olfato y el gusto dieron positivo, afirmó Brian Clemency, el autor principal del estudio y profesor adjunto del Departamento de Medicina de Urgencias de la Escuela Jacobs de Medicina y Ciencias Biomédicas de la Universidad de Búfalo.
Incluso un síntoma tan común como la fiebre puede ser engañoso cuando se intenta predecir si un paciente tiene COVID-19. Aunque muchos negocios están realizando revisiones de temperatura para detectar el COVID-19, muchos pacientes con la enfermedad nunca experimentan fiebre. En un estudio europeo realizado a 2.000 pacientes de COVID-19 con enfermedades leves y moderadas, el 60 por ciento nunca tuvo fiebre. En el estudio de la Universidad de Búfalo, menos de uno de cada tres pacientes con fiebre también dio positivo por COVID-19.
Rob Gregson, de 52 años, de South Orange, Nueva Jersey, se fue a dormir con cierto malestar y despertó con opresión en el pecho, una tos “rara”, problemas para respirar y una “fatiga impresionante”. Eso fue el 11 de marzo, justo antes de que se impusieran las cuarentenas, por lo que de inmediato sospechó que era COVID-19. Pero debido a que nunca tuvo fiebre, le costó más de una semana encontrar a un médico que lo atendiera y le aplicara la prueba. Dio positivo.
“La fatiga ha sido lo más debilitante”, aseguró Gregson, director ejecutivo de una organización religiosa sin fines de lucro. Casi cinco meses después, dice que sigue teniendo problemas para recuperar su resistencia física. “He estado en la montaña rusa del coronavirus. Un día me siento mejor y pienso que estaré bien, y de repente regresa con fuerza”.
Cuando Erin, una mujer de 30 años que trabaja para una organización sin fines de lucro en Washington, D. C., empezó a tener tos y dolor de cabeza en mayo, no se preocupó. “No tenía fiebre, y me había esmerado en usar cubrebocas y lavar mis manos constantemente, así que al principio asumí que era una alergia o un resfriado”, dijo.
Unos cuatro días después de que comenzó a tener tos, Erin empezó a sentir fatiga severa, dolor de garganta, congestión, escalofríos, dolores musculares y una ligera pérdida del olfato, pero nada de fiebre. También tuvo un síntoma inusual: fuerte dolor en los músculos de la cadera, el cual describió como “realmente raro”.
Aunque los dolores corporales son un síntoma común del COVID-19, algunos pacientes están reportando graves dolores en las articulaciones y en el cuerpo, en particular en músculos grandes. Aunque no es común, el COVID-19 puede causar inflamaciones dolorosas en las articulaciones o decantar en rabdomiólisis, una enfermedad grave y posiblemente mortal que puede causar un dolor muscular atroz en los hombros, los muslos o la parte baja de la espalda.
En un principio, una ciclista de Nueva York que en mayo desarrolló un severo dolor en las piernas, recibió el diagnóstico a distancia de una hernia discal. Buscó una segunda opinión de telemedicina con Jordan Metzl, especialista en medicina deportiva del Hospital para Cirugía Especial en Nueva York, quien le pidió que moviera, girara y pusiera presión en sus piernas mientras la veía por video.
“A la altura de su pantorrilla, dijo que le dolía mucho”, afirmó Metzl, quien empezó a preocuparse. “No soy para nada un médico alarmista, pero busqué la sala de urgencias más cercana a su ubicación, la cual estaba a 25 kilómetros, y le dije: ‘Quiero que te subas a tu auto y vayas a la sala de urgencias en este instante’”.
Un ultrasonido mostró que no tenía pulso en sus piernas y tenía graves problemas de coagulación en ambas, poniéndola en riesgo de amputación. Fue transferida a otro hospital donde se sometió a nueve horas de cirugía de emergencia. Metzl dijo que fue una gran fortuna que acabara de tener una conferencia telefónica con algunos colegas sobre los coágulos y el COVID-19.
“Es una historia aterradora, y es la razón por la que necesitamos estar informados sobre estos casos extraños”, dijo Metzl. “La infección de COVID-19 puede afectar diferentes partes del cuerpo de distintas maneras. Algunas personas entran en estados de hipercoagulabilidad y terminan desarrollando coágulos de sangre. No siempre sabemos quiénes son esas personas”.
En junio, John, un profesor de 55 años de Oshkosh, Wisconsin, se despertó una mañana sintiendo que le había caído mal algo que comió. Al día siguiente fue azotado por una fatiga debilitante y náuseas, cólicos y otros síntomas gastrointestinales. No sospechó que se tratara de COVID-19 porque había estado utilizando cubrebocas y cumpliendo con el distanciamiento social.
“El segundo día, solo quería dormir todo el tiempo. Dormía unas 20 horas diarias”, dijo. “Incluso recuerdo que durante ese tiempo mi mentalidad cambió. No podía imaginar cómo mi esposa e hijo eran capaces de estar despiertos todo el día. Pensaba: ‘¿Cómo puede alguien hacer eso?’. Cuando me levantaba de la cama a la cocina por un vaso de agua, para cuando llegaba lo único en lo que podía pensar era en regresar a la cama”.
Los médicos le hicieron pruebas de COVID-19 y la enfermedad de Lyme. Ambas dieron negativo. Un ultrasonido tampoco mostró ningún problema, pero un análisis de sangre indicó que tenía algún tipo de infección. Un médico le recetó un medicamento contra la acidez por dos semanas. John perdió 4,5 kilogramos. Al cabo de dos semanas, comenzó a sentirse mejor. Dos meses después, dio positivo para anticuerpos de COVID-19, lo cual sugiere que su prueba de diagnóstico original había sido un falso negativo.
Los médicos afirman que los pacientes de COVID-19 que solo exhiben síntomas gastrointestinales suelen dar resultados negativos cuando se les aplica la prueba de diagnóstico con un cultivo nasofaríngeo. El virus tiene más probabilidades de ser detectado en pruebas fecales, las cuales son comunes en otros países, pero no son muy utilizadas en Estados Unidos. Tanto el tracto gastrointestinal como el respiratorio son ricos en receptores llamados angiotensina 2 (ACE2), los cuales usa el virus para entrar a nuestras células. Sin embargo, no se sabe con exactitud por qué el virus a veces parece ignorar el tracto respiratorio para infectar solo el tracto digestivo.
“Este es un virus y enfermedad bastante engañosos y confusos, y nos encontramos con sorpresas todos los días”, dijo Asaf Bitton, director ejecutivo de Ariadne Labs en el Brigham and Women’s Hospital y la Escuela de Salud Pública T. H. Chan de la Universidad de Harvard.
Ilan Schwartz, profesor adjunto de enfermedades infecciosas en la Universidad de Alberta, dijo que se hizo la prueba del COVID-19 tras presentar síntomas respiratorios. La prueba salió negativa, pero poco después desarrolló “dedos de COVID” , lesiones rojas o moradas en la punta de los dedos de las manos y los pies que se cree son un síntoma de coronavirus, en particular en pacientes jóvenes. Puede ser el resultado de pequeños coágulos sanguíneos o del momento en el que el virus invade los vasos sanguíneos.
“Estas lesiones empezaron a aparecer en mi pie y no podía entender qué sucedía”, dijo Schwartz, quien tiene 37 años. “Me dolían mucho. Pensé que quizás me las había provocado yo mismo, lo cual sería insólito. Luego pensé que quizás había un problema con mis zapatos. He escuchado a muchas personas con historias similares que terminan comprando nuevos zapatos porque no saben qué es lo que sucede. Es un síntoma tan inusual que no es natural pensar que un virus respiratorio puede ser la causa de lesiones en los dedos de los pies”.
Thomas Ryan, un abogado de Atlanta de 36 años, dijo que la primera señal de que algo andaba mal sucedió mientras se ejercitaba. “Salí a correr un jueves por la tarde después del trabajo y me sentí terrible”, dijo. “Era como si hubiera corrido un maratón en lo que suele ser una distancia bastante corta para mí”.
La mañana siguiente, despertó con una ligera tos, dolor de garganta y una sensación de acidez en el pecho. Más tarde desarrolló fatiga, dolor pulmonar y dificultad para respirar. Aunque su prueba de COVID-19 salió negativa, su médico le dijo que era un falso negativo, y que, basado en sus síntomas, era claro que tenía COVID-19.
“Esto no es agradable”, dijo Ryan, quien seguía tosiendo semanas después de haberse enfermado. “La cantidad de energía que tengo… siento como si estuviera en un sitio con gran altitud. Fueron dos semanas de no poder hacer nada. Si este es un caso leve, pienso que las personas están tomando muchos riesgos que probablemente no deberían”.
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