Con 17 años fue llamada a formar parte de una constelación de jugadoras que mostraron cualidades de atletas de alta competencia. Los días de entrenamientos en el estadio Isaías Látigo Chávez, de Tucupita, rindieron sus frutos.
Eudo Torres // Radio Fe y Alegría
Detrás de una vieja malla, una pared de bloque situada en la entrada al campo, con una oficina mil veces saqueda llena de plagas y telas de araña, descansaba cuando la lluvia arreciaba. Las inundaciones y el lodo que quedaba, no desmotivaron en aquel entonces a una muchacha dispuesta a jugar béisbol: el deporte que le apasiona.
Un llamado a la selección no está a la vuelta de la esquina, ni tampoco es una certeza cuando solo cuentan con la ilusión y un campo desierto donde, quizás, nunca llegue un cazador de talento.
Pero nunca se rindió. Allí se hizo jugadora y se forjó un sueño Vinotinto, aunque le haya durado poco.
Se llama Diogcelis Guevara. Cuando tenía 17 años fue jugadora de béisbol con la selección nacional y representó al país en una Copa Mundial.
Han pasado diez años desde entonces y su sonrisa no la ha abandonado: en una imagen suya, difundida por el periodista José Ruiz en la red social Facebook, se muestra enérgica, como si los golpes de la vida fueran pelotazos con los que debe fajarse.
Cuando trabaja viste orgullosamente la camiseta que llevó consigo en el 2010, cuando destacó con su nación y fue figura en la segunda victoria de Venezuela en un mundial de béisbol femenino. Un momento que jamás olvidará, pues con tres inning por jugarse, Venezuela perdía 1 – 3 contra Taiwán. Guevara entró como relevo y comandó los batazos para voltear el marcador 5 – 1 definitivo.
Hoy, diez años después de aquella hazaña, camina las calles de Tucupita vendiendo cigarros para tratar de sobrellevar la Emergencia Humanitaria Compleja.
En la capital de Delta Amacuro, el costo de un cigarro ronda los 40 mil bolívares la unidad, mientras que la caja de 20 unidades fluctúa entre los 500 y 600 mil bolívares. De cada caja, queda un excedente de 300 mil bolívares máximo, por lo que debe vender, al menos, dos cajas de cigarro para poder adquirir un kilo de arroz o un kilo de harina de maíz. Cuando el día es bueno, se puede vender “hasta un brazo”, lo que es igual a 10 cajas de cigarros.
Imposible conocer su historia y no pensar en lo que pudo ser si hubiese contado con condiciones dignas para practicar deporte de alto rendimiento.
Es complicado en un estado como Delta Amacuro, donde apenas hay deportistas que han triunfado en la élite -como Darwin Machís-, entre otras cosas, por la falta de condiciones para hacerlo, con una infraestructura deportiva mucho más decadente que en otros estados.
Es una deuda pendiente la que tiene Delta Amacuro para crear condiciones deportivas, que puedan convertirse también en un elemento de construcción social y una esperanza de ascenso.
Para que hayan más historias como la de Machís y menos como la de Guevara.