“Son 24 horas por infinito de trabajo, llevamos 21 semanas sin pausa atendiendo no solo casos de Covid-19, si no otros casos que llegan al hospital”, relató Pablo Mendoza, médico en un hospital mirandino, que aun cuando no fue establecido como centinela a la fecha ha recibido más de 80 casos de coronavirus.
“Cuando tengo un tiempo libre, me siento en una silla a imaginar el rostro de mi esposa, a quien durante estas 21 semanas, solo he visto tres veces. Sueño con el aroma del café y su sazón al prepararme ese rico perico que tanto me gusta con arepas, soñar es solo lo que puedo hacer por ahora, pues el trabajo se incrementa con el pasar de los días, porque cada vez son más los compañeros que deciden irse a sus casas por la falta de insumos y equipo protector, otros porque ya siente que están contagiados”, narró desde el escritorio donde día a día hace las primeras evaluaciones de los pacientes que llegan.
Mendoza comenta que a las fuertes jornadas de trabajo, se le suma la crisis que hay en todos los centros asistenciales, donde la falta de insumos los obliga a “en muchos casos inventar como pasar un tratamiento por la vía o aplicar un simple suero. Hay pacientes que con esfuerzo compran lo que se necesita, sin embargo la mayoría apenas tienen para comprar algo de comer”.
Manifestó que sabía lo difícil que sería ser médico durante la pandemia, en un país donde el sistema de salud está colapsado, “el primer día que me tocó atender un caso que en un principio era sospechoso de Covid-19, solo contaba con un tapabocas –que adquirí con mis recursos-y un par de guantes que ya llevaba puestos por más de siete horas”.
Continuó narrando, “al hacerle las preguntas sobre los síntomas y si había tenido contactos con alguien que viajó o sospechoso de Covid-19, me contó que no, pero según su rutina, era muy posible que diera positivo, por lo que notifiqué a la Dirección del Hospital de mis sospechas, mientras buscaba como aislar al paciente, en un centro de salud donde todo está abarrotado de personas y niños”.
Describió que luego de tres horas llegaron los kits de pruebas rápitas, las cuales le entregaron para que las aplicara, al recibir los insumos, preguntó por el equipo de protección, pero la respuesta que recibió, fue “vamos a trabajar con lo que tenemos, porque no han llegado los trajes de bioseguridad”.
Cuenta cómo llegó a la sala contigua a su consultorio, único lugar donde pudo aislar al paciente, que ya tenía en rostro la mirada de preocupación por lo que se le venía, “le explique el protocolo que íbamos a aplicar, pues por las respuestas y síntomas, era un posible caso de coronavirus”.
El galeno Pablo Mendoza, quien tiene más de 10 años como internista y comenta que ha visto diversos diagnósticos, nunca vio tanto miedo en una persona, “creo que fue tan intenso su temor, que me lo contagió, pues son muchos los relatos negativos de quienes padecen Covid-19 en el país, desde la travesía que viven en los centros de aislamiento como el rechazo de familiares, vecinos y amigos”.
Relata que el paciente con lágrimas en los ojos le preguntó que si era positivo, que iba a pasar con él, pues tenía un hijo de cuatro años, “nadie me lo puede cuidar, ahorita lo dejé con una vecina, mientras venía a que me dijeran que tomar para esta gripe, porque seguro tengo es eso, una gripe”.
Mendoza agrega que ese fue su primer paciente positivo con coronavirus, luego de ese, ha contabilizado al menos 80, “pruebas rápidas he realizado alrededor de 200, siempre con el temor de ser yo el próximo positivo, pues no contamos con equipos de protección, lo poco que tenemos es gracias a la creatividad de familiares, pacientes y conocidos, que nos ayudan para que podamos seguir en esta batalla, donde no se permite el cansancio, apenas si unas dos o tres horas de sueño por día”.
Doreen Aile Oyon
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