Fue en la década de los ochenta cuando se propuso la iniciativa por parte de Kevin Zaborney, psicólogo por la Universidad de Michigan, promover el 21 de enero como Día Internacional del Abrazo, esto luego de haber realizado estudios sobre el estrés en las personas. Al final, concluyó que si recibieran más abrazos, esto podría ayudarles en su salud mental, emocional y física.
Una vez que en 1986, una empresa llamada Chase se le encargó distribuir su calendario de eventos anuales, el psicólogo logró que incluyera la fecha en cuestión como una celebración nacional, misma que no tardó en cobrar relevancia en otros países.
Y si consideramos los eventos de confinamiento que vivimos durante la pandemia, estudios publicados por la revista Lancet, se determinó que hubo un aumento de 53 millones de casos de trastorno depresivo mayor a causa de la pandemia, donde los cuadros de depresión incrementaron un 28% y afectando más en los jóvenes y las mujeres.
Podemos decir que la ausencia de contacto físico, afectivo y social hizo que muchas personas se vieran gravemente afectados. Pero ¿qué tiene que ver los abrazos en estos casos? Bueno, los abrazos son un acto frecuente en nuestra vida diaria, y privarnos de esto llegan a afectarnos en más de una manera. Después de todo, en algún momento sentimos la necesidad de dar y recibir un abrazo para sentirnos bien con nosotros mismos, sentir apoyo y ofrecer amor.
Entre los beneficios a nivel psicológico, los abrazos aportan al ser humano distintos efectos, los cuales son:
Favorecer la confianza en las relaciones humanas, mejorando nuestro estado de ánimo. Esto sucede debido al incremento de la hormona serotonina, producida en el cerebro cuando alguien nos abraza, aumentando nuestra sensación de bienestar.
Disminuye los niveles de estrés, pues diferentes estudios han demostrado que a través de los abrazos podemos reducir el estrés y nos ayudan a relajarnos. Tanto que obtenemos sistema inmunológico más reforzado.
Aporta seguridad, sintiéndonos más reconocido frente los demás. De esta forma logramos conectarnos con otros.
Mejora nuestra memoria y prevé los riesgo de padecer demencia las buenas vibraciones que llegan al interior de nuestro cuerpo provoca que todo nuestro sistema nervioso se equilibre y trabaje en armonía.