Fernando Pinilla / Tw y IG @fmpinilla
El camino de las primarias en Venezuela sigue siendo confuso para las personas de a pie. De momento, existe cierta resistencia a la hora de manifestar con seguridad simpatías hacia algún nombre, de cara a la intención de voto de muchos en las calles, esto, evidentemente, resultado de los descalabros opositores del pasado, los escándalos y la falta de un plan estratégico serio que vuelva a encender la mecha que ha llevado a votaciones masivas en el pasado.
La oposición vive uno de los momentos de menos credibilidad entre el electorado y cada día pareciera decantarse la recta final de este proceso flácido entre pocos nombres, siendo las mujeres precandidatas, María Corina y Delsa, un foco de esperanza para muchos quiénes se manifiestan cansados de los nombres masculinos propuestos, caso Capriles y Guaidó, quiénes en sus respectivas oportunidades de trabajar por el cambio en el país, han pasado de esperanza a decepción de manera estrepitosa. El otro nombre que se mantiene en el imaginario, como supuesto “outsider”, es el de Benjamín Rausseo, quién ha buscado apartarse del Conde del Guacharo, para mostrarse menos disparatada su candidatura, pero, aún así, sigue causando más desconfianza que certezas.
El problema es que, a pesar de los esfuerzos de María Corina, Delsa, Benjamín y el propio Capriles, quién ha logrado reunir, como la primera nombrada, buenas concentraciones de personas en algunos de sus lugares de gira nacional; dista mucho alguno de mostrarse como “el elegido” al unísono, tanto dentro de los partidos de oposición, como en el propio electorado. Y con un régimen con todos los poderes secuestrados, en un país sin Estado de Derecho, con trampas a granel, ventajismo y con un aparataje político y económico consolidado en veintitrés años, acá no se puede ganar sino por paliza como en 2015 para realmente lograr algo. El problema es que las condiciones no son las mismas.
Se camina por un sendero peligroso en el que se vende esta elección como la última oportunidad, cliché que ya hemos escuchado en el pasado. El país va a seguir luego de esta elección y muchos, Dios mediante, igualmente. Pero lo que sí es cierto es que necesitamos una estrategia distinta y que los políticos de oposición no avancen por trayectos divergentes unos de otros hacia un nuevo fracaso por falta de liderazgo y lo más importante, por la carencia de un plan real, un proyecto claro, más allá del cansino argumento: ¡Hay que salir del gobierno! ¡Obvio que Venezuela necesita un cambio ya! Pero son muchas las trabas que se deben enfrentar para poder lograr dicho objetivo y ese cálculo parece pendiente en toda esta ecuación.
Los próximos días van a seguir siendo importantes para ver qué van a hacer con cada uno de los nombres que se han perfilado como precandidatos y las estrategias de los partidos, pero sería menester que la oposición, por una vez en la vida, se detuviera a pensar que cada día que se pierde sin respuestas claras, es uno en el que millones de venezolanos padecen las consecuencias de sus errores pasados, causa, en parte, de seguir viviendo en esta revolución; la misma que condena a miles de venezolanos a morir sin un sistema de salud digno, en el que miles de niños crecen desnutridos y sin educación y en el que nuestra juventud debe migrar por la falta de oportunidades en el país.
Más allá de las primarias, necesitamos acciones concretas y que alguien comience a trabajar en eso con urgencia. El tiempo perdido no regresa.