El venezolano Carlos Valero dejó su país hace siete años y llegó hace cuatro a España. Mantiene a diario contacto con su familia pero, como muchos otros migrantes, carga con un peso invisible, el duelo migratorio.
“Aunque muchas veces la migración se hace por motivos positivos, también implica una serie de pérdidas importantes: el idioma, la cultura, los vínculos familiares, las costumbres…” señala la psicóloga Lucía Vara a EFE.
Carlos Valero, de 25 años, habla cada día con su madre y su hermano, que residen en Chile, y mantiene contacto con el resto de su familia, que quedó en Venezuela.
Pero esta comunicación no evita el duelo por lo que se ha dejado atrás. “Uno puede seguir hablando con sus seres queridos por videollamada, pero no puede abrazarlos”, lo que genera “una sensación de estar entre dos mundos, y puede provocar tristeza, culpa, ansiedad, insomnio, irritabilidad y otras dificultades clínicas”, continúa la psicóloga.
El duelo migratorio “es una situación que somete a la persona que migra a cambios múltiples y permanentes al mismo tiempo. Es decir, es un duelo que se mantiene activo durante toda la vida migratoria de la persona”, coincidieron expertos reunidos en unas recientes jornadas sobre el tema celebradas en Madrid.
«Se asume que quien emigra tiene que estar agradecido y feliz, como si no tuviera derecho a sufrir. Pero el duelo migratorio necesita ser visibilizado. Es una respuesta humana a un cambio profundo», sostiene la psicóloga.
España recibió más de 475.000 inmigrantes en 2024, en su mayoría procedentes de Colombia, Venezuela y Marruecos, según datos del Instituto Nacional de Estadística.
EFE