Según datos oficiales de carácter provisional, el Nuevo Frente Popular (NFP), del que forman parte La Francia Insumisa (LFI, extrema izquierda), el Partido Socialista (PS), el Partido Comunista (PCF) y los Verdes, ha ganado inesperadamente la segunda vuelta de las elecciones anticipadas, consiguiendo 182 diputados, mayoría relativa, muy lejos de la mayoría absoluta de 289 escaños, en una Asamblea Nacional de 577 parlamentarios. Estas cifras fueron ofrecidas por ‘Le Monde’ con datos del Ministerio del Interior.
Para poder gobernar, el frente de izquierdas tendrá que negociar con la derecha tradicional o los aliados de Emmanuel Macron. Se abre una nueva página política sin precedentes y sencillamente imprevisible. Un bombazo, la sorpresa más inesperada de la historia política de la V República.
Según las mismas cifras, Agrupación Nacional (AN, extrema derecha), el partido de Marine Le Pen, ha conseguido 143 escaños. Sería el primer partido, aunque la tercera fuerza política nacional al no ir en coalición con ninguna otra formación. Habría caído de manera espectacular, entre la primera y la segunda vuelta. La sorpresa y decepción de los de Le Pen no diluyeron el anuncio de una oposición dura y radical.
Horizontes y Juntos, el partido y los aliados de Emmanuel Macron, conseguiría 168 diputados. Una subida importante entre la primera y la segunda vuelta, convirtiéndose en una fuerza bisagra, quizás indispensable para poder gobernar.
Ante esos resultados, Emmanuel Macron ha expuesto sus primeras impresiones. El presidente de la República recibirá mañana la dimisión de su primer ministro, Gabriel Attal, pero se tomará varios días antes de nombrar un nuevo jefe de Gobierno, cuando el Nuevo Frente Popular haya podido negociar una posible coalición gubernamental. Macron aconseja «prudencia» ante un cambio político de gran calado con fuerzas que deberían demostrar que son capaces de entenderse.
Jean-Luc Mélenchon, presidente de LFI, ha sido el primer líder en reaccionar: «Hemos alcanzado un resultado que decían imposible. Es un triunfo histórico. El primer ministro en funciones debe dimitir. El presidente Macron debe reconocer su inmenso fracaso y debe nombrar un jefe de Gobierno del Nuevo Frente Popular, que es la fuerza política que debe gobernar en Francia».
«Por nuestra parte, estamos dispuestos a gobernar. Seremos responsables. Cumpliremos nuestro programa. A partir de este verano, los precios quedarán bloqueados, suprimiremos la reforma de las pensiones impuesta por Macron, se impondrá la jubilación a los 60 años, con un salario mínimo de 1.600 euros», ha añadido. Mélenchon está dirige el primer partido del Nuevo Frente Popular, que tiene otros portavoces calificados de muy otra y distinta sensibilidad.
François Hollande, expresidente de la República, ha reaccionado con extrema prudencia ante el triunfo de las izquierdas: «El NFP solo tiene una mayoría relativa. Tenemos que ser responsables y capaces de negociar un proyecto común, entre nosotros y con otras fuerzas políticas».
Raphaël Glucksmann, una de las figuras ascendentes de la izquierda socialista, ha hablado con una prudencia mucho más sensible: «Ante una Asamblea Nacional muy divida deberemos comportarnos como adultos. Será necesario discutir, aprender a dialogar. Necesitamos un cambio de cultura política que será fundamental».
¿Con quién deberá o podrá negociar el NFP para poder tener la mayoría indispensable para gobernar? Olivier Faure, primer secretario del PS, parece descartar el diálogo de fondo con casi todos los amigos de Macron: «Debemos rechazar la coalición con familias contrarias y antagónicas. Nosotros hemos votado contra las reformas de Macron y deseamos imponer un salario mínimo muy superior, con la jubilación a los 60 años. No podemos renunciar a nuestro proyecto para plegarnos a Macron».
Mientras, François Ruffin, rival y enemigo político personal de Jean-Luc Mélenchon por el liderazgo de La Francia Insumisa (LFI), ha hecho a última hora del domingo un balance positivo, sin evitar posibles «riesgos»: «Los electores no han dado una última oportunidad. Pero, ojo, atención a las ilusiones. Hemos perdido a los obreros, que han votado masivamente por Le Pen. Estamos perdiendo electores y algo peor: estamos perdiendo nuestra alma. La extrema derecha ha crecido en tierras populares. Los electores nos han dado una última oportunidad. No la perdamos cometiendo errores con nuestras divisiones».
Jean-Luc Mélenchon, presidente de LFI, fue el primer líder político en reaccionar, declarando: «Hemos alcanzado un resultado que decían imposible»
Entre las familias de centro y centro derecha, próximas a Macron, los resultados se consideraban relativamente esperanzadores, pero insistiendo en otra evidencia: el NFP solo tiene mayoría relativa, y le será muy difícil gobernar.
Gabriel Attal, primer ministro saliente, no se declara totalmente pesimista, a pesar de la derrota de su Gobierno: «Los resultados ponen en evidencia que ninguno de los extremos tiene mayoría absoluta. Ser primer ministro ha sido el gran honor de mi vida. Pondré mi cargo a disposición del jefe del Estado este mismo lunes. Pero estaré en funciones mientras sea necesario. No puedo olvidar que nadie tiene mayoría absoluta. Nuestro país está en una situación política sin precedentes. El presidente Macron deberá esperar hasta que pueda estructurarse una nueva mayoría para poder tomar las medidas necesarias. Comienza una nueva era. Y el futuro de Francia se jugará más que nunca en el Parlamento».