Concedimos el título de este artículo a Gabriela Mistral, escritora chilena y Premio Nobel de Literatura, porque recoge el sentido de estas letras.
El 20 de noviembre se conmemoran 34 años de la aprobación de la Convención sobre los Derechos del Niño por parte de la Organización de las Naciones Unidas. Hace unos 100 años a alguien se le ocurrió que era injusto que los niños fueran explotados como fuerza de trabajo más barata y a la cual se le podía exigir más sin posibilidad de hacer ningún reclamo.
Tuvieron que pasar 70 años para que la comunidad internacional se planteara que los niños debían ser tratados con dignidad. Finalmente, en 1989, se aprobó este tratado de derechos de la niñez que reconoce que los niños y adolescentes tienen derechos humanos. Se dice fácil, es el tratado más ratificado en la historia de Naciones Unidas; pero costó 10 años de discusiones llegar al consenso en la redacción de sus 54 artículos.
Allí se reconocen los derechos más obvios (vida, salud, educación) hasta los más controvertidos (libertad personal, de conciencia, religión, participación en todo lo que le afecta, debido proceso en causas judiciales). Hay que destacar que fue el primer instrumento que incorporó el abanico de derechos internacionales (civiles, culturales, económicos, políticos y sociales) así como aspectos de la legislación humanitaria.
Protección de los niños, niñas y adolescentes
Los años 90 y los 2000 representaron un tiempo de esperanza para todas las organizaciones que trabajamos en el sector de la protección de la niñez. Los vientos de cambio que representa el paradigma y los principios que sustentan este nuevo pacto internacional impulsaron la redacción de nuevas legislaciones, normativas, adecuaciones institucionales, la creación de nuevos programas y fondos para la atención y el reconocimiento de derechos ignorados por mucho tiempo.
Con pesar hay que señalar que estos esfuerzos no fueron para nada sostenibles y se diluyeron con el impacto de las caídas en las economías y la confrontación política.
A pesar de haber transcurrido más de tres décadas, las condiciones de vida de millones de niños, niñas y adolescentes en todo el mundo no han mejorado, incluso, se han deteriorado por el aumento de la pobreza y desigualdad, la restricción de libertades, los conflictos étnicos, las guerras, la crisis ambiental generada por el cambio climático y los efectos del impacto de la pandemia.
La mayoría de los Estados justifican el incumplimiento de sus obligaciones debido a factores económicos, sociales, ambientales que no pueden controlar, por lo que los niños siguen siendo relegados a los últimos de la fila pues no votan y no generan presión política.
Los mecanismos para la exigibilidad y seguimiento de los derechos humanos previstos en la propia Convención, se han ido debilitando por la omisión de los propios Estados que han mostrado no estar interesados en fortalecer el sistema internacional de derechos humanos.
Ante la incapacidad de respetar los derechos humanos de la niñez de buena parte del mundo se ha venido incoando y fortaleciendo una resistencia cultural a considerar al niño como sujeto de derechos, de desconfiar de la capacidad evolutiva para el ejercicio progresivo de esos derechos, tal como lo plantea la Convención, argumentando se le está quitando la potestad a los padres y representantes de ejercer su rol en la protección.
Bajo el argumento de que se está “adultizando e ideologizando a los niños” se alimenta la polarización que ha despojado al debate de contenido y racionalidad quedando secuestrado por fundamentalismos.
¿Y en Venezuela?
Venezuela aprobó este tratado internacional y fue uno de los primeros en ratificarlo y hacerlo parte de su legislación en nuestra región. Tres décadas después no hay duda de que la realidad de la niñez y adolescencia del país se ha deteriorado. Vamos a citar solo tres aspectos donde se hace presente:
1️⃣ La violencia que el propio Ministerio Público ha puesto sobre el tapete en los casos de abuso sexual y acoso escolar.
2️⃣La brecha educativa se ha ensanchado con “horarios mosaicos” y las precarias condiciones en que sobreviven los docentes.
3️⃣ La migración que ha provocado a miles de “niños dejados atrás” en el país sin sus padres y los que están en condiciones precarias en países vecinos.
Aboguemos para que no haya que esperar 100 años para entender que los niños requieren respuestas ya. En palabras de Mistral, “El futuro de los niños siempre es hoy, mañana será tarde”.
Fernando Pereira | @cecodap | @fernanpereirav
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