Keir Starmer llega con una aire de «inevitabilidad» a la línea de meta de las elecciones británicas. Con extrema cautela, sin arriesgar lo más mínimo y sacando partido de los fiascos de los tories, el líder laborista ha afianzado hasta el final su ventaja de casi 20 puntos sobre Rishi Sunak (40% a 21%, según la media de sondeos de la BBC).
En el cierre de campaña, Starmer sorprendió ayer afirmando categóricamente que el Reino Unido no volverá a la UE, ni al mercado único, ni a la unión aduanera «en mi vida». El líder laborista afirmó que planea mejorar las relaciones con Bruselas y revisar el acuerdo del Brexit de Boris Johnson, pero negó que esté tramando la hipotética vuelta a la UE en un segundo mandato con la que se ha especulado durante las últimas semanas.
La única duda, en el momento en que millones de británicos acuden a las urnas, es si Starmer logrará emular o incluso rebasar la supermayoría lograda en 1997 por Tony Blair frente a John Major: 418 a 146 diputados. Las proyecciones sitúan de hecho a Starmer entre los 422 y los 450 escaños de los 650 en juego, lo que ha disparado las alarmas en el Partido Conservador, con el ex premier Boris Johnson irrumpiendo por primera vez en la campaña y alertando a los británicos contra el Starmergeddon.
El propio Starmer, de campaña en Gales, condenó «la negatividad» y el «intento de suprimir el voto» por parte de los tories. El líder laborista salió al paso de las declaraciones de la ex secretaria de Interior Suella Braverman, alegando que el resultado de las elecciones «está escrito en piedra» y que a los conservadores les toca reconstruir el partido y resignarse «a las frustraciones de la oposición».
«Se puede ver muy claramente lo que pretenden los tories«, declaró Starmer. «Están invitando a los ciudadanos a que no ejerzan su derecho democrático. Están intentando disuadir de votar a la gente. Éste es el lugar terrible en el que ha terminado el Partido Conservador».
Starmer aseguró que prefiere «un mandato fuerte» y apeló a los votantes a «ignorar las encuestas» y a no dar la victoria por hecha. En declaraciones a The Times, el aspirante a primer ministro aseguró que una amplia mayoría «sería mejor para el país, porque eso querría decir que nos tenemos que subir las mangas y propiciar el cambio que necesitamos».
El líder laborista contó en la recta final de campaña con el apoyo de un famoso aliado, el actor Hugh Grant, que pidió a los británicos que castiguen con un resultado «devastador» a Rishi Sunak y contribuyan con el voto táctico a relegar al Partido Conservador a la tercera fuerza política, por detrás de Reform UK de Nigel Farage (con el 16% de intención de voto en las encuestas).
Sunak se aferró en plena cuenta atrás a la encuesta YouGov y MRP que advierte que un total de 130.000 votos pueden marcar las diferencia en 100 distritos electorales y recortar la supermayoría de Starmer. El sistema mayoritario uninominal del Reino Unido (conocido en inglés como first-past-the-post) permite efectivamente que el vencedor se lo lleve todo, distrito a distrito, algo que históricamente ha beneficiado a los grandes partidos.
«Una supermayoría significaría una subida de impuestos, una inmigración descontrolada y un Partido Laborista incontrolado durante una generación», advirtió Sunak en el cierre de campaña. «Cada voto cuenta, y en los distritos muy reñidos bastaría con que un número pequeño de gente se inclinara por los conservadores para evitar la supermayoría«.
«¡No dejemos que los putinistas allanen el camino a los corbynistas!», fue la proclama a su explosivo estilo con la que Boris Johnson apareció finalmente en la campaña, a petición expresa del propio Sunak, y lanzando sus dardos tanto a Nigel Farage como a Keir Starmer.
«Vamos a tener el Gobierno más a la izquierda desde la Segunda Guerra Mundial si logran un enorme mayoría», alertó Johnson. «Si queréis que os aumenten los impuestos y tenéis mil libras de sobra, votad laborista. Si queréis la rendición ante Bruselas, votad por Starmer. Pero si queréis proteger nuestra democracia y nuestra economía, ya sabéis lo que hay que hacer».
El efecto Boris no podrá medirse hasta el último momento, aunque las sondeos han reflejado en la última semana «un freno en la caída del Partido Conservador», según el analista John Curtice, que este jueves despliega sus efectivos a pie de urna para adelantar los resultados poco después de las 10 de la noche (una hora más en España).
LOS 20 PUNTOS DE VENTAJA
Curtice destaca, sin embargo, que la diferencia en torno a los 20 puntos es prácticamente la misma que marcaba Starmer sobre Sunak al inicio de la campaña. El profesor de la Universidad de Strathclyde recalca que el líder laborista sigue también puntuando más alto que el premier en la valoración personal. Aun así, recuerda cómo la diferencia de 25 puntos en las encuestas que Tony Blair llegó a tener sobre John Major en 1997 se vio al final menguada a 11,5 puntos en el momento de la verdad.
Otro sondeo de última hora, efectuado por el conservador Lord Michael Ashcroft, deja también la diferencia entre los dos grandes partidos en 19 puntos, y advierte que podría reducirse a 13 «si los indecisos y los antiguos votantes tories volvieran al partido». El mismo sondeo detecta sin embargo que uno de cada cinco votantes conservadores en el 2019 se inclinan a votar por Reform UK.
«Lo que no hemos encontrado es nada que se aproxime al entusiasmo por Keir Starmer», advierte Lord Ashcroft. El 36% de los encuestados piensa que el Partido Laborista tendrá un segundo mandato y el 51% opina que al Partido Conservador le llevará «unos cuantos años» poder recuperarse del batacazo electoral.
En Escocia, entre tanto, y pese a la ostensible recuperación del Partido Laborista, un sondeo de Savanta para The Scotsman vaticina que no se producirá el ansiado sorpasso sobre el Partido Nacionalista Escocés (SNP). Los laboristas se quedarían en el 31% frente al 34% de los nacionalistas. Aun así, ganarían 22 diputados frente al único escaño logrado en el 2019, mientras que el SNP vería reducida su presencia en Westminster casi a la mitad, con 24 diputados.