Aunque por tiranía se entiende toda práctica política ejercida por un gobierno enfermo de poder, las nuevas realidades buscan remozar el concepto que describe este sistema político, ¿cómo?, separando el despotismo del terror político.
Se sabe que una tiranía es un tipo específico de régimen político condicionado por la enfermiza obsesión de mantenerse en el poder. Razón por la cual, las acciones públicas se decantan simuladamente a fin de “justificar” cada una de las determinaciones pensadas con base en la necesaria alevosía.
Para lograr tan atrevida pretensión, el gobierno busca “controlar el Estado”, tal y como sugería Maquiavelo. Pero para lograrlo a cabalidad esparce “miedo y terror” con el mayor disimulo posible, y qué mejor forma de hacerlo que inculcándolo a través de hechos que, en nombre de ideales “patrióticos”, provoque un “miedo y terror” progresivo.
Hoy las tiranías se basan en modelos del tipo “antítesis” extraídos de la interpretación trucada de la teoría política. En consecuencia, las tiranías actuales se disfrazan según las precisiones que dictan las realidades.
El Caso Venezuela
La dictadura que, en principio, se vio seguir como guion político del mal llamado gobierno “revolucionario” estuvo marcada por la grosera incursión del militarismo de nuevo cuño que acompañaba al equipo político, que había arribado al poder en diciembre de 1998, y hacía su debut en enero de 1999.
Desde el inicio, el gobierno adversó la democracia con violencia, chapucería y revanchismo. Pero sus tendenciosas prácticas fueron pronunciándose más a medida que corrían los años.
No obstante, debe reconocerse que el hecho que exaltó la tendencia radical de hacer política mediante trampas electorales, corrupción e intimidación, hasta ahora practicada, fue la elección primaria del 22 de octubre de 2023.
Tal evento invocó la arremetida de los demonios asesores del régimen. Fue el golpe más duro que recibió el régimen en su tiempo de vida política reciente. Se trata del trancazo ocasionado por la victoria política del 22 de octubre. Fue la respuesta de la población inconforme, decepcionada, perseguida, abusada y maltratada por el régimen.
Tan contundentes comicios revirtieron condiciones que el régimen creyó tener aseguradas. Sin embargo, nunca esperó que la población reaccionara. La población que se había hecho la sometida ahora mostraba su talante democrático, libertario y digno. Se volvió contestataria.
Aquel triunfo electoral significó para el régimen la declaración de su debacle. Tanto que los poderes públicos nacionales, subordinados al régimen, enardecieron. Por eso, se armaron de cuantas argucias fueran posibles para restarle importancia, legitimidad y reconocimiento al triunfo alcanzado por ese pueblo cansado de humillarse, de poner la otra mejilla para ser golpeada por los esbirros del régimen, de ver aporreados sus derechos humanos y atropelladas sus libertades.
El régimen ordenó a sus oficinas jurídicas, formada por pésimos abogados, como el tribunal supremo de injusticia y la fiscalía general, a arremeter contra la organización de tan victorioso evento electoral. Mientras esto ha sucedido, el régimen siguió haciendo mutis de los delitos cometidos y de los cuales se le acusa por parte de la Corte Penal Internacional.
Qué pena es ver cómo la comunidad internacional quedó impávida al sorprenderse de la alcahuetería y desvergüenza que existe a lo interno del régimen.
Se trata de un guion que siguen esos modelos políticos autoritarios que, en su desesperación, quieren creer que las nuevas tiranías garantizan el agarre al poder. Es decir, el nuevo rostro de la tiranía.
Antonio José Monagas
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