Los presidentes de Brasil y de Colombia han mantenido este miércoles una conversación telefónica en el intento de mediar entre el Gobierno chavista y la oposición para que los venezolanos puedan resolver de manera pacífica y negociada la crisis abierta tras las elecciones presidenciales del 28 de julio. Pero nada ha trascendido sobre los próximos pasos o el contenido de la llamada.
El canciller brasileño, Mauro Vieira, ha llegado en la noche del miércoles a Bogotá donde el jueves se verá con su homólogo, Luiz Gilberto Murillo, antes de partir hacia República Dominicana para la toma de posesión del nuevo presidente. Cumplidos 18 días desde las elecciones, el chavismo sigue atrincherado sin mostrar las actas que le exige buena parte de la comunidad internacional. Pese a su empeño en dialogar con las dos partes, ninguno de los dos presidentes está dispuesto a reconocer un tercer mandato de Nicolás Maduro si el chavismo no presenta los boletines oficiales.
Prácticamente no ha trascendido nada sobre la llamada entre los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva y Gustavo Petro. “Estaba en una llamada telefónica con Colombia, tratando de ver si podíamos encontrar una salida a los problemas de Venezuela, para ver si podemos restablecer calma democrática en ese país”, ha declarado el brasileño en un evento, informa la agencia Reuters. El contacto entre los dos mandatarios se ha producido al día siguiente de que su homólogo Andrés Manuel López Obrador diera un paso atrás y apostara por esperar a lo que el Tribunal Superior de Justicia de Venezuela (controlado por el chavismo) tenga que decir sobre la controversia electoral. Algo que el trío aparentemente había descartado en uno de sus comunicados conjuntos.
La idea es que a esta conversación Lula-Petro le sigan un contacto con Maduro y otro con el opositor Edmundo González Urrutia. El hermetismo de este miércoles contrasta con los primeros pasos de estas gestiones diplomáticas, cuando México acompañó a Brasil y Colombia, y los tres presidentes difundieron dos comunicados conjuntos exigiendo al presidente Maduro las actas de cada una de las mesas electorales y una verificación imparcial de los resultados.
Este martes, el principal asesor de Lula en materia internacional colocó sobre la mesa la idea de que Venezuela celebre unas nuevas elecciones que den la victoria a uno u otro candidato en vista de que ambos se proclaman vencedores. El chavismo no ha presentado pruebas de su triunfo, mientras la oposición ha difundido las copias de más del 80% de las actas, que le dan una holgada victoria. Los informes del panel de expertos de la ONU y del Centro Carter han confirmado la falta de transparencia de los resultados anunciados, además de validar las actas publicadas por la oposición.
Tanto Lula como Petro restablecieron las siempre difíciles relaciones con la República Bolivariana al comienzo de sus respectivos Gobiernos. Petro, que lleva dos años en el poder, se ha reunido en varias ocasiones con Maduro y se propuso allanar el camino para unas elecciones con garantías para todos en Venezuela, pero se estrelló con la noche de las actas ‘perdidas’. El primer presidente de izquierdas de la Colombia contemporánea, un tuitero compulsivo que nunca se ha distinguido por ser tímido en sus opiniones, ha hecho desde los comicios un inusual ejercicio de contención en sus mensajes para dar espacio a la diplomacia.
En sus poquísimos pronunciamientos sobre la cuestión ha insistido en la necesidad de una salida dialogada. “Hay que construir un camino común y pacífico”, apuntaba la semana pasada al hacerse eco de la noticia de que Estados Unidos brindaba un apoyo explícito a la mediación de Brasil, México y Colombia para lograr una “transición” en Venezuela. Antes había advertido, con un tono más lúgubre, que “la oposición y Maduro deben llegar a un acuerdo político porque, si no, estallará el éxodo y la guerra en América toda”. Colombia es por mucho el principal país de acogida de la diáspora venezolana, con cerca de tres millones de migrantes en su territorio, y los dos países comparten una porosa frontera de más de 2.200 kilómetros.
La diplomacia colombiana y la brasileña hacen malabares en un momento incierto, en medio de una cascada de críticas internas por no condenar con contundencia al régimen chavista y su deriva autoritaria.
Lula llegó a decir en los primeros días que el revuelo en torno a los comicios era exagerado, pero pronto insistió en su mantra de “actas, actas, actas”. En su primer mensaje tras los comicios, Petro habló de la necesidad de “un escrutinio transparente con conteo de votos, actas y con veeduría de todas las fuerzas políticas”, y también de una “veeduría internacional profesional”.
El canciller Murillo, que se reúne este jueves con su homólogo brasileño Vieira, ha hecho continuos llamados a la cautela y la prudencia. Brasil y Colombia mantienen en esta crisis intensos contactos con la diplomacia de Estados Unidos, de la Unión Europea y de varios países vecinos.
“Seguimos en contacto con todos los sectores oficiales y políticos en Venezuela, en un esfuerzo diplomático conjunto y constructivo entre Colombia, Brasil y México”, ha reivindicado el canciller Murillo sin detallar esas conversaciones. En medio de ese hermetismo, Colombia no se ha referido en ninguna declaración pública hasta ahora a la idea de una repetición electoral que ha deslizado el diplomático brasileño Celso Amorim, el principal asesor de Lula en política internacional. “No creo que el madurismo esté en condiciones de ir a un nuevo evento electoral en el cual muy seguramente será derrotado, casi pulverizado”, valora una alta fuente diplomática colombiana.