El prometedor político Nicmer Evans ha insistido desde hace ya varios meses en la conveniencia y viabilidad de promover un referéndum revocatorio al presidente de la República, Nicolás Maduro. Estoy de acuerdo con dicha propuesta por las siguientes razones: primero, su reconocimiento constitucional. Es una institución reglamentada en nuestra carta magna, con la fortaleza que significa el estar establecida en el texto jurídico de más alta jerarquía de nuestro ordenamiento jurídico, además de la legitimidad que apareja su ratificación popular en dos oportunidades diferentes, 1999 y 2007, algo inusual en la historia constitucional de Venezuela y el mundo; en segundo lugar, se trata de una institución genuinamente democrática, de naturaleza democrático-participativa, pues con ella el pueblo ejerce directamente su voluntad soberana sin necesidad de la intermediación de sus representantes; y en tercer lugar, responde a un derecho humano fundamental, el derecho de participación política, que pertenece y ejercen los venezolanos en su condición de ciudadanos.
El referéndum revocatorio es una propuesta original del constitucionalismo patrio, estipulada primigeniamente en el proyecto de reforma constitucional que en su momento abanderó el para entonces senador vitalicio Rafael Caldera. Lamentablemente dicha iniciativa no tuvo suerte ante el desinterés de la clase política dirigente en la tormentosa década de los noventa. Caldera recogería el latir de la nueva dimensión participativa de la democracia en estas palabras, colofón de la frustración al no poderse lograr la anhelada reforma: “ El principio de que la soberanía reside en el pueblo toma cada vez más fuerza y sin duda se hará sentir, inevitablemente, en el devenir de todos nuestros países.” La bandera de la institución refrendaria la haría suya Hugo Chávez, que como Presidente recién electo promovió la convocatoria de la asamblea nacional constituyente y presentó al magno cuerpo sus ideas constitucionales, una da las más caras sin lugar a dudas, y de lo cual puedo dar fe como uno de sus asesores en materia constitucional para ese entonces, el referendo popular, incluyendo por supuesto el referendo revocatorio. En suma, la constituyente aprobó con una abrumadora mayoria la novedosa institución, gracias a la decisión del Polo Patriótico y de todos sus miembros, entre ellos el para entonces constituyente Nicolás Maduro.
Soy de la opinión de que el referendo revocatorio debe constituir un elemento relevante, sino el más relevante, del proceso de negociación política cuya andadura recién comienza. Es viable, con la jerarquía constitucional implicada, y es oportuno , pues la fecha que posibilita su activación es cercana. El referendo revocatorio une, nunca desune. Une a la oposición, pues las ambiciones personales se subordinan a un objetivo superior, y une al régimen de Maduro en su creencia de que sigue contando con la mayoría del país. Lo único que se pide al nuevo CNE es que demuestre con su comportamiento que es capaz de aprobar unas reglas diáfanas que den confianza a la eventual iniciativa popular promotora de la consulta, evidentemente ahora si vinculante.
Voces radicales han afirmado que no se debe adelantar un referendo para revocar a una persona usurpadora del elevado cargo de Presidente de la República. A lo patrocinantes de ese radicalismo infértil yo solo les pediría que leyeran en el libro de la historia contemporánea los ejemplos reveladores de pueblos decidiendo electoralmente su destino político frente a dictaduras que, pensaban los radicales, solo podrían derrocarse a través de medios violentos.
Son muchas las posibilidades de negociación que facilita el referéndum revocatorio y conducen a una transición no traumática hacia la democracia. La altura de miras de la dirigencia política determinará su destino, donde el pueblo, al comienzo y al final tendrá que ser inevitablemente el definitivo decisor. No es un asunto fácil lo que tenemos enfrente. Requiere paciencia, coraje, determinación. Pienso que también esta hora crucial exige hombres de experiencia probada, tino político y una inmensa capacidad de sacrificio, a tono con el desafío de reconciliar la nación. Para todo ello el referendo revocatorio abre los caminos, no desaprovechemos la oportunidad.
Ricardo Combellas