“Nunca voy a pensar en cerrar Waterland”, sentencia visiblemente emocionado Ricardo Roca, fundador del acuario que mantiene a Venezuela, desde hace más de 20 años, en el selecto grupo de países en Latinoamérica donde sumergirse en una piscina con delfines, es una renovadora terapia.
A pesar de la cruda crisis que atraviesa la nación, Roca se mantiene firme en la convicción de mantener a flote lo que para él es más que una empresa, es su familia. En el parque, ubicado en Pampatar, Isla de Margarita, trabajan unas 78 personas, “son parte del equipo, somos una familia integrada por personas de toda la isla que nos une el amor por estas criaturas marinas”, reseña.
-Somos una empresa a la que sabes a la hora entras pero no a la que sales, porque aquí se vive por ellos –los delfines- , seas fotógrafos, personal de mantenimiento o gerente de mercadeo, sabes que en cualquier momento debes meterte al agua a cargar un delfín o nadar durante horas junto a ellos.
Roca asegura que vio venir la crisis venezolana hace tiempo, “nunca me he involucrado en política, hemos aguantado, nunca voy a pensar cerrar Waterland, me he sentido muy mal a veces, me deprimo por la situación, pero por encima de los gobiernos, ha surgido una luz en el camino al poder usar dólares, se ha activado la economía nuevamente, me volvieron las ganas de seguir aquí”, sentencia.
Waterland lo fundó en Colombia en el año 1992 y llegó a Venezuela, “huyendo de un matrimonio” en 1994, “mi primera esposa es británica, somos una familia de espectáculo desde la época de mi abuelo, siempre trabajando en show, en circos, fundamos uno de los circos más enigmáticos de América Latina, Circo Los Hermanos”, recuerda.
Roca comenzó como mago, trabajó en circos hasta que su familia decide retirarse de esa vida, “el circo se cierra en 1973, quedé con la vena y siempre me llamó mucho la atención además de la magia los animales, siempre he dicho que trabajar con los animales no se aprende, es un don, uno lo lleva dentro, cuando uno agarra un animal hay una conexión, como los profesores que nacen y no se hacen, es una vocación”.
En el año 1985 tiene la idea de retomar el espectáculo, “quiero volver a tener el circo y mi padre me dice que volver a tomar la idea era complicado, pues ya había una familia que nos llevaba una morena que eran los Gasca, por lo que me recomendó buscar algo diferente, es cuando nace la idea de hacer un acuario móvil y trabajar con delfines”.
Tres años antes -1982- Roca trabaja por primera vez con delfines, “yo era mago, venia de Inglaterra, me contrata una compañía americana que fue la que trajo por primera vez delfines a Sudamérica, me contratan como mago para alternar el show, pero mi vocación era trabajar con animales, congenio mucho con el gringo que manejaba a los delfines, fui aprendiendo por vocación”, recuerda.
“Dije en ese entonces que algún día compraría unos delfines”, el proyecto se cristalizó en el año 93 cuando trae los primeros delfines a América Latina de Cuba, creando dos divisiones: Waterland azul y rojo e inicia una gira al aire libre, recorriendo con un espectáculo marino, que incluía lobos marinos, delfines y clavadistas, países como Colombia, Perú, Ecuador.
“Llegábamos a esos países construíamos la piscina y estábamos dos o tres meses en cada una de esas naciones”. Entre risas recuerda que en esa época le tenía “grima” a Venezuela, luego de ser estafado por una empresa venezolana en 1986. “Me citan a Cúcuta, me dejaron tirado con todo el material, casi me meten preso al meterme en deudas que no tenía nada que ver, de víctima pase a victimario y dije que más nunca volvía a Venezuela”.
En 1992 lo invitan de nuevo al país, “me dieron garantías, acepte venir hasta Maracaibo dejar el espectáculo y regresarme, llegué y nunca más me fui. Llegamos a Caracas y fue el bombazo con Salserin y la serie de TV de Sol a Sol, pegamos muy bien, fuimos artistas exclusivos de Venevisión, hay ciudades que como acuario móvil nunca fuimos y sin embargo todos nos conocían gracias a ese convenio con el canal, nos contrataron una vez para Aruba, pero en combo, Salserin con Waterland, era la misma cosa”.
A Margarita llega en diciembre 1995 donde arma un primer acuario en los terrenos del antiguo aeropuerto, “quede enamorado y me propuse montar un acuario más grande en la isla, y aquí estamos en este sitio junto a Diverland”, sentencia.
Desde hace ya 22, prácticamente todos los días, personas de todas las edades visitan Waterland para nadar con los delfines luego de reservar el día y la hora disponibles. El solo hecho de verlos saltar en el agua, emitir sus particulares sonidos, maravillarse con su inteligencia al observarlos obedecer las órdenes de los entrenadores ya es una terapia.
Un porcentaje de sus visitantes lo hace por la delfinoterapia, dirigida a pacientes con diversas condiciones como autismo, parálisis infantil, cáncer, ACV, estrés, drogadicción, alcoholismo, retardo mental, diabetes, mal de Alzheimer, entre muchas más, y cuya base de la aplicación de la terapia neuroestimulante interactiva está dada por la emisión de ondas ultrasónicas de altísima frecuencia y de amplitud diversa que es capaz de producir el delfín. Estas ondas estimulan directamente al hipotálamo para producir unos neurotransmisores conocidos como endorfinas.
Daniel Murolo