Un silencio absoluto reina la noche del miércoles en el centro de la ciudad de Los Teques, que cumple su tercer día con bares y restaurantes cerrados, las calles desiertas y la gente encerrada en sus casas, tal y como dispuso el gobierno para contener la epidemia de coronavirus.
«No tenemos otras armas. Tenemos la misma que se usó en siglo XIV contra la peste negra. La de evitar el contacto con los demás», resumia uno de los vecinos de la calle Guaicaipuro de la capital mirandina al comentar las medidas de aislamiento adoptadas la noche del domingo para todo el país.
La histórica e inédita decisión, tomada ante la llegada del Covid-19 al país genera sentimientos encontrados entre la población, desde pánico y consternación pasando por la avidez, la indiferencia, pero también por la solidaridad y una suerte de optimismo.
«Este silencio es similar al vivido hace un año durante el gran apagón, los venezolanos no salimos de una tragedia», agregaba otra vecina, asegurando que nadie está preparado para un evento de estas proporciones.
Los rumores atizan el miedo. «Se dice que hay muchos casos aquí, uno pasa el día aterrado esperando escuchar la cifras que da el gobierno», agrega la mujer.
El tiempo que durará la cuarentena es incierto. En el interior de las viviendas de los tequeños las familias se la ingenian para distraerse, rendir la comida y rogar para que llegue el agua y no se vaya la luz. «Vivimos con el corazón en la boca», puntualiza.
Redacción El Tequeño
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