El cambio climático plantea graves amenazas a los países de toda África pero golpea sobre todo a los Estados más frágiles y enzarzados en conflictos, señala un estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI) divulgado en esta capital que albergará la Cumbre Africana sobre Acción Climática, del 4 al 6 de septiembre.
El estudio destaca que los choques climáticos empeoran fragilidades subyacentes, como los conflictos y el hambre, exacerbando el efecto que tienen sobre la economía y el bienestar de las personas, apunta el estudio.
“Nuestras estimaciones indican que en un escenario de altas emisiones, y todo lo demás constante, las muertes por conflictos como proporción de la población podrían aumentar cerca de 10 % en los países frágiles para 2060”, indica el informe.
Para entonces, el cambio climático también empujaría al hambre a 50 millones de personas más en los Estados frágiles, los más castigados por la inseguridad alimentaria que afecta a unos 800 millones de personas en todo el mundo.
Desde la República Centroafricana hasta Somalia y Sudán, los Estados frágiles sufren más inundaciones, sequías, tormentas y otras perturbaciones relacionadas con el clima que otros países, a pesar de que son de los que menos han contribuido al cabio climático, reconoce el estudio.
Y las temperaturas en los Estados frágiles ya son más altas que en otros países debido a su ubicación geográfica. Para 2040, esos países podrían enfrentar 61 días al año de temperaturas superiores a los 35 grados centígrados en promedio.
El calor excesivo, junto con los fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes que lo acompañan, pondrá en peligro la salud humana y perjudicará la productividad y los empleos en sectores clave como la agricultura y la construcción, se indicó.
Además, cada año, tres veces más personas se ven afectadas por desastres naturales en Estados frágiles que en otros países, y esas afectaciones desplazan a más del doble de la población que en las naciones con mayor estabilidad, indica el estudio.
África subsahariana tiene al menos la mitad de la cuarentena de países considerados como los Estados más frágiles del mundo, por su incapacidad para garantizar estabilidad, seguridad, derechos y acceso a bienes para la mayoría de las personas.
Particularmente los países de la región del Sahel, la franja semiárida de cruza el continente de este a oeste y se interpone entre el desierto del Sahara al norte y la zona de bosques en el centro, la combinación de conflictos y crisis climática ha impactado severamente la vida de millones de personas.
En el Sahel, pero también más al sur, en la frontera entre la República Democrática del Congo y países de África oriental, son recurrentes los conflictos armados, incluidos los impulsados por milicias integristas islamistas y sus aliados.
Un recio recordatorio del clima de inestabilidad y conflicto han sido los golpes de Estado que en julio y agosto de este año sorprendieron en Níger y Gabón, también vividos en Sudán, Chad, Malí, Guinea y Burkina Faso, con lo que se completan 10 en cuatro años.
En varios de esos países se viven enfrentamientos continuos entre fuerzas regulares y rebeldes que se reivindican como islamistas, y en otros, como es el caso de Sudán –y también de Etiopía y Somalia- luchan los poderes que controlan la capital y partes del país contra facciones militares que son fuertes en determinadas regiones.
El FMI resalta que el efecto más dañino de los fenómenos climáticos en esos Estados frágiles no se debe solo a su ubicación geográfica en partes más cálidas del planeta, sino también a los conflictos, la dependencia de la agricultura de secano y la menor capacidad para gestionar los riesgos.
“Por ejemplo, en Somalia, las zonas más gravemente afectadas por la inseguridad alimentaria y el hambre debido a la prolongada sequía de 2021-22 estaban bajo el control de grupos terroristas que frustraron la entrega de asistencia humanitaria”, indica el documento.
En un aparte sobre la agricultura, el texto recuerda que las explotaciones agrícolas de secano son especialmente vulnerables a las sequías y las inundaciones, y cuando existe infraestructura de riego, a menudo está mal diseñada, se desmorona o resulta dañada por conflictos.
En el centro de Malí, por ejemplo, las inundaciones a lo largo del río Níger son causadas en parte por agricultores que huyen de los combates y por el deterioro de las zanjas de drenaje.
El plan de irrigación de Gezira en Sudán alguna vez cubrió 8000 kilómetros cuadrados de tierras agrícolas fértiles, pero se ha reducido a menos de la mitad de esa área debido al mantenimiento deficiente.
Por último, el FMI reconoce que las mayores pérdidas derivadas de las crisis climáticas también se deben a la falta de medios financieros, dado que el financiamiento necesario para la adaptación al clima supera con creces lo que los países frágiles y afectados por conflictos pueden permitirse por sí solos.
El Fondo considera urgente “un apoyo considerable y sostenido de los socios internacionales para el desarrollo para evitar que el hambre y los conflictos empeoren, lo que puede alimentar la violencia forzada, el desplazamiento y la migración”.
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IPS