Son ya décadas que marcan la historia de la antipolítica en Venezuela, y desde que la democracia, el sistema de gobierno y los ajustadores de la política y la democracia en todos los sectores han marchado en el querer de una nueva república y de un cambio de régimen, no hemos dejado de percibir un erróneo proceder para el cambio; ese de solicitar ayuda externa, intervención militar, y en lo más rudo dentro del rancio nacionalismo, que se alcen las fuerzas armadas, siendo esto tal vez lo peor pensado.
Para nosotros fue triste el tener que asumir una derrota simulada, cuando quedándonos en esta retaguardia tuvimos que aceptar la pérfida desilusión al haber percibido y aceptado el equívoco de quienes han marcado pauta de sufridores, abandonando la república o el país. Si, los que pensaron o piensan que todo está perdido y han pedido la ayuda externa para el cambio, a sabiendas de que somos muchos los que decidimos enfrentar el monstruo cara a cara, armados de cordura, paciencia e intelecto, cargados de palabras y sabiduría en el grado mínimo de la paciencia; siempre confiando en que todos queremos a Venezuela.
No podemos olvidar, qué fue esa incoherente antipolítica la que turbó nuestro pensar en lograr un sistema de gobierno que estimule la participación de todos en la producción y generación de bienes y divisas para lograr la recuperación del país; todo en contra del pensar antipolítico que ataca a todo lo que pueda incluirse en la discusión política, sin diferenciar criterios visualizados sin ideología; es decir, atacar cualquier criterio mirando solo al proponente, sin analizar su orientación o idea.
En nuestra visión política opositora, desde que se inició este irracional sistema “revolucionario” nos llevó a opinar que “…los cambios violentos involucran acciones también violentas, toda vez que las acciones, si no toman impulso se acomodan a la inercia y tienden a la continuidad. De los cambios violentos y en cantidad, surge el aforismo, “cambiar todo para que todo siga igual”, porque el que mucho abarca poco aprieta y con poca saliva se traga poca harina.” Algunas personas nos han criticado porque solo referimos las cosas malas, es decir, lo que llamamos “los lunares de la revolución” y el tiempo nos ha dado la razón. Dijimos desde que el proceso se inició, que, la revolución, según los revolucionarios, fue emprendida por “los malos 40 años de la democracia puntofijista podrida”, sin valorar ni aceptar como bueno nada de lo que en esos 40 años se hizo. Pensamos, que la perfectibilidad solo persigue cambiar o mejorar lo malo, sin que consciente y racionalmente nos detengamos a reconocer lo bueno, ya que el mundo siempre gira sobre su base. He ahí el origen de la perfectibilidad, la cual parte del análisis crítico para proseguir lo bueno, sin que perdamos tiempo en inventariarlo. Es de tontos hacer diagnósticos comparativos entre lo sano y lo enfermo, ya que siempre lo malo corromperá a lo bueno.
Pensamos entonces y lo seguimos pensando, que el error opositor ha sido, tal vez sin quererlo, el atacar la política sin discernimiento, que surgió desde la década de los 80-90 del pasado siglo, esa que se llamó la antipolítica contra el régimen que gobernaba a Venezuela, y que luego del movimiento chavista y su “por ahora”, y del enamoramiento de un “gobierno militar”, esa antipolítica se transformó en la debacle derivada del mal gobierno, la multiplicidad de partidos, la intransigencia del liderazgo para forma la Unidad, la emigración de líderes perseguidos y otros temerosos, pero la peor idea fue la de solicitar a otros países que tomaran acciones contra el régimen, sin darse cuenta que las medidas no son personales sino al país y todo agravó la situación económica que llegó a un clímax impensado; y lo peor fue promover la abstención del voto en los procesos electorales con el cuento del fraude; en fin; toda una tramoya que se trasformó en una incoherente antipolítica, más radical e incomprensible que la que dio cabida al chavismo.
Bajo esta percepción, insistimos en recordarle a muchos que tienen miedo de volver a Venezuela, que “… la intelectualidad venezolana, que marcó y marca pautas en el mundo por su intelecto y preparación científica y académica, no puede perdurar en su fausta lucha, muchos duermen en sus laureles y otros en otras fantasías, que han dispersado en el mundo la ilusión de un nuevo despertar, pero en su mayoría, quienes han creído que en todas las latitudes hay “eternas primaveras” y se han dedicado a conformar una nueva política venezolana, excluyente de todo lo que suene o sepa a chavismo, olvidando que todos somos los mismos venezolanos, buenos y malos, adecos y copeyanos, caraquistas y magallaneros, que al comenzar la nueva Venezuela que se está forjando, conviviremos todos para bien, dejando de lado las caricias al maligno gobierno que se apoderó de la mente del pueblo creyente, y aunque sabio, también demostró que se equivoca. Al final, todos estaremos dispuestos a promover el cambio político venezolano; ese cambio que ya se avizora con las primarias en noviembre.