España, once años después, vuelve a ser campeona. Y por penaltis, esa suerte tan esquiva con la selección en los últimos años. Hubo suspense, como procedía, hasta que Unai Simón se erigió en el héroe de la tanda con dos paradas decisivas. La Nations no es una Eurocopa ni un Mundial, pero coronarla marca un hito en el sendero e ilumina el trayecto. También bendice a Luis de la Fuente, un seleccionador que en solo cuatro partidos ya puede presumir de trofeo.
Croacia, un dignísimo rival, se quedó de nuevo a las puertas de la gloria, rozándola con las yemas de los dedos. Larga vida a Luka Modric y sus soldados. Diez más en el campo, otros tantos en el banquillo y 25.000 en la grada.
España hubo de luchar cada centímetro del campo para triunfar. De la Fuente quiso dar continuidad a su equipo y presentó un once con solo dos cambios. Entró Fabián, impecable ayuda para Rodri en el centro del campo, y también Asensio. Para el balear no dejaba de ser un encuentro muy emocional por jugarse en el país donde nació su madre. Cuánto lucharon en los Países Bajos para quedárselo en su selección nacional.
España se presentó al campo toda de roja. Croacia, de azul. Los dos uniformes desnaturalizados. Un mal comienzo. De inicio, hubo respeto y prudencia. No tanto por temor a la calidad de cada uno de los rivales, sino porque a estas alturas hay lo que hay en cuanto a físico. Como si intuyeran un partido largo, anticipando incluso la prórroga, tan habitual en cualquier eliminatoria en la que estén por medio los croatas. Por más que los entrenadores quisieran jugar al despiste en las horas previas, todos y cada uno de los protagonistas llegaban a esta cita de finales de junio con la gasolina justa en el depósito.
Aún así hubo alguna ocasión temprana para España. La primera, en un disparo de Fabián que se envenenó y que Livakovic solo pudo palmotear para que golpeara en el palo. Morata no llegó a tiempo al rebote. La segunda, tras un fallo en la entrega de Sutalo que acabó en un disparo demasiado cruzado de Gavi. Poca cosa.
A falta de fútbol en el césped, la afición croata, más de 25.000, ponía el espectáculo en la grada. Bengalas, cánticos y un ambiente ensordecedor más propio de Split o Zagreb. El caso es que, arrastrado por esa ola, Croacia se puso a jugar. El peligro llegaba, cómo no, en balones largos, el talón de Aquiles de la zaga española. Kramaric estuvo lento para cazar un balón largo de Modric en el que acabó anticipándose Laporte. Un minuto después era Le Normand quien taponaba al delantero centro croata para evitar que rematase a Unai Simón. Poca cosa, igualmente.
Aparecía poco Morata, sin acierto. Con extremo desacierto, incluso. Tenía el rojiblanco el don de aparecer siempre en el lugar incorrecto. Si daba un taconazo se le trastabillaba en el otro pie. Si Rodri remataba a portería, su cabeza aparecía en medio para desviar la pelota. Si Alba ponía un balón al área que iba para Gavi, él salía de la nada para mandar la pelota fuera… Solo le salvó la intención.
El partido seguía a fogonazos. Sin conseguir despegar. Nadie dominaba. Croacia buscaba a Modric porque con él siempre hay una expectativa, un algo que puede pasar. Lo saben sus compañeros, que le buscaban sin remedio. Una y otra vez, una y otra vez… También lo intuye su afición, levantada del asiento cada vez que le llegaba el balón.
Y España puso empeñó en encontrar a Rodri, el hombre que sostiene y empuja. El futbolista da ciento y raya al resto de mediocentros hoy en día. Tanto, que incluso se le apunta como futuro candidato al Balón de Oro. Pero tampoco parecía que fuera su final.
Tras el descanso siguió el fútbol de choque, donde el rival parecía sentirse superior. Perisic era el que llevaba más peligro y Gavi se multiplicaba para ayudar a Navas, incluso haciendo judo con el croata. No hay un guerrero igual en la selección española.
Habian pasado ya demasiados minutos sin que España diera señales de peligro cuando entró al campo Joselu, mucho antes de lo habitual. Junto a él, Ansu Fati. Pero fue Asensio quien volvió a rematar un balón a Livakovic en otro centro de Alba que el balear cabeceó alto.
Los minutos pesaban y empezó a haber bajas. Le Normand, tocado, puso la rodilla en tierra a falta de diez minutos para que se cumpliera el tiempo reglamentario, cuando el partido entraba en esa franja tan delicada en la que los errores son casi definitivos.
El final del tiempo reglamentario se le hizo más largo a Croacia, con Modric sospechosamente desaparecido. Perisic sacó en la línea un remate de Ansu y De la Fuente gastó su bala última antes de la prórroga con Dani Olmo, aclamado por la afición croata.
Dice De la Fuente que las prórrogas son «una experiencia vital». Que importa el físico, sí, pero más la cabeza y estar tranquilo. Nacho tuvo esa calma en un corte providencial para evitar que Majer se plantara solo delante de Unai. Pero no la encontró Olmo en las ocasiones más claras del tiempo extra. El caso es que el físico también importaba, sobre todo porque a Croacia -solo tres cambios hasta entronces- no le llegaba para más y quiso fiarlo todo a los penaltis. Hasta allí se llegó. Unai Simón detuvo los lanzamientos de Majer y Petkovic y Carvajal, a lo Panenka, marcó el decisivo. España es campeona.