Con la llegada del clima caluroso, unos diminutos insectos, los mosquitos se convierten en una de nuestras peores pesadillas en esta época del año. Más allá de ser trasmisores de enfermedades en ciertas partes del mundo como el zika, el dengue, la malaria o la fiebre amarilla, estos dípteros nos acribillan con sus picaduras, sobre todo por la noche mientras dormimos.
Entre los múltiples porqués de que seamos propensos a estas picaduras, se encuentra el olor, la temperatura y la humedad. Varias de estas posibilidades hacían pensar que estos factores eran los determinantes para que seamos o no picados con más frecuencia por los mosquitos, hasta que investigadores de la Universidad Internacional de Florida en Miami (Estados Unidos) descubrieron un causante, que hasta entonces, se desconocía.
Los expertos explicaron que los mosquitos tienen un receptor olfativo de señalización en sus antenas con el que detectan el olor humano. Este receptor, llamado IR8a, responde a componentes volátiles que integran el olor corporal, entre ellos, el ácido láctico, presente en el sudor. Y es crucial para dirigir al mosquito hacia un huésped del que alimentarse, según devela un trabajo publicado en Current Biology.
La técnica utilizada fue la de edición genética CRISPR/Cas9, para lograr mosquitos Aedes aegypti -que puede ser portador y transmisor del virus del dengue, del Zika, o de la fiebre amarilla, entre otros, a los que faltaba una versión funcional del gen Ir8a. Los investigadores pudieron comprobar que esos mosquitos mutantes se sentían menos atraídos por las personas, en comparación con los mosquitos sin modificar genéticamente, por lo que los científicos hablaron de la posibilidad que este descubrimiento abra la puerta a diseñar nuevos repelentes de mosquitos.
“Eliminar la función de Ir8a reduce en aproximadamente un 50% la actividad de búsqueda de huésped [del mosquito]”, aseguraba en un comunicado Matther DeGennaro, autor sénior y líder de la investigación. “Queremos encontrar nuevas soluciones para evitar la picadura de los mosquitos. Y para ello necesitamos entender las bases moleculares del comportamiento de estos insectos”, afirmaba DeGennaro.