Entre los catorce migrantes venezolanos fallecidos en el incendio que se registró el pasado lunes 6 de noviembre en el sur de Chile, ocho eran niños. La menor era Brihana Rincón, de cuatro años de edad y el mayor se llamaba Beyker Barrera, con catorce años.
Todos los pequeños y adolescentes que murieron en el incendio, registrado en el campamento de Coronel, estudiaban en una mismo lugar: la escuela Javier Carrera, recinto que hoy los recuerda con cariño y que hace un homenaje a estos jóvenes migrantes venezolanos.
Ese mismo lunes, en la noche, la directiva del plantel se pronunció paras emitir una carta de condolencias hacia los familiares de los niños y adolescentes, pero también hacia sus allegados.
Al día siguiente, un equipo de psicólogos y trabajadores sociales se trasladó al colegio para hacer actividades de apoyo y contención para los estudiantes del recinto, así como para representantes y profesores.
Desde la noche del martes inició un homenaje con velas, globoso y fotos de los ocho venezolanos que perdieron la vida en el incendio ocurrido en el sector de Cerro Obligado, en la comuna de Coronel en la región de Biobío, al centro de Chile.
Julie Jiménez Hernández es coordinadora comunal de convivencia escolar del departamento de educación de Coronel. Ella lleva quince años viviendo en Chile, pero es de Puerto Cumarebo, estado Falcón. En conversación con Efecto Cocuyo, Jiménez indicó que los niños tenían poco tiempo de haber llegado al país y cumplían una semana inscritos en el colegio cuando ocurrió el incendio.
“Ellos fueron muy bien recibidos tanto por la dirección y equipo de gestión de la escuela, que desde el primero momento les entregó todos los apoyos necesarios para su inclusión dentro de la unidad educativa”, comentó Jiménez Hernández.
Esperanzados por un nuevo inicio
Recordó que, justo el día antes que ocurriera el incendio que acabó con la vida de los catorce migrantes venezolanos, la comunidad educativa se había organizado para entregar ropa y zapatos a los niños recién llegados al colegio. También les donaron libros, uniformes y útiles escolares, destacó la migrante venezolana establecida en Chile desde hace quince años.
“Ellos estaban bajos de peso, pero esperanzados de comenzar en su escuela. Tanto la directora, Georgina Vinet, como el equipo de la escuela les hicieron el recorrido para que se familiarizaran con los espacios físicos. Les acompañaron a sus nuevas aulas y fueron bien recibidos por sus compañeros”, recordó la venezolana.
También enfatizó que la escuela se ha caracterizado por “su sello inclusivo y buena disposición para recibir al inmigrante”. Jiménez Hernández agregó que en la escuela estudian niños venezolanos, colombianos y haitianos.
Sobre la condición en la que se encontraban los ocho migrantes venezolanos aseguró que era estable. “La directora indicó que algunos niños tenían signos notables de quemaduras por el sol y las largas caminatas”, dijo la coordinadora comunal.
Retos para un migrante con poco dinero
Para Julie Jiménez Hernández una de las mayores complicaciones que tiene migrar a Chile con poco dinero e información está relacionada con la documentación. Afirma que es complicado acceder a ella en primera instancia debido a la política nacional “que no está actualizada para dar atención a los migrantes”.
La coordinadora comunal también indicó que muchos venezolanos que llegan a Chile no tienen pasaporte, o los mismos están vencidos. Así como hay niños que ni siquiera tienen cédula de identidad o algún tipo de documento que los identifique.
Para la venezolana, los migrantes venezolanos que llegan en estas condiciones se enfrentan a muchos obstáculos: pobreza, degradación socio-económica; cultural; medioambiental. Así como desempleo, inestabilidad y también duelo migratorio, así como depresión.