Uno de los pocos venezolanos residentes en Ucrania clama “por favor, no a la guerra”, e insiste en lo “doloroso” que es ver la situación que vive el país de Europa oriental.
Guillermo López es venezolano, odontólogo y músico. Tiene 32 años y vive en Dnipro, en el este de Ucrania; su esposa e hijos, un niño de 4 años y una niña de 8 meses, son ucranianos.
Salió de Venezuela a finales del 2014, en uno de los momentos de mayor convulsión política, económica y social en el país. “La cosa se estaba poniendo muy fea”, explica. Trabajaba como odontólogo y su situación era relativamente estable, pero no veía “futuro en ese momento”.
Obtuvo un contrato como músico en China, donde conoció a quien hoy es su esposa y donde se suponía permanecería por 6 meses. Pero su estadía se extendió a 6 años, hasta que el COVID-19 les llevó a tomar la decisión de mudarse a Ucrania, donde residen desde hace 2 años.
Tras la invasión
Eran aproximadamente las 5 de la mañana cuando del jueves, 24 de febrero, cuando su esposa lo despertó anunciándole que las noticias indicaban que “todo” había comenzado, pero bajaron la guardia y decidieron dormir un poco más hasta que una explosión, la única que han escuchado en esa ciudad, les sacó de la cama.
“Empezamos a ver las noticias y vimos que, en efecto, sí había comenzado todo. Desde ese momento empezamos a tomar las medidas primarias, hacer el bolso con todos los documentos, el bolso con ropa, comida, hacer cuenta de qué hace falta, ir a la tienda en cuanto amaneció a comprar lo que hacía falta, cargar las baterías”, narró a la Voz de América a través de WhatsApp.
Se han mantenido refugiados en su hogar y él solo ha salido para comprar comida y otros suministros necesarios.
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