Daniela Porras es una arquitecta venezolana que llegó a España hace más de cinco años y desde entonces, no ha parado de crear. Una pizarra es el lienzo donde se expresa de la forma más creativa y las letras siempre son las protagonistas. ¿El resultado? Obras únicas, pintorescas, electrizantes, colmadas de estilo y personalidad. Bilbao, Madrid y Barcelona son testigos de su talento con aproximadamente 400 de sus pizarras hechas a mano.
Su trayectoria está salpicada de transformación, visión e inspiración, pues además de embellecer las calles españolas con su arte, enseña a hacerlo. Luego de su éxito inesperado, no se conforma, pues se convirtió en la embajadora de un movimiento global que asegura darle color al mundo. Esta joven genuina reveló a La Patilla cómo se atrevió a descubrir su pasión por el “lettering” y a trazar su propio destino.
El amor por el “lettering” surgió en Daniela justo antes de emigrar de Venezuela. Confesó que desde que tuvo su primer encuentro con las letras, practicó muchas veces y no paraba de crear.
“En Venezuela solo hice prácticas, nunca lo vi como un negocio, jamás. De hecho, para practicar, una prima tenía un local de comida y le hice su pizarra, bien grande y esta fue la primera que hice, pero solamente era para ella, para la familia, porque me gustaba. Aparte que se me daba bien el dibujo”, agregó.
Así, en el 2017 tomó la decisión de migrar a España motivada para reencontrarse con el calor de su madre, quien ya estaba radicada en Bilbao. El plan era simple, Daniela esperaba llegar a territorio europeo para homologar el título que alcanzó en la Universidad Nacional Experimental del Táchira como arquitecto y poder ejercer, pero por temas burocráticos, la documentación se demoró, quiso formarse más en el arte del lettering y el destino le deparó una sorpresa mayor.
“Cuando estaba aquí abrí una cuenta de Instagram y empecé a publicar todo lo que hacía con letras y con muchísimo gusto seguía publicando, publicando y me contactaron para realizar la formación. Yo decía: ‘wow, ¡pero es que yo no!’ O sea, ¿cómo es posible que yo vengo a tomar una formación y me están llamando para darla?”, manifestó.
Su alma en una pizarra
Este inesperado giro en su vida le hizo creer en su capacidad para convertir sus letras en algo más que un hobby. Al observar los numerosos locales de bares en Bilbao, Daniela notó que las pizarras negras con escritos poco atractivos eran una constante.
Fue entonces cuando emergió su visión de transformar su entorno. “Quería poner las pizarras de la ciudad que me estaba acogiendo un poco más atractivas, vistosas, llenas de color y de vida“, expresó. Su objetivo era convertir las pizarras en obras de arte que captaran la atención de los transeúntes.
Su camino hacia el emprendimiento comenzó de manera fortuita cuando decidió embellecer las pizarras del bar donde trabajaba su hermana. “Quería darles vida y hacerlas más atractivas”, mencionó.
Así inició su primer proyecto, bautizado como Las Tres Marías. Estas pizarras no solo revitalizaron el ambiente, sino que también marcaron el inicio de su incursión en el mundo del lettering para negocios.
Al principio, Daniela no recibía remuneración económica por su labor, pero la satisfacción de ver el impacto que causaban sus creaciones era suficiente para ella. “Las personas me decían: ‘Wow, eres una artista’, aunque yo no me lo creía en ese momento”. Con el tiempo, el boca a boca funcionó como su mejor herramienta de marketing, y así empezaron a surgir más oportunidades.
Su primer cliente quedó tan impresionado que comenzó a recomendar el talento de Daniela a otros colegas y propietarios de negocios en el ámbito de la hostelería. De esta manera, lo que al principio parecía solo un ingreso adicional se convirtió en una fuente constante de trabajo. “No lo veía como algo fijo ni como una forma de volverme millonaria, pero sí como una forma de generar ingresos extras”, reveló.
Conforme la demanda aumentaba, Daniela tuvo que adaptarse y aumentar su producción. De hacer una pizarra cada tres meses, pasó a hacer dos por semana.
Una pasión inquebrantable
Pero no todo fue venturoso para Daniela. El reto más grande fue creer que era posible sustentarse con el trabajo de las pizarras. Junto a su esposo vivió los momentos más grises puesto que siempre trabajaron de forma independiente. Recalcó que muchos le insistían en que debían prepararse, formarse aún más en el área, pero lo postergaban por la falta de equipos y tampoco se visualizaba como maestra para enseñar a otros.
“Decía: ‘Wow, no, no me veo como profesora en una cámara, es que no lo veo’”. Al mismo tiempo, indicó que se encontraban en plena pandemia, vivían en Madrid, y la falta de ingresos económicos los llevó a cambiar de mentalidad y tomar nuevas decisiones que más adelante le concedieron un amplio mundo de oportunidades.
“Nos tuvimos que mudar a Bilbao. Entonces, fue un momento crucial. Cuando tomamos esa decisión de realizar las formaciones, todo empezó a cambiar. Desde los clientes de pizarra, aquí en Bilbao, en Madrid, tenemos clientes en diferentes partes de España, hoy en día ya son más de 400 pizarras hechas a mano y entregadas tanto aquí en Bilbao como en Madrid y Barcelona”.
En medio de la pandemia, cuando muchos negocios cerraron debido a las restricciones, Daniela vio una ventana para triunfar. Los comercios que mantenían sus servicios activos querían atraer la atención de los transeúntes con elementos visuales llamativos. Las pizarras de Daniela cumplían con ese propósito, y su negocio floreció.
“Nos dimos cuenta de que realmente no estábamos vendiendo una pizarra, no queríamos vender una pizarra, queríamos ayudar a las personas, queríamos brindar un servicio del que la persona también se iba a beneficiar por tener este hablador estrella en su negocio”.
Esta constancia y dedicación infinita la han llevado a no parar de crear pizarras en los últimos cinco años y medio desde que llegó a España. Además, el impacto de su trabajo trasciende más allá de la decoración de negocios, ya que ha despertado el interés de muchas personas por aprender el arte del lettering.
Un legado que se expande
La artista criolla jamás imaginó que este ingenioso proyecto podría lograr tanto alcance. Justo antes de su traslado a Bilbao, diferentes marcas la contactaron para hacer un comercial de Navidad para televisión. “Era una cosmética muy importante aquí en España que se llama Douglas Cosmetics, es una empresa muy grande, y yo salía en su comercial. Me impresionaba porque en ese momento estaba indocumentada, no tenía absolutamente nada y pensaba: ‘Es que mis manos están saliendo allí’ y era como que: ‘Wow, esto tiene mucho potencial aquí’”, recordó.
El concepto de las pizarras se ha mantenido durante un largo período en gran parte de Europa, pero en Daniela solo latía el deseo de aportarle su toque brillante y transformar su presentación. Sin duda, lo hizo posible puesto que se originó un movimiento increíble donde cientos de personas se conectan con su arte.
“Hicimos la primera formación en diciembre de 2021. En cada uno de los lanzamientos, cada vez que nosotros hacemos una nueva edición de ‘Manos a la pizarra’, impartimos clases, talleres y webinars donde las personas se pueden apuntar de manera gratuita. Esta primera edición fue muy especial porque no tenía absolutamente nada. Contábamos con un telefonito medio bueno, grababa desde arriba y la grabación era borrosa”, explicó.
Los problemas técnicos iban acompañados de nervios, el temor acechaba a Daniela y admitió que hasta las rodillas le temblaban. “Pero esto fue lo más retador, comunicar el arte que estaba haciendo. Cuando me di cuenta de que tenía buenos resultados, la gratificación de ellos, y que tenían unos acabados también muy buenos, decía: ‘sí puedo enseñar’. Y así fue como hicimos la segunda edición, la tercera, la cuarta, y actualmente estamos en la quinta edición”.
Hasta más de 25.000 personas han recibido talleres gratuitos. Adicionalmente, en la formación de “Manos a la pizarra” ya existen aproximadamente 500 estudiantes que realizan sus pizarras artísticas. El éxito va en ascenso, los alumnos querían continuar la preparación y Porras ideó el programa de membresía “Manos a la pizarra Pro” que ha conquistado un alcance arrollador en otros países como Venezuela, Colombia, México, Estados Unidos y Francia.
Embajadores de sueños
Además, Daniela dominó el mercado internacional y cambió la forma en que vemos este arte. Con su emprendimiento y talleres de formación, la joven tachirense ha enviado pizarras a todas partes del mundo, gracias a su innovador programa de “Embajadores palmadas”. Este programa permite a sus estudiantes convertirse en embajadores de su marca, creando pizarras artísticas en su nombre y utilizando a sus propios clientes como base.
“Es algo que se está regando a nivel mundial, no es un movimiento donde solamente quería cambiar las pizarras que están en mi entorno, no, ya las veo en todo el mundo“, dijo.
Los resultados de este programa han sido asombrosos. Con orgullo, Daniela compartió el increíble testimonio de una estudiante que alcanzó el éxito en poco tiempo.
“Acaba de salir de la formación ahora en abril, saliendo de la formación se empoderó de su arte, se puso sus pizarras bajo el brazo y empezó a mostrar su arte”, relató. En menos de un mes, ya había recibido siete pedidos de pizarras, lo que le permitió recuperar la inversión del curso y obtener beneficios económicos.
Pero más allá de los números, lo que más emociona a Daniela es el impacto que su emprendimiento tiene en la vida de las personas, especialmente en las madres que se encuentran en casa.
Cada trazo, un sentimiento
Como venezolana, Daniela se siente contenta de ser una impulsora de este hermoso emprendimiento que ahora ha trascendido fronteras. “Me siento muy feliz“, confesó. “Saber que puedo cambiar la vida de las personas es genial. No solo se trata de enseñarles a realizar el arte, sino de hacerles creer en sí mismas“.
La inspiración es el motor que impulsa el trabajo de Daniela, y cada una de sus creaciones es reflejo de su ingenio y originalidad. “Todas las pizarras son diferentes. Todas son únicas y tienen un toque distintivo que las caracteriza”, abordó. “Surge de diversos lugares, como una imagen, un viaje, un atardecer o la naturaleza. Sin embargo, siempre tengo en cuenta las necesidades y preferencias del cliente“.
Con un enfoque particular en las imágenes reales, la artista se sumerge en una exhaustiva investigación para garantizar que cada proyecto sea una obra de arte única. Esta dedicación y minuciosidad se reflejan en cada trazo y cada detalle de sus creaciones, que transmiten no solo el mensaje deseado por el cliente, sino también una estética cuidada y cautivadora.
El mundo al alcance de sus manos
Daniela Porras es una verdadera artista de las letras admirable que superó cada dificultad con tenacidad. Su visión no tan solo dio color a aquellas pizarras de las calles de Madrid, sino que también resuena en el mundo. “Estamos contentos con este proyecto. Siempre le digo a los estudiantes, que tienen la posibilidad de ser los artistas de su vida y de tener las obras en el museo más grande del mundo que es la calle”, resaltó.
Pero no piensa detenerse en este episodio de su carrera, pues con sus siete meses de embarazo y una familia que se mantiene unida, el entusiasmo la envuelve. Se encuentra dispuesta a seguir el camino de los nuevos retos y enseñar lo que mejor sabe hacer. “Hay que seguir creciendo, dándonos a conocer para que muchas personas puedan unirse al programa de Embajadores, para que siga expandiéndose a nivel mundial y que muchas personas también puedan tener beneficios”.
Hay muchos proyectos creativos que se aproximan. “Pizarras en formatos digitales que nos han solicitado también”, adelantó. Las letras llegaron para quedarse, sus manos están listas para trazar alegrías, y su corazón mantiene vigente las experiencias más bonitas que le deparó Venezuela. “Extraño mucho a la gente, el calor humano, esa sensación de amistad que te da estar allí. El clima también, sobre todo porque aquí vivimos temporadas frías, pero sí, sobre todo la gente. El compartir, compartir con amigos, con la familia, la jodedera”, puntualizó.