Llegó diciembre en Venezuela y con el último mes del año, como era de esperarse, han surgido cientos de interrogantes con respecto al devenir del país. Para nadie es extraño sentir que, a pesar de las ganas de festejar los últimos días del 2024, el país sigue sumido en una atmósfera de incertidumbre en la que cuesta por momentos sonreír, un ambiente de zozobra parcialmente nublado por sombras que ni las luces brillantes navideñas que adornan algunas casas, comercios y calles pueden disipar.
Sin embargo, aun cuando la noche es más oscura, existe alguna chispa que rompe el velo negro que cubre al país y esa mínima expresión de luz eres tú que me lees, es la fe y esperanza de un mejor porvenir que nada ni nadie puede robar o prohibir, porque como dice Carlos Vives: “mientras lata el corazón, sigue vive la esperanza”.
Sí, es difícil seguir, es asfixiante mantenerse en pie, pero la vida es un ir y venir de situaciones, un constante sube y baja del cual no nos podemos bajar y que, para fortuna o mala fortuna, depende de la perspectiva, es la vida que nos tocó vivir y toca afrontarla con la mayor de las enterezas, con el talante que a veces no encontramos pero que dormita en nuestro interior.
Cerremos el año con fuerza, aun cuando sintamos que el aliento falta, que los ojos se nublan y que el ánimo se extingue. La lucha sigue y no es hora de darle el gusto a nadie de mostrarnos derrotados, te lo digo a ti que me lees y me lo repito viendo el espejo justo en este momento. No es fácil, pero tampoco es imposible, como suelo decir: Un día a la vez.