En los últimos años, Caracas pasó de ser una ciudad deprimida a una capital llena de nuevos y creativos restaurantes, tiendas de lujo y concesionarios de carros Ferrari.
Por GDA | El Tiempo | Colombia
En las principales vías se observan camionetas del año que aún conservan su olor a nuevo, mientras los parqueaderos se quedan sin puestos a las afueras de discotecas y casinos. Así se dibujan ahora las noches en el este caraqueño.
En la otra mitad, o lo que se conoce como el oeste de la capital, que comprende las zonas populares y barriadas, el panorama no es para nada similar. Con poca vigilancia policial, las personas prefieren llegar temprano a sus casas para evitar ser víctimas de la delincuencia.
Los taxistas evitan recorrer esas zonas pasadas las 7 de la noche y la vida nocturna es escasa. Solo uno que otro puesto callejero de comida chatarra queda abierto hasta la madrugada y a tempranas horas son los mercados populares de venta de alimentos los que se toman las calles.
Tras cuatro años de hiperinflación y una caída sostenida del producto interno bruto (PIB) estimada en 80 por ciento, una producción petrolera que no logra remontar el millón de barriles diarios y una pobreza por encima del 50 por ciento, la Venezuela de lujo sobresale en medio de la incredulidad y en medio de una inflación que cerró en 20,2 por ciento en febrero.
Y es que la sensación de recuperación económica alcanzada a mediados de 2022, el alivio de sanciones petroleras por parte de Estados Unidos y la cada vez más acentuada dolarización de facto comienzan a desinflar la burbuja en Venezuela.
Hace casi un año, el país dejó atrás el ciclo hiperinflacionario y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) pronosticó un crecimiento para el país de 12 por ciento en 2022 y 5 por ciento para este año.
Los precios, no obstante, vuelven a remontarse y el tipo de cambio no logra contenerse. Un dólar equivale a 24 bolívares, según el precio oficial del Banco Central de Venezuela, aunque en el mercado paralelo se cotiza en 25 bolívares. Así, el salario mínimo en el país equivale a 5,4 dólares mensuales o 130 bolívares.
En medio de ese panorama se abrió paso la “Venezuela VIP” o “Venezuela Premium”. Con esos anglicismos se le ha comenzado a denominar a los sectores o grupos que asisten a los restaurantes, locales, hoteles y tiendas de alto nivel, dejando atrás el boom de los llamados bodegones –establecimientos con comida importada-. Ahora, todos sueñan con ser parte de las personas “cool” que disfrutan en “zonas de ricos” como Las Mercedes, Altamira o El Hatillo.
Y es que un plato principal en un restaurante de mediana categoría ronda los 20 dólares, es decir, un ciudadano con un sueldo mínimo debería ahorrar cuatro meses sin tocar su salario solo para pagar esta comida, sin incluir traslado, gasolina ni propinas.
La ‘nueva riqueza’
“No soy parte de la Venezuela premium y desde mi punto de vista, no existe tal cosa. Como joven solo me corresponde tener diversas fuentes de empleo, para poder cumplir con mis necesidades”, dice Betsabé Pérez, una joven que salía de una nueva tienda de lujo en pleno corazón de Las Mercedes.
Pérez solo visitaba la tienda Avanti para ver qué tan real es lo que se comenta sobre los precios y marcas, en donde una chaqueta de diseñador se puede conseguir por unos 500 dólares y una lavadora secadora por 2.600 dólares.
Como ella, hay quienes se preguntan de dónde sale el dinero de ese porcentaje de la población “VIP” y quién compone hoy ese grupo. Se trata de dinero de remesas y negocios de importación, y de empresarios y allegados al gobierno.
A lo que hay que sumarle que la economía legal e ilegal se mezcló en el país. Otros insisten en que si hay negocios como estos -tiendas de lujo y concesionarios Ferrari- es porque hay una demanda del mercado.
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